Capítulo 18

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Corro al baño porque no puedo evitar las ganas de vomitar, pero eso no es todo, las náuseas vienen acompañadas de un leve mareo, la cabeza me da vueltas. Lavo mi rostro con agua fría, me veo al espejo y recuerdo que la última vez fue así también. Odio estos malestares, de repente suena mi celular, es una llamada del perdido. Antes de contestar recuerdo que él estuvo conmigo la última vez que me paso esto, maldito lavaplatos.

- ¿Dónde estás?; pregunta de golpe.

- En el baño, porque tengo náuseas y un leve mareo; respondo en el mismo tono, uno serio.

- Se volvió a tapar el lavaplatos; anuncia con calma.

- ¿Qué pasa?; respondo malhumorada mientras salgo del baño

- ¿Estás en casa?

Nos estamos respondiendo con preguntas que no nos da la gana de responder, que asco. Así que decido parar.

- Sí, mi baño aún queda en mi casa Bruno

- Nos vemos; se despide de golpe y no le tomo importancia.

Vuelvo a lo mío, tengo dos baldes pequeños de porquería en mi cocina, veo como se acerca Emma, me pregunta si necesito ayuda, primero le digo que no, pero luego le pido el favor de que me traiga un balde de agua limpia, mientras yo me encargo de usar las otros dos baldes que acabo de traer para continuar limpiando las tuberías.

Escucho la puerta y estoy segura que se trata de Vlad, porque olvidó las llaves en la mesa, pero no, se trata de Bruno.

- Estaba cerca; dice a manera de saludo y explicación, porque nuestra conversación fue hace solo unos minutos.

- Bien, pasa; lo invito a seguir, porque él sigue parado en la puerta, cuando antes solo entraba, qué tiene, está extraño, no estoy para soportar su actitud.

Y entonces noto algo diferente, viste de manera diferente, pero decido no mencionarlo, yo solo llevo puesto una solera vieja y un corto de licra que me hace ver gorda. Se cruza con Emma, esta trae un balde de agua y Bruno no duda en ayudarla, se saludan y hablan de algo que no presto atención. Mi amigo se pierde en la cocina y Emma sube las gradas, me avisa que tiene clases en línea y me limito a asentir.

Entro a la cocina después de unos segundos, él está sentado en una silla, mientras ve lo que acabo de hacer con el lavaplatos, otra vez.

- Creo que deberías llamar a un fontanero, lo limpiaste hace solo unos meses; me sugiere como si fuera fácil.

- Estoy aprendiendo y lo que sugieres cuesta dinero

Baldeo el piso y echo agua por el lavaplatos para comprobar que ya no se tapa, sonrió para mí misma y comienzo a limpiar el desorden que hice, estoy con esto desde la mañana, pero no me hago lío, una mujer también puede hacer estas cosas. Lo miro de reojo y él sigue callado, qué demonios.

- Viniste a ver lo que hago o...; dejo la pregunta para que él continúe con una respuesta que no me haga perder más tiempo.

- Estoy saliendo con Rebeca; se apresura a decir.

Trato de armar la historia en mi cabeza, pero luego pienso que eso no es de mi incumbencia. Decido sentarme en el mesón porque ya me canse de estar parada y en medio de agua sucia.

- Te queda bien... la ropa; me limito a decir.

Se pone de pie de golpe y comienza a caminar de un lado a otro, hasta que su mirada me encuentra, se toma unos segundos más y lo suelta.

- Desde hace una semana

Esta vez frunzo el ceño y armo la historia en mi cabeza, me sujeto del mesón y bajo la cabeza para pensar en lo que acaba de decirme, pero no.

- ¿Qué mierda me estás diciendo?; pregunto con la boca entre abierta y los ojos entrecerrados, esta vez, por primera vez me siento usada.

El hijo de puta está más nervioso, se rasca la cabeza y me está desesperando, quisiera echarle encima el agua sucia para que reaccione de una vez, sí, el balde lleno de porquería.

- Yo... me di cuenta que...; tartamudea, no puede ser.

- ¿Cogiste con ella?; pregunto con agresividad.

- ¡No!; niega con rapidez y algo indignado, no le queda bien, para nada.

- Entonces qué, soy la puta con la que coges y con ella llevas una relación casta y amorosa; espeto mientras salto del mesón.

- ¡Carajo, escúchame Ari, no eres...!

- ¡No me digas lo que soy, porque los actos de esa noche hablan por sí solos!; mascullo con los ojos bien abiertos y la respiración agitada, ya no quiero verlo.

- Esa noche yo te dije...

- ¡Lárgate, fuera de mi casa!; grito y agradezco que nadie más pueda escucharnos.

- ¡Te amo Ariana!; masculla en tono desesperado y mi cabeza va a explotar en cualquier momento.

- ¡Eres un hijo de perra!

No Se Enamoren de Ari (Por favor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora