- universo alterno.
- años después de 'hasta el fin del mundo'—Buen día, mi amor. — le susurra Cristian al oído logrando que deje de bailar y se sienta un poquito nervioso.
Después de tantos años Romero tenía exactamente el mismo efecto sobre él.
— Buen día. — le contesta girándose y dándole un beso corto.
— ¿Cómo dormiste? — pregunta con esa voz que lo puede mientras mete sus manos bajo la remera que el gualeyo lleva puesta para acariciar su piel de forma directa.
A Lisandro se le descontrola cada uno de sus sentidos, Cristian lo volvía loco.
— Bien, ¿Vos amor? — pregunta ahora casi acorralado contra la mesada.
— Igual, bebé. — besa su mejilla y se separan al sentir un horrible olor a quemado.
Realmente es Cristian el que se separa, porque Lisandro sigue muerto por los apodos a pesar de haberlos escuchado mil veces.
— Mh, qué rico. — dice divertido Romero viendo las tostadas totalmente carbonizadas.
— Iba todo bien hasta que me desconcentraste. — se excusa haciéndolo reír.
— Prepará el mate, yo hago de nuevo esto. — asiente el cordobés.
Siendo honestos, Lisandro no era muy buen cocinero.
— Una vez que te quiero hacer el desayuno y venís a desconcentrarme. — chasquea la lengua fingiendo indignación mientras calienta el agua. — ¿Dulce o salado? Digo amargo. — ríe solo por su propia confusión.
— Soy literalmente la de; Me casé con un boludo. — bromea Cristian y Lisandro le dedica una mala mirada.
— Andá a buscarte un marido que te cocine tostadas quemadas, el Son ese de la oficina seguro te cocina mejor. — dice totalmente indignado haciendo que el otro se carcajee.
— Sos terrible, Lis. — dice apagando la ornalla y sacando las tostadas de esa sartén vieja que usan exclusivamente para hacer tostadas. — ¿En serio me vas a hacer la ley del hielo? — pregunta divertido tomando el mate que le pasa Martinez.
— No hablo con infieles. — bromea y terminan desayunando juntos.
Después de ello, Cristian cambia su atuendo por lo que usa casi siempre para ir a trabajar.
Luego de una larga despedida con Lisandro rogándole que no se vaya y Cristian riéndose contestándole que volvería, el cordobés se retira de su hogar para marcharse al trabajo.— Buen día para todos, menos los de boca. — saluda Valentino bajando las escaleras y tanto Leila como Lisandro revolean los ojos.
— ¿Qué pasó? A llorar al campito, che. — los molesta con aires altaneros.