-universo alterno.— ¿Te querés venir? Vamos a lo de Lean, comemos y después vamos a educación física. — pregunta y propone Gonzalo y Lisandro hace una mueca.
Tiene que esperar una hora y cuarenta minutos desde que se retira de la escuela para volver por esa materia. No está muy convencido, hace tiempo no sale con el grupo de Leandro, pero prefiere estar con ellos a quedarse a esperar solo en el colegio.
— Bueno, vamos. — asiente cerrando su carpeta para salir al recreo.
Queda tan solo un módulo para que hagan lo tan ansiado: retirarse del lugar y comer fideos con crema.
El último módulo vuela porque con el profe de biología nunca hacen nada. Lisandro conversa con Gonzalo sobre la vergüenza que pasó el último nombrado al prestarle una lapicera a uno de sus compañeros y que la misma resultó ser de su compañero.— Me quería morir, tengo que dejar de robar lapiceras. — comenta Gonzalo mirando su cartuchera plagada de biromes; trazo fino, trazo grueso, tinta azul, negra, roja, cualquiera que necesitara.
— Sí amigo, basta. — bromea Lisandro abriendo su mochila.
Toma su carpeta y cartuchera y las guarda dentro de la misma, escucha a Leandro apurarlos para salir y acatan aquel pedido.
Después de guardar y despedirse del profesor se retiran de la institución. Caminan apenas media cuadra y se frenan frente al supermercado.— ¿Por qué paramos? — pregunta Gonzalo mirando a Leandro y el resto del grupo.
— Queríamos fumar y Enzo se olvidó el fuego. — comenta Dybala apoyado en el hombro de Leandro.
— ¿Y para qué paramos? — pregunta confundido.
— Nuestro salvador; El Cuti, nos va a prestar fuego. — responde Paulo cerrando los ojos al sentir las caricias que el ojiclaro le proporciona.
Lisandro siente esa mirada sobre él y no puede evitar girarse a verlo. Lo tiene tan nervioso esa tensión que hay entre ellos y de la que nadie más que los dos se percata.
— ¿Trajiste? — pregunta Leandro.
— Fuego sí, quiero creer que me van a convidar algo. — comenta abriendo su mochila.
— Sí, obvio Cuti. Somos poquitos igual; Lean, Pau, vos y yo. — asiente Enzo sacando de su mochila el que armó ayer después de su encuentro con Julián.
— Yo también eh, no me cortes wacho. — dice Nahuel haciéndolo reír.
— Bueno che, no sabía que fumabas. — comenta recibiendo el encendedor y encendiéndolo justo en sus labios.
Después de dar la primera calada el cilindro empieza a girar y el grupo empieza a caminar por el centro.
— ¿Vamo' a las raíces? — pregunta Cristian y todos aceptan.