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Cuando abro los ojos, la laptop está apagada y Marcos está junto a mí sosteniendo un algodón con alcohol contra mi nariz

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Cuando abro los ojos, la laptop está apagada y Marcos está junto a mí sosteniendo un algodón con alcohol contra mi nariz.

—¿Te sientes mejor? —su voz es un susurro.

Tiene los ojos rojos y el cabello hecho un desastre.

Sacudo la cabeza al mismo tiempo que un sollozo me abandona. Y él me abraza porque sabe que me refiero a lo que nuestra madre (tía) nos reveló y no a algo físico.

—¿Qué hacemos ahora? —susurro.

Marcos me abraza más fuerte.

—No lo sé, Mica. No lo sé.

Hace catorce horas que no sé nada sobre Mica

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Hace catorce horas que no sé nada sobre Mica.

Intento no ser un novio controlador e insistir, a pesar de que no ha contestado mi último mensaje preguntando cómo fue el trabajo. Tal vez se quedó dormida. No me extrañaría.

Paso la mañana en casa, ejercitándome y viendo algunos capítulos de una serie sobre personas con poderes pero cuando se hace media tarde y sigo sin tener noticias suyas me preocupo.

Vuelvo a escribirle.

Yo:
Hey, ¿estás bien?

Espero unos minutos mientras golpeo mi pie contra el suelo.

Nada.

Voy a la habitación de Zack y golpeo la puerta porque no quiero ver algo que pueda traumarme.

—¿Están vestidos? —pregunto.

—Sí, idiota. Pasa.

Lo hago. Zack abraza a Allie mientras esta acaricia su pecho. Son asquerosamente empalagosos.

—¿Saben algo de Mica?

La castaña frunce el ceño.

—No hablo con ella desde ayer en la mañana. ¿Por qué? ¿Sucedió algo?

—No contesta mis mensajes.

—Tal vez está ocupada.

—Sí… —Me paso una mano por el pelo— pero no sé. Es raro.

—¿Y por qué no vas a su apartamento? Tal vez este allí. O en la librería.

Siento como mis mejillas enrojecen.

—No quiero que piense que la estoy controlando ni nada parecido. Solo… Me preocupa.

—Dudo que piense eso. Ve. Estarás más tranquilo si la ves.

Asiento, un poco vacilante, pero salgo de la habitación, tomo mis llaves y me encamino a la librería.

Cuando llego, noto que solo Bill se encuentra aquí

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Cuando llego, noto que solo Bill se encuentra aquí. Está ordenando unos libros dándome la espalda pero se voltea apenas me oye entrar.

—¿Allan? —murmura, confundido—. ¿Sucedió algo con Mica?

—No responde mis mensajes. ¿No vino a trabajar?

—No. Dijo que se sentía mal. Tampoco ha respondido mi mensaje preguntando si necesitaba algo.

Trago saliva.

—Está bien. Gracias. Iré a ver si está en su apartamento.

Él asiente con el ceño fruncido en señal de preocupación.

—Mantenme informado —me pide, y me da su número de teléfono.

Luego de salir, me apresuro a llegar al apartamento. Mi corazón late rápido. ¿Está enferma? ¿O simplemente me está ignorando? ¿Pero por qué ignorar también a Bill?

Bajo del auto y subo las escaleras hasta su piso, demasiado nervioso como para esperar por el ascensor.

Golpeo la puerta y me paso las manos por el pelo mientras espero a que abran. Estoy por volver a golpear cuando finalmente la puerta se abre y Mica aparece frente a mí.

Me desarma verla. Tiene los ojos rojos e hinchados, el cabello despeinado y solo viste una camiseta de pijama y unos pantalones desgastados.

—¿Qué…? ¿Qué pasó?

Su labio comienza a temblar y lo siguiente que sé es que me está abrazando mientras llora y balbucea cosas sin sentido. La rodeo con mis brazos, sintiendo impotencia por no poder hacer nada para detener su dolor, para hacerla sentir mejor.

Le susurro que todo va a estar bien, que estoy aquí y no pienso irme, y ella solo me abraza más fuerte.

Por sobre su cabeza veo a Marcos. Él también llora y se ve igual de mal que su hermana.

El miedo y la preocupación me hacen difícil respirar.

Cuando Mica se calma un poco, alejo su rostro de mi pecho y lo acuno con mis manos.

—Dime qué sucedió. Dime cómo te ayudo.

Ella intenta tomar aire y hablar pero termina en un sollozo. Me lleva al sofá y se sienta junto a mí con Marcos al otro lado.

Y comienza a explicarme todo.

Hasta que aprendas a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora