Capitulo 22

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Sin titubear finalmente abrió la puerta ingresando sin hacer ruido alguno.

La idea principal fue dejar el sobre e irse, pero encontrarse con Valentino dormido en el sillón del escritorio la dejó indecisa de pie a unos metros de la entrada con el sobre aún en sus manos. 

Él no estaba incluido en ese plan.

¿Y si se despertaba o si la confundía con algún intruso y le disparaba? Todavía tenía presente que era nombrado el Despiadado. Aunque eso dejó de ser primordial cuando recordó en el origami que hizo con su papel de estúpida al darle vía libre al imbécil que estaba durmiendo en el sillón de escritorio. 

Se acercó lentamente al escritorio al momento que dejaba el sobre y levantó la vista para comprobar si el hombre seguía en sus estúpidos dulces sueños de mafioso.

Maldito error. 

Valentino estaba ocupando el asiento del escritorio, reclinado con la cabeza hacia atrás y ambos brazos relajados en el reposabrazos del sillón individual.

Sus gestos faciales estaban en una relajación extrema que dejaba en evidencia la verdadera belleza del hombre cuando no estaba con el ceño fruncido ladrando órdenes.

Su piel blanca contrastaba con su oscuro atuendo y la luz del sol que ingresaba por una de las ventanas besaba levemente los rizos de su cabello. 

Tenía los gruesos labios levemente separados y podía escucharse el sonido de su relajada respiración símbolo de su cansancio. Si cualquiera lo viera en esa situación posiblemente piense que el hombre en cuestión es un ángel.

Aunque era todo lo contrario.

—¿Acechas así a todos los hombres mientras duermen? — preguntó Valentino con los ojos aún cerrados. 

Diana por su lado se asustó... De nuevo. 

—No y si lo hiciera supongo que no es de su incumbencia. — respondió mordazmente.

Valentino abrió lentamente los ojos y estiró sus brazos para desperezarse y volver a una posición más erguida en su asiento. 

Acechando a su nueva presa.

—Supongo que sí es de mi incumbencia, si yo soy el hombre en cuestión. — agregó.

—Vine a dejar el sobre que coloqué en el escritorio por pedido del Sr. Alessandro. Dicho esto, me voy. 

—Supongo que no estás de humor y yo por mi parte carezco de paciencia esta mañana. 

—Usted lo ha mencionado, señor.

—Eso no significa que haya dicho que tienes permitido retirarte... — expresó poniéndose de pie lentamente como una especie de tortura. 

Pero Diana no iba a permitir que él se saliera con la suya, ya lo había hecho una vez y era mucho que pase dos veces en un mismo día. 

—No para usted, pero para mi sí. ¡Arrivederci! — agregó Diana caminando en dirección a la puerta dando la espalda a Valentino. Su mano llegó al picaporte para salir por fin de esa situación.

—¡Parlami bella! — (Habla conmigo, bella) verbalizó Valentino con su nativo italiano, apostaría que el hombre disfrutaba sus reacciones ante él.

De por sí era un hombre atractivo visualmente el verdadero problema se alojaba cuando abría la boca para hablar sin importar si seas hombre o mujer.

En los hombres representaba una imagen de poder y vocalmente una ley inquebrantable.

Y si eres mujer... Lleva tu mente a divagar en los escenarios más pecaminosos en los que involucraba el cuerpo desnudo de ambos. 

No necesitaba más de eso, ya había tenido suficiente. Sin mencionar que su ropa interior aún le causaba molestias por los sucesos previos y él seguía reavivando las llamas que ella quería apagar. 

—No me llame de esa manera y no tenemos nada que hablar.

—Te beso, me pides más, te toco, me tocas, te deshaces en mis manos y ahora me dices que no tenemos nada que hablar... Estás equivocada bambina — advirtió cruzando sus brazos en el pecho extendiendo toda su altura con la frente en alto y una ceja enarcada. 

Para ese entonces Diana había girado quedando cara a cara, con la seguridad de la distancia y el escritorio de por medio. 

—¿Qué le hace creer que tiene el derecho de venir a hablarme como si nada después de lo que pasó? — carcajeó rodeando el escritorio para ir a su encuentro. 

—¿Qué te hace creer que por no haber concluido lo que empezamos en la panadería no eres mía?

—¡Ni un paso más! — lo señaló —No soy suya. Si usted me molesta nuevamente, no me deja otra alternativa de avisarle a su prometida. 

—¿Celosa? — cuestionó con ironía y una media sonrisa en el rostro.

—No me haga reír. Yo jamás me pondría celosa por comer las migajas de un hombre que no es mío. Soy... Demasiado posesiva para mi gusto, lo que es mío no puede tenerlo nadie y si lo mío se deja tener, no vale la más mínima de las penas. — sonrió con suficiencia.

Valentino la miró extasiado, ninguna mujer en su vida se había plantado a decirle nada bajo su mirada. Ni la misma Alessia. Pero llegó una chaparrita a la que él le dobla la altura con unos valores que humilla a cualquier hombre y un carácter de poder que más de uno carecía.

La adversaria perfecta para él, su favorita hasta el momento. 

De la misma manera que ella lo confrontó, iba a contraatacar, pero la puerta se abrió acabando con la guerra de orgullos que se estaba desplegando. 

—¿Interrumpo algo? — interrogó Bruno luego de abrir la puerta de golpe y adentrarse al tenso panorama. 

—No, para nada primo. Diana solamente me estaba transmitiendo un recado que le dejó papá antes de irse, no pude atenderlo porque me dormí en el escritorio. — Valentino metió sus manos a los bolsillos apoyandose en el escritorio cómodamente. 

—Si, el señor Valentino está en lo cierto, aunque justo ya iba de salida. 

—¿Estás desocupada? Podemos regresar juntos a casa — preguntó animadamente Bruno, a su vez Valentino volvió a su fría cara de póker mientras se veía ignorado en la charla.

Eran tan diferentes.   

—Espérame un par de minutos y nos vamos. Tengo que arreglar unas cosas con mi primo ¿Sí? 

Tiempo después Bruno salió de la oficina cerrando la puerta a sus espaldas. 

—¿Lista para irnos?

—Por supuesto — Diana se encaminó a la salida sin mirar atrás.

Cuando estuvieron cerca del auto de Bruno, él se encargó de abrir la puerta del copiloto esperando a que ella se introdujera al mismo con una media sonrisa dando las gracias. 

Miró nuevamente por fuera la fachada de la mansión y no pudo evitar no enamorarse más de la que iba ahora a ser su nueva casa, hasta que en una de las ventanas descubrió la imagen de Valentino siendo espectador en total silencio sin necesidad de ocultarse.

Con las manos alojadas en sus bolsillos con los pulgares fuera, solamente observando.

Era un hombre de temer y ella no podía negarlo.

𝑽𝒂𝒍𝒆𝒏𝒕𝒊𝒏𝒐 ¿𝑨𝒎𝒐𝒓 𝒐 𝑻𝒓𝒂𝒈𝒆𝒅𝒊𝒂? (+21) Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora