Capitulo 23

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En la mansión Galtieri se toparon con la Sra. Stella terminando su desayuno en ausencia del Sr. Lorenzo. 

Diana ayudó en la cocina en lo que la mañana pasaba mientras mentalizaba la manera optima en la que iba a hablar sobre su trato con el Sr. De Luca. La hora del almuerzo llegó al igual que un feliz Lorenzo, se lavaron las manos y con la mesa preparada, dispusieron a comer. Hasta que fue el momento de hablar. 

—Sr. Lorenzo, Sra. Stella, Bruno... Esta mañana estuve en la mansión De Luca. El Don habló conmigo sobre mi situación y me contó que se encuentran a la espera de un posible ataque... Afirmó también que lo primordial es mi seguridad por lo que propuso su casa como mi nuevo refugio y yo... Accedí. 

—¿Fue idea del tío Alessandro o Valentino? — cuestionó Bruno con el ceño fruncido. 

—Bruno. — advirtió el Sr. Galtieri —Así lo haya propuesto el mismo Stefano sabes que tiene razón. No podemos permitirnos un margen de error, este caso es de vida o muerte. Además, la caída de algo que nos involucre puede afectar hasta los negocios.  

—Lorenzo, Bruno, no se habla de negocios en la mesa... Somos personas adultas y lo más importante es que Diana es una mujer adulta también, esto es su decisión, si ella accedió va a tener mi absoluto apoyo. Solamente no te olvides de mí, mi pequeña. — concluyó Stella con una preciosa sonrisa y con la magia que poseía hizo que lo que se tornaba a un amargo almuerzo terminara en uno muy agradable. 

***

El día llegaba a su fin y junto a ella se acercaba el momento de abandonar finalmente la casa que la había acogido por un periodo de tiempo bastante amplio al punto que conocía y apreciaba cada rincón. 

Se iba a mudar nuevamente y le causó gracia ver su "equipaje" que consistía en pocas prendas perfectamente dobladas en un bolso mediano por no decir pequeño. Había escalado de pequeño a otro un poco más amplio, pero de igual manera era escaso. 

—¿Lista para tu nueva morada? — Bruno se recargó en el marco de la puerta abierta.  

—Si, aunque voy a extrañar la suavidad de esta cama. — acarició levemente las sábanas colocando su bolso en el hombro. 

—Y si la nueva cama te queda grande. Supongo que sabes que puedes llamarme. — expresó Bruno con galantería, ganándose un golpe suave acompañado con risas entre tanto bajaban las escaleras. 

Al pie de las mismas se encontraba el Sr. Lorenzo y su amable esposa abrazados que al verla le sonrieron brindando a dar el siguiente paso con una inmensa seguridad. 

—Sabemos que no te vas a ir para siempre, además... Estarás a menos de 20 min, no tiene sentido que nos pongamos tristes. — afirmó Stella.

—Conociendo a la hermosa mujer que tengo a mi lado te aconsejo que no te sorprendas de ver a esta belleza irrumpir en la casa para visitarte. Es más brava de lo que parece. — agregó el Sr. Lorenzo con una carcajada conjunta de todos los presentes. 

—¡Ah! Me estaba olvidando, esto es para ti. 

—No puedo aceptarlo. Es demasiado. — manifestó Diana sosteniendo su mano a modo de declinar el regalo, era una tarjeta de crédito. 

—Me ofenderá mucho si no lo aceptas. Y si me ofendo, me enojaré. 

—Es un regalo de los tres, tómalo. Es para que puedas comprar todo lo que gustes. — intervino Stella.

—Voy a recibirla, pero no tendrán gastos de mi parte. 

—Es hora que vayas, hija mía. 

Obedecieron abandonando con Bruno la casa, rumbo a su nuevo destino. 

***

En la entrada de la mansión De Luca se toparon con los guardias protectores de la propiedad que al ver a Bruno los dejaron ingresar sin problemas. Mermó la velocidad y continuó el sendero que conducía a la puerta principal. Para su desgracia en dicho espacio se encontraba Valentino esperando pacientemente con una de las poses de su marca personal, las manos metidas en sus bolsillos con los pulgares fuera denotando poder. Y su expresión era la del mismo rey del hielo. 

Diana bajó del auto acompañada de Bruno que luego de alcanzar su bolso recargó su espalda en la puerta del copiloto del vehículo. Ella se encaminó lentamente en dirección a Valentino. 

—¿No habrá abrazo para mí? — indagó Bruno deteniendo su andar.

Diana mostró una pequeña sonrisa y volvió por él.

Bruno siempre había sido un hombre que no dudó en brindarle una mano cada vez que podía. Darle un abrazo era lo mínimo que podía hacer por ambos. Sabía que era algo que necesitaban para sus nuevos inicios por más que ambos tenían conocimiento que iban a frecuentar verse por los pasillos de la mansión. 

El cuerpo femenino regresó abriendo los brazos para recibir gustosa el afecto del hombre. El cuerpo de Bruno se encontraba cálido al cerrar sus brazos en torno a él impregnándose del perfume que tanto conocía. 

Aunque el momento fue interrumpido por un carraspeo de alguien muy conocido...

Valentino.

Diana giró descubriendo que el hombre se había aproximado sigilosamente unos metros. 

Fue así que al despedirse de Bruno se colocó a un lado de Valentino esperando la siguiente indicación. El italiano envió a Bruno un asentimiento de cabeza conjunta a modo de saludo para luego girar sobre sí e ingresar a la mansión siendo seguido por ella en completo silencio. No sin antes girar su torso y saludar a modo de despedida con su mano para continuar.

—Mi padre me dijo que hiciste un trato con él, no estaba enterado hasta hace menos de una hora. — hablaba dando grandes zancadas dirigiéndola a la que iba a ser su nueva habitación. —No sabía que la gatita había tenido sus uñas bien afiladas... 

 

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𝑽𝒂𝒍𝒆𝒏𝒕𝒊𝒏𝒐 ¿𝑨𝒎𝒐𝒓 𝒐 𝑻𝒓𝒂𝒈𝒆𝒅𝒊𝒂? (+21) Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora