65.- Carta de amor

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Dove

—Leah, despierta —murmura Logan suavemente en el oído de nuestra niña cuando llegamos a la pista de despegue en uno de sus autos.

Leah abre los ojos lentamente al sentir los tiernos besos de Logan en sus mejillas y sonríe al mirarlo, después mira en mi dirección y sonríe otra vez. Le devuelvo la sonrisa, sintiendo el constante nudo en mi garganta que se intensifica cuando miro al avión a través de la ventana del coche.

—Llegó el momento —susurro con pesar, tratando de evitar que Leah escuche mi tristeza.

Sin embargo, Logan sí lo escucha y toma mi mano con su mano libre, dándome un suave apretón.

—Solo una semana —suena como si intentara consolarse a sí mismo.

—Es una bendición que hayan dejado salir a Leah del hospital —digo, en un intento de cambiar de tema cuando el coche se detiene frente al avión.

Logan sonríe tiernamente al darse cuenta sobre mis intenciones.

—Van a hacer una evaluación sobre cómo Leah se familiariza con el mundo exterior, al parecer está yendo todo bien.

—Está yendo perfectamente. Ella es perfecta.

—Solo puede estar fuera una hora más antes de volver al hospital, pero es tiempo suficiente.

—Ma... mi —balbucea Leah, diciendo la palabra que empezó a decir esta mañana cuando entré por ella a su habitación y me vio. Me habían explicado los doctores que estaban trabajando con ella para que sepa diferenciar a sus padres y mis ojos se llenaron de lágrimas al instante, porque me explicaron qué instintivamente Leah me siente como su madre.

Estira sus pequeños brazos hacia mí para que yo la cargue y lo hago con mucho gusto.

—No puedo creer que lo único que diga ahora sea «mamá» —se queja Logan mirando a su hija, que se ha acomodado en mi regazo.

—No dice «mamá», dice solo «mami».

—Y te lo dice a ti.

—Eso es porque soy su mami —digo mientras beso la mejilla regordeta de Leah y ella sonríe antes de abrazarme.

Ha subido mucho de peso desde que despertó y estoy tan feliz por ello. Estaba tan delgada en los meses de su coma que era doloroso mirarla.

—Lo eres —Logan acaricia mi mano lentamente y por su tono cauteloso, lo miro.

—¿Te molesta que lo sea?

—No, solo que no quiero poner esa presión sobre ti.

—No es ninguna presión, siempre he querido ser madre y tener una hija como Leah. No quiero ser imprudente, eres su padre y Leah tuvo a su madre por un tiempo, pero... no puedo evitar sentirla como mía.

Sonríe y se lleva mi mano a sus labios.

—Ella también te siente como suya. Ambas se aman realmente.

—Lo sé —mis ojos se empañan—. Ella es... increíble, Logan. Jamás pensé sentir esta cantidad de amor por otro ser humano.

—Te entiendo completamente.

—Somos tan afortunados de que Dios la siga manteniendo en nuestras vidas. No sé qué haría sin ella.

—Leah es muy afortunada de tenerte como madre —dice y coloca mi mano en su pecho, el pecho que tanto besé y acaricié anoche y esta mañana—. Y yo también. Eres la bendición que necesitábamos en nuestras vidas.

—Logan... —trago saliva, tratando de detener mis lágrimas.

Vuelve a besar mi mano antes de ver a Leah, quien nos observa con curiosidad. Logan estira su mano libre para alejar el cabello corto de la frente de nuestra bebé. A veces, extraño el cabello largo y radiante de Leah, podía hacerle peinados increíbles, pero se ve hermosa igualmente con su cabello corto. Se parece mucho a Logan.

Mi Mejor Problema (AD #3) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora