Capítulo 6

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La noche es tranquila y río mientras recuerdo cuando regresé a la tienda después de la acción, para mi suerte, Jorge estaba ocupado con unos asuntos del personal y por ende, él olvidó lo que le dije, y así, quince minutos pasaron desapercibidos, solo la chica se percató de mi llegada, y puedo jurar que me vio con recelo y yo me limité a sonreír, como si nada hubiera pasado.

Continúo caminando mientras arrastro los pies, la incomodidad de la mesa me está cobrando factura, falta una hora para cerrar, y de repente un cliente me llama.

- Buenas noches diga... me; demoro en terminar la frase al darme cuenta de quién se trata, exacto, el petulante y su familia.

- Tiene esto en... azul; dice de la misma manera que yo, creo que me recuerda.

Está preguntando por un mantel de jardín, tenemos en amarillo, verde, anaranjado, pero no en azul.

- No, solo en esos tres colores; le aclaro con seriedad, en verdad no me agrada.

Diviso a su madre no muy lejos de nosotros, y sí, está por el sector de jarras en el mundo de cocina, qué piensan las familias, que nos llega mercancía cada día o que hacemos traspasos de otras tiendas, por favor, bueno sí lo hacemos, pero no muy seguido, y mañana recién llegará la mercadería de la semana. Me quedo mirándola hasta que se acerca el otro chico, el que no puede, bueno, ya no sé qué pensar, aun así, los sigo mirando, quiero decir a él, no se parece mucho a su hermano, en carácter y físicamente, recuerdo que su madre lo llamó por su nombre cuando se cortó el dedo, pero no lo recuerdo, "Milton", "Milhouse", no, ese nombre solo existe en Los Simpson, pero estoy segura que comienza con la letra M, en fin, me concentro en otros detalles, es delgado y viste bien, quiero decir, chaqueta, jean ajustado y zapatos mocasines, todo de marca.

- Señorita

Escucho la voz de su madre, me está llamando, así que reacciono rápido y me acerco a ella, dejando al petulante y sus manteles.

- Buenas noches, dígame; saludo con una leve sonrisa.

- Buenas noches cariño, como no hay la jarra grande que mi hijo rompió, quisiera llevar tres de estas medianas, en cajas por favor; solicita con mucha gentileza y es el momento en que vuelvo a mirar a su hijo, de un segundo a otro él también lo hace y soy la primera en desviar la mirada e ir por un carrito, mientras él vuelve a su celular.

Saco las tres jarras medianas y eso me compromete a seguirlos, será una venta grande, porque después de unos segundos, el petulante se decide por un mantel amarillo. La señora es agradable, nada que ver con el otro, me pregunta cosas y yo le ayudo en todo lo que pueda, incluso me deja darle consejos de cómo puede combinar colores con ciertos objetos de su casa, con previa información que me da.

- Estos días es una locura, compramos una casa hace una semana y ahora toca amueblarla y decorarla; me cuenta con gran entusiasmo, tiene un acento particular, como una mezcla, pero no sé con cual.

- ¡Oh!, felicidades; espeto con una amplia sonrisa.

- Gracias, venimos de España, vivimos allá diez años, pero es hora de que mis hijos y mi hija conozcan sus raíces, su padre lo quiere así

Es inevitable mirar al hijo que tiene a su lado, el que no dice ni una sola palabra y se la pasa mirándome desde que me uní para ayudar a su madre, a pesar de que puede hablar, porque yo lo oí ese día, no estoy loca y eso me molesta un poco, está bien, vienen de otro país, de otro continente, pero me mira como si fuera insignificante, creo que es otro petulante, tal vez peor que el otro, qué diferencia busco, ambos son hermanos, así que prefiero centrarme en la señora.

- A veces el cambio puede asustar hasta el punto de quedarnos mudos de la impresión; bromeo y ella me siga el hilo, sin entender que le estoy dando indirectas a su hijo.

- Al que más le afecto fue al mayor y a la menor, este lo está llevando bien, a pesar de lo que le pasa; explica sobándole el brazo, el chico reacciona al contacto de su madre, pero no se inmuta con palabras.

- Ah

No sé qué decir, no quiero ser inoportuna, pero su madre no se hace problema y continúa.

- Por eso está callado, Milán tiene sordera temporal, un accidente que paso allá, pero creo que por eso le gusta el cambio más que a los otros dos; advierte.

"Milán"

Vuelvo a mirarlo, pero esta vez con más curiosidad, ahora entiendo sus acciones, él me devuelve la mirada como si acabara de entender lo que se dijo de él, me mira con reproche, debo admitirlo, tampoco fui amable con mi mirada.

"- Lo siento"

Digo en lenguaje de señas, aprovecho que su madre solo puede escucharme, ya que está concentrada en un cojín, el tal Milán no dice nada, así que también le digo que se recupere pronto, de repente alza las manos con algo de esfuerzo y lentitud, intenta decirme algo.

"- Me llamo Milán... y ¿te quiero?"

"¿Qué?"

Siento que me pongo roja y lo único que le digo es que no le entiendo nada, pero claro, él está aprendiendo este lenguaje, y le digo que repita otra vez, saca su teléfono y comienza a escribir con mucha habilidad, eso me desconcierta, pero claro, es mejor a quedarnos como idiotas y con ideas erróneas.

Mensaje (Milán) - Me llamo Milán y no quiero compasión, eso quise decir -

"¡Qué grosero!"

Pienso eso con el ceño fruncido y vuelvo a ocuparme de la señora, ya no quiero hablar con él. Toca mi hombro con su dedo, eso hace que voltee de golpe y me obliga a leer otro mensaje, el cual lo tengo a unos centímetros de la cara.

"¿Cómo te llamas?"; repito en mi mente.

Le dedico una sonrisa a medias y se lo digo en lenguaje de señas, pero tan rápido que tardo más en dar media vuelta, entonces ahora molesta a su madre, esta le hace caso y Milán le muestra algo en su pantalla.

- Claro, cómo se me pudo olvidar, ¿Cómo se llama?, nos está atendiendo muy bien y quiero hacerlo notar en caja; aclara la señora.

"Maldito, tenía que recurrir a su mamá"

- Soy Ariana señora; musito con calma, entonces su madre lo escribe en el teléfono de su hijo, ya que.

Saco todas las cosas del carrito y les agradezco por su compra, facturará como más de dos mil pesos y eso me llena de orgullo, por suerte Jorge está cerca y lo nota, pasa por mi lado y me toca el hombro, en señal de que hice una excelente venta.

- Espera; me dice la señora.

- Dígame; musito con una leve sonrisa.

- Toma, gracias a ti; aclara mientras me da un billete de veinte, inclino un poco la cabeza y vuelvo a agradecerle con una sonrisa amplia, espero que venga más seguido.

Pienso eso con una sonrisa abierta mientras elevo mi cabeza y Milán me dedica una sonrisa cerrada hasta que su hermano le toca el hombro, este último lleva un carrito por su cuenta.

- Hasta luego, que tengan buena noche; me despido otra vez.

- Ari, puedes ayudar a Lu con las bolsas, la señora tomará un taxi; me indica Gabriel, Lucas es nuestro "embolsador" y en verdad son varias bolsas.

Asiento y le ayudo con dos, mientras él lleva otras dos, miro de reojo a Milán, está concentrado en su celular como su hermano, esperamos por un taxi y siento como el frío penetra mi piel, eso de llevar solo la solera del trabajo no es buena idea, comienzo a tiritar hasta que la señora alza la mano y el taxi se estaciona, pero un momento, por qué sigo aquí, esto ya es trabajo de Lu, vuelvo a despedirme mientras el muchacho comienza a acomodar las bolsas con la ayuda del taxista y no doy ni dos pasos para sentir la mano de Milán en mi antebrazo, su mano está fría y doy media vuelta de inmediato porque estoy algo asustada por el contacto, entonces me dice algo en lenguaje de señas, que sí logro entender.

"- Nos vemos pronto Ari y gracias otra vez"

No Se Enamoren de Ari (Por favor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora