Mis padres no están nada felices cuando les digo que no pasaré navidad con ellos como planeaba. Les invento la excusa de que hice planeas con amigos cuando en realidad mi plan mide 1.67, tiene cabello castaño, ojos verdes y una sonrisa preciosa. Ah, también hizo que comprara unos pijamas horribles. En serio, ¿a quién se le ocurrió que era una buena idea crearlos?
No podía dejarla sola en navidad. No sería justo. Además, será divertido. De eso no tengo dudas.
Suelto un suspiro mientras veo el techo. Estoy solo en el apartamento y no tengo nada que hacer. No hay clases ni entrenamientos. Y me estoy aburriendo a más no poder.
Decido dar una vuelta así que me pongo una chaqueta sobre el suéter de lana gris que tengo puesto, un gorro y salgo.
Las calles están cubiertas de nieve y hay personas por todos lados. Parecen correr para comprar regalos y eso me recuerda que debería comprarle uno a Mica. Merece tener toda la experiencia de la navidad.
No tengo recuerdos memorables de la navidad en familia. Mis padres siempre estaban ocupados por trabajo así que Marie, mi niñera, me preparaba galletas, chocolate caliente y me contaba historias sobre Santa Claus. Quiero algo así para Mica. Quiero una navidad inolvidable. Solo lo mejor.
Así que, antes de siquiera pensarlo, entro a una tienda y compro algunas cosas que necesito. Pienso mucho en qué podría regalarle pero nada viene a mi mente. ¿Qué podría gustarle?
Entonces lo veo. Es un peluche de Dobby enorme. Se ve tan real y admito que da ternura. No puedo evitar comprarlo.
Así como tampoco puedo evitar comprarle un segundo regalo antes de salir y encaminarme al apartamento nuevamente.
La puerta de la librería se abre.
—Ya estamos cerrando, lo… —comienzo pero me detengo de golpe al ver a Allan frente a mí.
Él sonríe con las manos en los bolsillos. De repente no puedo respirar.
—Hola —dice.
—Hola —digo yo, parpadeando como estúpida. Bill se aclara la garganta desde la caja—. Oh, claro. Este es Bill, mi jefe. Bill, él es Allan, mi… —trago saliva— amigo.
Bill eleva una ceja pero estrecha la mano de Allan.
—Un placer —murmura y vuelve a lo suyo.
—Igualmente —responde Allan, siempre cordial, y luego se vuelve hacia mí—. Oye, lo siento, pero me estaba congelando afuera. Debí traer el auto.
—¿Viniste a buscarme?
Asiente lentamente.
—¿Te molesta?
—¿Qué? No, por supuesto que no. Me sorprende.
—Creí que podríamos caminar juntos. Hablar. No lo sé.
—Está bien. Dame cinco minutos y nos vamos.
Él asiente y yo termino de acomodar los últimos libros. Saludo a Bill con la mano y él me sonríe.
Afuera está helado. Mi abrigo no parece lo suficientemente grueso. Intento bajar más mi gorro para que me cubra bien las orejas y acomodar mi chaqueta para entrar en calor pero sigo congelandome. De pronto, siento a Allan más cerca. Mucho más cerca. Su brazo rodea mi cuello y pega mi cuerpo al costado del suyo. Por poco no dejo de caminar por la sorpresa.
Él sigue mirando al frente como si nada pero hay cierta tensión en sus hombros.
—¿Cómo…? —Se aclara ms garganta— ¿Cómo te fue hoy?
—Uhm bien. Fue un día movido pero me gustó. Bill incluso hizo algunas bromas y él jamás hace bromas.
—Eso es bueno.
—Sí. —Lo miro—. ¿Y el tuyo?
—Bien. Un poco aburrido. Zack y Allie salieron así que no tenía mucho que hacer.
—Será raro cuando se vayan.
—Sí, lo será. Pero nos divertiremos. Estaba pensando y tal vez podríamos hacer galletas el día de navidad. Y ver alguna película. Y no, no hablo de Harry Potter sino de una verdadera película navideña. ¿Te gusta la idea?
Mi sonrisa es tan grande que mis mejillas duelen.
—Me encanta tu idea.
Él también sonríe y yo pierdo el aliento.
No hablamos en lo que queda de camino hasta el apartamento. Cuando llegamos, él se aparta y abre la puerta. Allie tiene una espátula en la mano y apunta hacia la cocina donde Zack intenta apagar el fuego de una sartén. Los dos gritan como desquiciados.
—Pero qué… —dice Allan antes de correr a ayudar a su amigo.
Me acerco a Allie.
—¿Qué sucedió?
—Zack quería cocinar algo porque mañana nos vamos pero… —ojea la sartén en llamas y levanta más la espátula como para protegerse— no salió muy bien.
—¿En serio? No lo había notado.
—Oye, solo quería hacer algo lindo —se defiende el aludido.
Ruedo los ojos pero estoy sonriendo.
Cuando finalmente los chicos logran apagar el fuego, Zack se tira al sofá, exhausto. Allie lo mira.
—Amor, te amo pero por favor no vuelvas a intentar cocinar. No creo que sea buena idea.
Zack se hace el ofendido y le da la espalda.
—¡Solo era una sugerencia! —chilla ella.
Allan y yo reímos.
Me gusta esto. Las bromas, las risas, la diversión. Sentir que tengo amigos, una familia. Y me aterra pensar en la idea de perderlos. Realmente lo hace.
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Hasta que aprendas a volar
Romantik(Se recomienda leer después de Hasta que las estrellas dejen de brillar pero no es necesario para entender la historia). Cualquiera que ve a Allan White piensa que su vida es perfecta y que no hay dolor en su corazón, pero la verdad es que solo fin...