- ¿Qué pasó?; se hace presente mi jefe mientras guarda su celular en el bolsillo trasero.
- Un pequeño accidente con la... jarra; le explico mientras el "herido" y yo nos ponemos de pie, él todavía no dice nada, qué le pasa, creo que está asustado y no le salen las palabras.
- ¡Carajo Milán, mira lo que hiciste!; le reclama el petulante que acabo de dejar con su mamá.
"¿Será su hermano?"
Esa pregunta invade mi mente.
- Déjame ayudarte, tenemos un botiquín para estos... casos; le digo al que aún no habla y continúa mirando su mano ensangrentada.
De repente hace un movimiento con la mano sana que me sacude el cerebro, él es sordo mudo, por instinto correspondo a sus señas, porque acaba de decirme que no escucha, yo sé de esto y agradezco que me sirva fuera de casa, le explico, en el mismo lenguaje, que quiero ayudarle con su herida.
- Milán, ¿Qué pasó?; aparece la señora.
- Nada mamá, que ha tirado la jarra; espeta el petulante, sin importarle que su hermano está herido, entonces su madre reacciona y solo se concentra en la mano de su hijo.
- La pagaremos... pero tiene un baño; pide la señora a Jorge, este me mira y me dice que los lleve, mientras pide a la de limpieza que se encargue de la jarra y que lleve el código del producto a cajas.
Me abro paso y los guío hasta el baño, les digo que voy a ir por el botiquín y la señora solo asiente, por suerte es una herida entre la palma y el dorso, no necesita puntos o eso creo.
- Aquí está la gaza, el algodón, tome lo que necesite; le digo con gentileza.
De un segundo a otro me encuentro con la mirada del chico, calculo que tiene mi edad o un poco más, es más alto que el otro, tiene el cabello rizado y de color miel, como el de una princesa, la piel clara como la mayoría de familias que entran acá, sus ojos son grandes y de color azul, le dedico una sonrisa a medias, trato de ser cortés, él desvía la mirada mientras se separa de su madre para terminar de curarse solo, la mujer despeina su cabello y me devuelve el botiquín, salen del baño y nuestras miradas vuelven a cruzarse, esta vez me animo a decirle, en lenguaje de señas, que su herida no se ven tan mal y que sanará pronto, sin embargo él me mira con el entrecejo fruncido y desvía la mirada otra vez, qué le pasa, es que acaso no me entiende, ruedo mis ojos y guardo el botiquín, ya no es de mi incumbencia.
- Gracias; escucho por parte de la madre, mientras se dirige a caja.
Doy paso a Cecilia para que entre al baño con lo que queda de la jarra, y esa cuesta mucho, bueno, para una chica como yo todo cuesta en la tienda, mientras que para ellos no es nada, me encojo de hombros y vuelvo a sala después de avisarle a Jorge, él está concentrado en el computador y solo asiente con la cabeza.
Me encuentro con los ojos del cajero, se llama Gabriel, es buena onda hasta que hablas con él, todo un idiota, le dedico una sonrisa cortes y vuelvo a mis funciones, veo de reojo como facturan la jarra y otras cosas, al final la señora sí se lleva la cortina azul, eso me hace sentir bien, el petulante no ganó, suspiro con calma, pero mi buen humor se ve alterado por la llamada de la señora y de su hijo, entonces pienso en algo, por qué el petulante puede hablar y el otro no, Dios da pan a quien no tiene dientes, una frase que mamá solía decir, dejo mi cara larga para dar media vuelta y mostrar una muy amable.
- Dígame, en que puedo ayudarles; pregunto con gentileza, como si nada hubiera pasado.
- Tráeme otra jarra como la que se rompió; dice el petulante en tono arrogante, solo asiento y me alejo.
Pero sorpresa, la que su hermano rompió era la última, vuelvo con un semblante más animado hasta que los veo a la cara, entonces les comunico, con una tristeza fingida, que ya no hay, que esa era la última.
- ¿Cómo que ya no hay?; pregunta el tipo con el ceño fruncido, mientras intercala su mirada con la mía y con la de Gabriel.
- ¿Cuándo les traerán otras?; me pregunta la señora con más calma.
No estoy a cargo de ningún mundo por el momento, así le llamamos a los sectores de la tienda, que vende artículos para el hogar, sin embargo recuerdo las palabras de mi amigo que está encargado del "mundo sala y comedor".
- No estamos seguros señora, usted sabe, constantemente renovamos y traemos cosas nuevas, pero...
- Pero es una jarra, revisa si hay en otras tiendas; me corta la palabra el petulante y de paso me ordena.
Estoy hasta la coronilla con su arrogancia, pero me muerdo la lengua y agradezco que Gabriel solo sepa de cajas.
- No, es la última en todas las tiendas; aseguro.
- Pero...; el idiota de Gabriel comienza a hablar.
- No Gabriel, me preguntaron por lo mismo hace un momento, ya lo consulte y no hay; le corto la palabra mientras niego con la cabeza, como si lo lamentara en verdad.
- Gracias; dice con gentileza la señora y devuelve su atención al cajero, mientras saca su tarjeta de crédito.
- Volveremos otro día madre y veremos si es verdad; espeta su hijo como una amenaza y lo último que escucho es a Gabriel, porque decido alejarme.
- Belmonte; replica Gabriel para asegurar que la factura va a ese apellido y la mujer dice que sí.
Camino pensativa y choco con alguien, elevo la cabeza y se trata del chico con cabello de princesa.
- Perdone; digo y reacciono al mismo tiempo, él no habla, me doy un golpe imaginario, entonces con mis manos le digo que lo siento y le deseo que se recupere pronto.
- Gracias; dice con algo de lentitud y en tono suave, para luego continuar su camino, dejándome boquiabierta.
"¿Qué carajos?"
NOTA
"¿Qué está pasando? Nada es lo que parece y eso está claro para Ari" :)
XOXOXO
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No Se Enamoren de Ari (Por favor)
Novela JuvenilAriana sabe cómo provocar la inestabilidad en una sociedad conservadora, la cual es sinónimo de aburrimiento en su vocabulario, sin embargo también tiene presente el poder que puede ejercer en su mundo, ya que la rutina de Ari se basa en regalar su...