Capitulo 0

1.7K 135 125
                                    


Juraba con el alma y el corazón que amaba ese país y que de conocerlo en otras circunstancias habría disfrutado de observar los hermosos paisajes que la hermosa Italia le ofrecía, pero lastimosamente no era así.

El cansancio sacó su sensibilidad y nostalgia a flor de piel, con un nudo en la garganta una vez más se auto motivó para seguir y no darse por vencida.

Buscaría de nuevo un lugar oculto y lloraría hasta saciarse para luego huir del desquiciado socio que sabía que no descansaría hasta verla en un ataúd a tres metros bajo tierra, sin posibilidad de contar lo que sabía.

Su amor a la vida la impulsaba a seguir luchando quizás así ese maniático algún día se canse de ir tras ella y se dé por vencido hasta no acecharla nunca más, lo único que quería era una vida tranquila.

Solo paz.

Ya no la seducía fundar su pequeño imperio e impulsarlo a la cima del mercado como lo había logrado una vez. No quería nada, aunque dudaba que quedara algo de lo que una vez tuvo.

Alejando los malos pensamientos, continúo caminando por esas calles pedradas mientras se fascinaba con las conversaciones entre vecinas en los balcones del barrio con su tan cálido acento, aunque no hablaba con fluidez al menos no estaba perdida, punto a favor de su madre por obligarla a estudiar diversos idiomas en su infancia. En verdad daba pena, pero al menos era de ayuda en imprevistos como estos.

El dolor la invadió al recordar el ultimo abrazo de su mamá con una triste mirada cargada de lágrimas en los ojos y de eso ya habían pasado casi más de 8 meses, no se imaginó jamás estar en esta situación.

En el trayecto vio a una joven madre con un niño a los cuales acercó a preguntar por la dirección que le había dado su salvador sobre un bar que tenía como dueño a un hombre que podía darle una mano a su problema, aunque la había advertido de que no era muy recomendable de que vaya sola para esas zonas.

Pero como era costumbre, desobedeció nuevamente.

—Buenas noches, disculpe por las molestias, quería saber si me dirijo bien a esta dirección — dijo con un penoso italiano demostrando un papel arrugado de su mano.

—Pasaré justo por el frente — comentó la mujer mirando a la muchacha y al bolso colgando de su hombro. —¿De visita?

—Efectivamente.

Por obvias razones no revelaría la verdadera razón por la que estaba por ahí, la mujer le regreso el papel con la dirección y volvió a guardarlo en el bolsillo del sweater.

—Soy Fiorella, es por aquí extranjera.

Sara seguía su paso dialogando sobre lo hermosa que era la ciudad y que lugares debía conocer hasta llegar.

—Es por ahí. — afirmó señalando un callejón a medio iluminar con unas letras de neón con el nombre del bar "Brutta Nottata" que se encontraba casi al final de este.

(Brutta Nottata: Mala noche)

—Gracias, fue un gusto conocerte. — dijo Sara.

Fiorella y su pequeño hijo se limitaron a saludarla gestualmente mientras continuaban su camino.

El lugar se veía un poco descuidado por fuera muy diferente a la clase de hombres que se encontraban en la entrada dialogando pacíficamente, los trajes costosos que vestían lo afirmaban.

No era un lugar cualquiera.

La muchacha pasó cerca del grupo de caballeros que cesaron su charla para detectar si se trataba de una amenaza o, todo lo contrario. Al verificar la negativa, los sujetos continuaron en lo suyo hasta que ella logró empujar el roble de la puerta adentrándose en el bar no sin antes poner en orden la cinta de su bolso en el hombro.

La campana llamadora de la entrada hizo notar la presencia al resonar en la estancia, la decoración era tradicional y sutilmente fina a la vez, recorrió el salón con la mirada hasta finalmente optar por acercarse a la barra, en donde había una banqueta vacía.

Al frente se encontraba un bonito mueble en los que reposaban bebidas alcohólicas de todo tipo, por detrás de las botellas cruzaba un espejo de punta a punta en la pared.

Se visualizo en él con detenimiento después de varios meses. Perdió peso, tenía oscuras ojeras, aunque el color rubio de la peluca y sus nuevas características hacían muy bien su trabajo de pasar desapercibida con el resto o cualquier posible amenaza.

Una de sus manos tocó levemente la mejilla en su rostro sin brillo ni expresión, todo perdido en el caos mientras que la otra se encargaba de liberar la ira presionando con fuerza la tela del gastado bolso.

—Dicen que cuando más te ves, más defectos te encuentras ¿Cree que sea verdad? Señorita — dijo el castaño cantinero de unos 30 años aproximados con una amable sonrisa de lado.

—Oh, lo siento ¿Está ahí de hace mucho? — intentó olvidar la incómoda situación en la que la había encontrado.

—No eres de por aquí ¿Cierto? Por qué si lo fueras no vendrías a este lugar en principal... ¿Qué deseas beber? — el cantinero extendió los brazos hacia sus lados sobre la barra.

—Mmh... Yo en realidad solo quiero un vaso de agua y estoy buscando hablar con el Sr. Galtieri, Lorenzo Galtieri.

El hombre parecía saber muy bien quién era, especialmente cuando su semblante cambio a uno más serio a la vez que examinaba su rostro detenida y fijamente.

—¿Para qué lo necesita? Aunque no creo que necesite escucharlo porque mi padre no va a ayudarla. Así que si no desea nada más que el vaso de agua voy a pedirle que se retire y regrese de donde vin-

Con lo dicho claramente el matiz de su voz cambio a una fría e inmutable.

—¡¡Bruno!! — exclamó una gruesa voz proveniente de una mesa apartada del bar interrumpió al cantinero.

La fuerza del llamado capto la atención de los presentes para luego continuar en lo suyo, dirigió su mirada hacia ese punto del lugar para encontrarse con un hombre mayor de cabellos grisáceos vestido de una camisa clara, un pantalón de vestir y zapatos.

La luz se proyectaba tenue en esa parte del bar, lo cual el rostro del portador de la voz no era bien definido.

—Mira a la señorita... ¿Acaso no te diste cuenta de que esta desconcertada? Además, no seas descortés con nuestra clientela — agregó el mayor poniendo en orden el reloj en su muñeca abriendo paso a su dirección —Disculpe a mi hijo señorita ¿Para qué soy bueno?...

La castaña abrió la boca para responder cuando fue interrumpida.

—Mejor ven conmigo. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝑽𝒂𝒍𝒆𝒏𝒕𝒊𝒏𝒐 ¿𝑨𝒎𝒐𝒓 𝒐 𝑻𝒓𝒂𝒈𝒆𝒅𝒊𝒂? (+21) Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora