Capitulo 11

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La noche era pacífica y tranquila a la par de mamá Stella que dialogaba alegremente con mujeres de su misma edad aproximadamente. Luego de un buen rato se adentraron en el salón tres pares de hombres para su sorpresa entre ellos el Sr. Galtieri, Bruno, Stefano y el Sr. Francesco. 

Eran al menos los que reconocía.

Ubicados a ambos lados de un hombre mayor de igual porte elegante y a su derecha otro hombre alto sumamente misterioso que supera el metro setenta aparentaba una edad cercana a la de Bruno y Stefano con un gesto totalmente serio. 

Todo lo contrario, a la alegría que proyectaban los anteriores nombrados.

Los colores de los trajes contrastaban con el lugar, pero la fuerza del poder que desprendía ese hombre era casi asfixiante al igual que su oscura belleza. 

Su piel demasiado clara hacía resaltar la elegancia, especialmente el llamativo rosado de sus gruesos labios.

Enfundado en un traje negro, pero no llevaba saco, en su lugar tenía un chaleco a medida con las mangas de la camisa negra a juego arremangadas a los codos y una cadena que brillaba sutilmente en su muñeca izquierda. 

Jamás recordaba haber visto a un hombre tan elegantemente varonil y eso que ella había visto a muchos en su vida como empresaria.

Y esa era la simple diferencia, él... No era como todos. 

El extraño humedeció sus carnosos labios levemente y con sus intensos ojos marrones dio una mirada panorámica a todo el salón ganando un suspiro femenino en cadena... Ella incluida, aunque le duela admitirlo. 

No era fan de los hombres con el cabello ondulado, pero era tremendamente innegable que a este extraño le quedaba de maravilla. No ganaba nada con mentir, de todas maneras, jamás iba a admitirlo públicamente y nunca nadie se tenía porqué enterar.

Tampoco tendría que acercarse a él, o eso creía.

Seguramente eran los jefes de la Organización.

Había aprendido que la potencia estaba liderada por 3 grandes familias: los Caruso, los Galtieri y finalmente los De Luca. En su estadía había comprendido que Los Galtieri estaban en la lista de los 3 principales... Era una bendecida. 

Así fue que comprendió que los que estaban a la cabeza seguramente eran Los De Luca, era buena observando y solamente notó la diferencia de edad, pero la dureza de los gestos, la elegancia tosca y la determinación de esos ojos marrones eran similares en ambos, padre e hijo. O al menos deducía ese parentesco entre los desconocidos.  No debería de asombrarse, aunque el mayor al menos sonreía honestamente. En cambio, el más joven acechaba cautelosamente a toda la sala como si cazar víctimas fuera su naturaleza o pasatiempo favorito. 

El salón fue invadido por un silencio para luego ser reemplazado por el grito de felicidad de la multitud presente al notar sus presencias.

Una amplia sonrisa pura invadió el rostro del hombre de cabellos levemente canosos que estaba en medio a la vez que levantaba ambos brazos en un gesto de saludo general.

Era respetado por todos.

—Me alegra saber que todos están bien en mi ausencia, familia querida. — dijo con una gruesa voz y elevando la mano gesto de silencio a los presentes. Dando una vez más una muestra de su poder en una mínima acción. 

—He pasado un poco de tiempo fuera de mi verdadero hogar, los he extrañado mucho. — continuó con un sonoro suspiro —Como saben amo demasiado a mis hijos y necesitaba un tiempo con ellos, para procurar que los buenos modales estén presentes siempre de alguna manera aquí... Para más de uno, mi descanso fue repentino. Sin embargo, estamos aquí de nuevo renovados y más fuertes que nunca, apoyando las nuevas oportunidades a las siguientes generaciones venideras y por eso quiero proponer un brindis... Por los nuevos comienzos. Por la familia y por un futuro grandioso en manos de mi hijo Valentino cuando esté totalmente apto para tomar las riendas... De la Familia.

El hombre dio un paso atrás para tomar el hombro del sujeto misterioso que estaba al lado de Bruno.

Con que así era su nombre...

Valentino...

—¡Brindemos por él! — finalizo el mayor dando una bienvenida ola de brazos que elevaron sus copas para concluir el brindis.

Terminando dicha acción los hombres agradecieron mientras se dispersaban entre la multitud siendo recibidos cálidamente, aunque el semblante del llamado Valentino era inmutable, pasó saludando cortésmente a las personas a su paso con un leve movimiento de cabeza para posteriormente tomar lugar en unos sillones de un lateral del salón casi totalmente alejado de la multitud. 

Con la copa de whisky en la mano tomó asiento con las piernas levemente separadas, con un pie colocado pulcramente sobre su rodilla y los codos apoyados en el antebrazo del sillón individual. 

En pleno apogeo de la fiesta daba la sensación de escucharse una sombría sonata a sus proximidades, casi como si solo estuviese escuchando sus observaciones, o los engranajes de sus pensamientos. 

No molestaba a nadie, nadie se atrevía a molestarlo tampoco, el silencio y la paz lo acompañaba con una frialdad gestual también, elevó la copa con la medida de whisky aproximándolo a sus labios para beber un poco dando un vistazo panorámico sobre la misma clavando su mirada en esos ojos que también lo observaban culposamente atenta... Diana. 

Por sorpresa la implicada agachó la cabeza e hizo un intento de pasar desapercibida ante sus ojos colocándose de espaldas, aunque tenía fuertes certezas que ya era tarde, fue un intento muy pobre pues había perdido de vista a todos los Galtieri e incluso a Stefano o a Don Francesco. 

Que Dios la ayude.

El miedo de ser atrapada observando al futuro capo la invadía y no iba a jugar con la única posibilidad de salir adelante que tenía.

Divagar mentalmente la ayudó a encontrar un balcón casi escondido por unas cortinas que encajaban con la fina decoración del lugar. Al salir afuera el aire fresco golpeó su rostro y no tuvo dudas de que era lo que necesitaba. 

El día había sido demasiado largo y un poco de cabezas, comenzando por tirar a la basura su peluca hasta el inesperado beso con Bruno.

La castaña sonrió.

Inevitablemente llevó las manos a su boca y una pequeña sonrisa ahora le colgaba de los labios, no sabía si estaba feliz o si el poco alcohol en su torrente sanguíneo la tenía atontada, pero disfrutaba las vistas del paisaje pacíficamente.

En pocas palabras Diana se encontraba pensando en todo y nada a la vez apoyada en la baranda del balcón.

Y en el silencio una poderosa voz retumbó...

—¿Tampoco te atrae la multitud?

—¿Tampoco te atrae la multitud?

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𝑽𝒂𝒍𝒆𝒏𝒕𝒊𝒏𝒐 ¿𝑨𝒎𝒐𝒓 𝒐 𝑻𝒓𝒂𝒈𝒆𝒅𝒊𝒂? (+21) Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora