- universo alterno.
— ¡Vamos Lisandro, arriba! — dice su abuela y el rubio se queja disfrutando del calor de las sábanas.
Después de unos minutitos más de fiaca en la cama decide levantarse ya que tiene que cumplir la promesa que le hizo a su abuela.
Al levantarse cambia su pijama por un buzo de un color semejante al café con leche y un short negro.
Se pone zapatillas del mismo color que el pantalón y camina a la cocina.— Hola Lisi. — saluda la mujer poniendo la pava.
— Hola abu. — bosteza y besa su frente.
— ¿Pusiste la pava para el mate? — pregunta llevándose una medialuna a la boca.— Obvio nene. — responde preparando el mate.
La mujer arma el mate y empieza a cebar. Desayunan juntos en la cocina conversando sobre el sueño de Lisandro y de la actividad que tienen por delante en la mañana.
— ¿Vamos yendo, nene? — pregunta y Lisandro asiente entre bostezos.
— Vamo' tata. — toma su botella de agua y caminan hasta la plaza donde esperan por unos minutos al entrenador de su abuela.
Sentado en el banco usando Twitter para ver las pelotudeces que Gonzalo tuiteó anoche en su side escucha a su abuela saludar con emoción a quien supone es el entrenador que acaba de llegar.
Alza su mirada y se encuentra con el chico más lindo que cree haber visto en toda su corta vida.— Cuti, este es mi nieto; Lisandro. — explica la mujer y el rubio se levanta.
El más alto lo saluda con una sonrisa preciosa y besa su mejilla.
— Hola. — responde Lisandro acomodándose el cabello.
Sin dudas se arrepiente de no haberse producido más y es que no se esperaba que el entrenador de su abuela fuera un chico alto, morocho, con un cuerpo claramente trabajado, una sonrisa hermosa y unas vibras preciosas.
Apaga su teléfono dejando de ver a Gonzalo haciendo su escenario dramático porque se comió a un chico y escucha lo que el tal "Cuti" planea que hagan esa mañana.— ¿Empezamos? — dice quitándose el buzo y Lisandro suspira de forma tonta viendo los lindos tatuajes que tiene sobre la piel de sus brazos.
— Sí nene. — escucha y al estar tan embobado mirando al morocho no se da cuenta de que el chico y su abuela ya empezaron a trotar.
Lisandro los sigue trotando detrás de ellos y se da cuenta del estado físico que perdió al dejar de jugar al fútbol con los pibes todos los viernes.
Su abuela y el chico parecen no darse cuenta de que Lisandro tarda mucho más que ellos hasta que los mismos frenan y ven al rubio correr agitado hasta donde están.— Ay mi Dios. — dice respirando de forma agitada.
— Pareces un viejo con asma corriendo, hijo. — comenta su abuela y Cristian no puede evitar soltar una risa.