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Hace una hora que llegué al apartamento de mi hermano con una maleta en cada mano y no he parado de llorar desde entonces

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Hace una hora que llegué al apartamento de mi hermano con una maleta en cada mano y no he parado de llorar desde entonces.

Él me abraza con fuerza sin decir nada aunque sé que quiere salir y buscar a Allan. No lo ha hecho solo porque yo se lo pedí.

No es culpa de Allan no quererme, es mía por ilusionarme.

Ese beso se sintió como tocar la luna con los dedos, como si el mundo entero fuera mío. Y luego me lo arrebataron de golpe.

Hay un dolor en mi pecho que no cesa. ¿Así se siente que te rompan el corazón?

Salí con muchos chicos pero jamás me sentí así. Y lo odio. Odio saber que me permití enamorarme de él aún sabiendo que su corazón estaba en otra parte, con otra chica.

—Soy estúpida —murmuro.

—Claro que no, enana. Él es el que no ve la persona maravillosa que eres.

—No es su culpa —me apresuro a decir—. Sé que no quiso hacerme daño.

—Pero lo hizo. Te hizo llorar.

—Sí. Pero estaré bien. —Intento sonreír—. Nadie ha muerto de un corazón roto, ¿verdad?

Marcos aprieta los labios.

—No mereces esto.

No, no lo merezco, pero la vida es así y no puedo cambiarlo.

El primer día lo paso en cama abrazada como un koala a mi peluche de Dobby y tocando sin parar el dije de pájaro en mi cuello

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El primer día lo paso en cama abrazada como un koala a mi peluche de Dobby y tocando sin parar el dije de pájaro en mi cuello.

Mentiría si dijera que no lloro. Lo hago y el dolor en mi pecho sigue allí pero sé que en algún momento volveré a ser yo. Que volveré a estar bien.

Marcos propone hacer un maratón de Harry Potter y estoy a punto de rechazarlo porque me hace pensar en Allan pero entonces recuerdo que Harry Potter era algo importante para mí antes de conocer a Allan. No dejaré que me robe eso. Así que paso las siguientes 19 horas siguiendo las aventuras de Harry, Ron y Hermione junto a mi hermano.

Para el tercer día estoy más tranquila. Voy a trabajar para intentar despejarme pero no funciona porque Bill nota que algo va mal de inmediato y me abraza. Eso hace que yo llore porque Bill no es de los que abrazan fácil.

—¿Quieres hablar de lo que sea que haya pasado? —pregunta.

Yo niego.

Él suspira y asiente.

—Está bien. Ven. Siéntate.

—Pero…

—No te descontaré el tiempo que pierdas, te lo prometo —intenta bromear y eso me saca una sonrisa.

Nos sentamos en la parte de atrás de la librería y Bill clava la mirada en unos libros sin verlos realmente, con la cabeza muy lejos de aquí.

—Cuando tenía tu edad me enamoré —comienza—. Era una mujer hermosa, muy inteligente y apasionada. Amaba leer, de hecho abrí esta librería por ella. Estuvo aquí solo de paso, unas vacaciones, pero eso fue suficiente para que la amara más que a nada, y me gusta creer que ella también me amó. —Traga saliva—. Ella solía decir que a menudo los problemas se veían más complicados de lo que eran en realidad y que todo parecía más sencillo con un chocolate caliente. No tengo chocolate caliente aquí pero… —Rebusca en su bolsillo—. Tengo una tableta de chocolate que tal vez podríamos compartir. Te gusta el chocolate, ¿verdad?

Sonrío, emocionada.

—Adoro el chocolate —digo.

Él parte la barra por la mitad.

—Endulza la vida, Mica, no la amargues, por muy difícil que todo se vea. Sé que es irónico viniendo de mí que soy lo más parecido a un café cargado humano pero…

—Yo no creo que seas así.

Eso lo descoloca.

—¿Qué?

—Yo no creo que seas como un café cargado humano. Creo que eres un poco reservado pero tienes un buen corazón.

Se queda mirándome como si no terminara de entender lo que acabo de decirle hasta que finalmente parpadea y se aclara la garganta. Aparta la vista.

—Uhm claro. Como decía, lo que sea que esté pasando, tiene solución. No te amargues por ello.

—Muchas gracias, Bill. Pero no creo que tenga solución.

—¿Por qué no?

—El chico que me gusta me besó.

—Eso suena como algo bueno.

—Y luego dijo que fue un error. En navidad. Creo que sigue enamorado de su ex.

—Mierda. Okay, tal vez tengas derecho de amargarte un poco. Pero no mucho tiempo. Y recuerda esto: ningún hombre, sin importar que tan maravilloso sea, merece tus lágrimas.

Le sonrío y lo abrazo casi sin pensarlo.

—Gracias, Bill. Eres una muy buena persona.

Él me devuelve el abrazo torpemente.

Así. Así es justo como siempre soñé que mis padres podrían tratarme.

Hasta que aprendas a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora