Con el nerviosismo comparado al de una adolescente se adentraron en la mansión que se imponía a sus pies, aún le hormigueaba los labios y las zonas del cuerpo por donde se habían aventurado las manos de Bruno.De solo recordar el sabor de sus labios y sus palabras que si no hubiese sido por Stefano las circunstancias serían otras y lo más probable que la sensación de culpa la comería entera por dentro.
Bruno es un buen hombre y sinceramente no merece que nada malo le suceda, dolorosamente ella incluida. No aún cuando sabía que a su cercanía nadie estaba a salvo.
A paso firme, frente en alto cubierta de una falsa seguridad soñada se iban adentrando en la elegante sala principal de la casa con Bruno a su izquierda que se veía jodidamente imperturbable con un aura de poder de la cuál había sido testigo una sola vez en la oficina del bar cuando confrontó a aquel tosco sujeto.
Vistiendo un traje negro sin corbata, ni moño con los primeros botones de la camisa abierto brindándole un aspecto bastante arreglado, pero rebelde a la vez.
No sabía si era la ropa o su verdadera personalidad, pero hasta podría decir que el cariñoso Bruno que conocía se había quedado en casa practicando jardinería.
En el salón principal atravesaron una multitud de personas que lo saludaban respetuosamente a su paso hasta que finalmente pudieron reencontrarse con los Galtieri.
—Hija mía, estás bellísima ¿Todo bien mis niños? ¿No sucedió nada en el camino? — preguntó con una pizca de preocupación el Sr. Lorenzo.
—No, para nada papá. Solamente... Veníamos a nuestro tiempo. — respondió el más joven con una mirada cómplice seguida de una sonrisa de lado hacia Diana, el color rojizo haciendo acto de presencia en las regordetas mejillas femeninas. —También nos cruzamos a Stefano.
—Si vimos su descapotable ingresar a la casa ¿Está todo bien con el? — intervino la Sra. Stella.
—Solo-
La conversación fue interrumpida por la llegada de un mensaje al móvil de Bruno que se apartó un par de segundos observando la pantalla.
—Requieren de nuestra presencia, papá.
Disculpándose amablemente Don Lorenzo e hijo se fueron para adentrarse en la leve multitud de presentes hasta desaparecer por una dirección opuesta con la promesa de que iban a regresar en un momento.
—Diana, estás preciosa ¿No te lo dijo Bruno? — comentó mamá Stella como había pedido ser llamada de ahora en adelante.
—Sí, muchas gracias nuevamente. Pero la que se roba las miradas aquí es usted.
—Eso sucede porque estoy a tu lado, mi niña.
El silencio hizo acto de presente para la joven cuando se acercaron conocidas a la mayor a saludar.
A este punto ya se había percatado que Bruno tenía razón, la modesta cena era solo sandeces. Esto era una digna cena de gala, agradeció mil veces haberse puesto el vestido y los zapatos que había comprado Bruno. De lo contrario no habría encajado en lo absoluto en ese lugar, los finos trajes se imponían de punta a punta en el salón. Un vestido más hermoso que el próximo y así sucesivamente.
Las mujeres por lo consiguiente brillaban, le fue imposible a Diana no sentirse abrumada con la belleza femenina italiana.
Tenía que admitirlo eran mujeres preciosas, cutis perfectos, ojos de ensueño.
Todo lo que ella no era.
Tenía ganas de voltear hacia Bruno y darle un golpe por ignorar tanta belleza al alcance de sus manos y de besarla a ella como si fuese una diosa.
Las miradas curiosas de alguna forma comenzaron a incomodarla, había escuchado por ahí un susurro de que estaba en medio de una de las 3 familias principales de "La Gran Familia"
De solo pensar en eso le temblaban las rodillas, pero no había tenido alternativa. Y hasta el momento no era tan malo como parecía... De momento.
Era un poco irónico que siempre pensaba que los mafiosos eran personas carentes de juicio, moral y afecto.
Actualmente a sus ojos la realidad era diferente cuando observaba atentamente que el Sr. Lorenzo miraba con amor y respeto a su esposa e hijo. Por otro lado, Bruno cada mañana le daba los buenos días con un cálido abrazo a su madre repitiéndole cuán importante era su presencia en su vida.
Todos ellos eran hombres íntegros que repudiaban las mentiras, la traición y la deshonestidad.
No conocía a los demás, pero ellos habían derretido su corazón.
En base a eso y al cuidado de los más débiles había nacido esta organización, tal como le había contado una tarde Didier y Gerónimo. Cuidando sus intereses, creando proyectos y manteniendo la paz entre todos los sectores. Aunque no todos eran así y no por esas conductas dejaban de ser mafiosos.
No debía olvidarlo.
—¿Qué te tiene pegada al piso mi niña? — cuestionó con dulzura la Sra. Stella.
—Yo... Estoy bien... Solamente observando.
—Me alegra oírlo, aunque apenas te vi supe que eres inteligente y muy fuerte. Una mujer pocas veces puede imponerse y salir ilesa de ciertos peligros, es difícil, pero no imposible.
—Siendo sincera a veces pienso que es todo lo contrario mamá Stella. — confesó Diana.
—Claro, es natural. Muchas veces la vida nos premia o castiga con situaciones que creemos que no vamos a poder superar, pero es todo lo contrario. Tantas veces llegué a pensar igual, pero aquí nos ves, a veces caer es necesario para levantarnos y de igual forma continuar otra vez más sabios y más fuertes. Aunque ten en claro que no todos aprenden. De la misma manera que pienso que todo en la vida pasa por algo... Tenemos la creencia limitante de que no vamos a poder seguir, aunque yo opino que si está ahí es porque podemos con eso ¿Cierto? Pero no hay que negar que el humano muchas veces es terco y ciego, lo cuál es bueno para cumplir metas, pero demasiado estúpido para tomar decisiones.
—Ahora que lo menciona... Tiene usted razón. Es usted muy sabía, me ha brindado un nuevo modo de pensar.
—Eres joven, fuerte, no te dejes dominar, mucho menos tomes como una opción rendirte. La vida muchas veces nos hace creer que estamos en un pozo sin fondo del cuál nadie puede sacarnos, pero no es así solo busca el equilibrio entre lo que quieres en tu vida y por quién... Eres capaz de superarlo. — concluyó su consejo con seguridad. Tenía razón.
Luego de unos minutos reflexivos en la charla, la mayor de las mujeres comentó.
—Bueno, ya dejémonos un poco los sentimentalismos a un lado y vayamos por unos bocadillos que me muero de hambre. — comentó la mujer con humor.
—Si, vamos.
La Sra. Stella dio por terminada la conversación luego de la última oración y para Diana fue inevitablemente no quedar pensando en los nuevos aprendizajes que estaba adquiriendo en periodos tan breves de tiempo. Realmente sus pensamientos cambiaron de dirección y no había espacio de casualidades, estaba allí por y para algo.
Solamente ansiaba que todo sea para bien, que todo sea a su favor. Admitía que estaba asustada esa era la única y nada más que la absoluta verdad.
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𝑽𝒂𝒍𝒆𝒏𝒕𝒊𝒏𝒐 ¿𝑨𝒎𝒐𝒓 𝒐 𝑻𝒓𝒂𝒈𝒆𝒅𝒊𝒂? (+21) Libro I
RomansaHistoria Terminada ✓ Sara Brown, una ex empresaria, se encuentra huyendo tras la repentina quiebra de su compañía, un colapso que la puso en el punto de mira de un poderoso enemigo. En medio de un mundo lleno de fraudes y locura, lo que parece evide...