TREINTAÑERA.

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- universo alterno.

— ¡Cuti! — escucha y se gira confundido, hace siglos no le dicen así

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— ¡Cuti! — escucha y se gira confundido, hace siglos no le dicen así.

Al voltearse ve a su mejor amigo de la infancia, a su primer amor.

— Lisandro.. — dice para sí mismo y se acerca al rubio.

— Hola... — saluda con una sonrisa tímida, pero genuina.

— Hola. — responde sonriendo por primera vez en la semana.

— ¿Cómo estás? No nos vemos hace mil, Dios. — comenta mirándolo a los ojos, con la cabeza levemente inclinada hacia arriba por la diferencia de altura.

— Sí, hace un montón. — comenta pasando la bolsa de una mano a la otra. — Yo estoy bien. — le contesta, pero el gualeyo puede notar cierto tono de duda en su voz. — ¿Y vos? ¿Terminaste la carrera? — le pregunta con interés verdadero.

— Yo bien, terminé y estoy viviendo de lo que amo. — comenta con una sonrisa de lado. — Estás muy flaco Cris, vos.. ¿Estás comiendo bien? ¿La estás pasando bien? — pregunta con suavidad, tratando de tener el mayor tacto posible.

Cristian traga saliva sintiendo la mano de Lisandro acariciar su rostro. No puede evitar cerrar los ojos por un momento, ¿Hace cuanto no le dan cariño? Realmente ya no lo recuerda.

— Las cosas están un poco jodidas. — admite y sabe leer la mirada del rubio; total preocupación.

— Vení a casa a comer y si querés me contás que te está pasando, ¿Dale? No es muy lejos de acá. — le comenta y Cristian niega.

— No Lisi, no nos vemos hace un montón y voy a tirarte mis problemas, no da. — niega mirándolo y se da cuenta del apodo que se le escapó.

Lisandro no puede evitar apretar los labios para que no se le escape una sonrisa por el apodo.

— No me tiras tus problemas, por algo te digo que vengas eu. — toma su mano sin darse cuenta y ambos bajan la mirada a la repentina unión. — Perdón. — se disculpa Lisandro rompiendo el agarre.

— No pasa nada. — niega sintiendo disgusto por el vacío en su mano. — Y está bien, comamos juntos. — termina por decidir aceptar la propuesta.

Caminan juntos en un silencio bastante nostálgico, a ambos les trae recuerdos de estar juntos y de otras cosas del pasado.
Lisandro fue honesto cuando dijo que no quedaba demasiado lejos, apenas hacen unas cuadras y terminan dando en una casa de aspecto tranquilo.
Está pintada de un azul marino, tiene varias plantas y sus respectivas macetas en la galería y en las ventanas también.

— ¿Venís? — le pregunta al haber ya entrado en la propiedad.

— Uh, sí. — responde al darse cuenta que se había quedado analizando la vivienda.

𝗡𝗢𝗖𝗛𝗘 𝗗𝗘 𝗖𝗔𝗠𝗣𝗘𝗢𝗡𝗘𝗦; 𝗰𝘂𝘁𝗶𝗹𝗶𝗰𝗵𝗮 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora