- universo alterno.
— ¿Un mate? — pregunta Cristian mirando a su mejor amigo.
Lisandro asiente revolviendo su placard.
— Gordo, ¿Te podés calmar? Te va a ir bien. — le asegura Romero tomándose el primer mate.
Todo porque Lisandro es un maricón y no le gusta tomar el primero, todo según el punto de vista del cordobés.
— Estoy re cagado hasta las patas. — admite Lisandro tirándose en su cama.
— No sé porqué, si bailás re bien. — comenta negando con la cabeza y le pasa el segundo mate.
— Eso decís vos porque me querés. — dice Lisandro para que después se escuche el famoso 'ruido de mate'
— Me dan ganas de meterte una patadita a veces. — comenta rodando los ojos.
Lisandro empieza a cambiarse, tiene una audición en la academia de danza bastante reconocida en su ciudad. Si era honesto, estaba re cagado de nervios.
Mientras Cristian abría un paquete de galletitas, Lisandro se cambiaba y repasaba sus pasos.
Romero lo miraba con una sonrisa en el rostro, se le estrujaba el corazón al ver la emoción del chico.— Bueno, ¿Vamos saliendo? — pregunta Lisandro y Romero asiente.
— Sí rey, vamos. — asiente después de tomar el último mate.
Caminan juntos hasta el centro de su ciudad, hasta la calle principal; la San Martín.
Llegan al estudio de baile y antes de que Lisandro ingrese se frenan en la puerta.— Te va a ir bien, Lisandro. Confía en vos. — besa su frente y Martinez vuelve a sentirse chiquito frente a Cristian.
El morocho lo hacía sentir tan seguro y a la vez tan vulnerable. Y en realidad no le importaba sentirse vulnerable con Cristian, capaz a veces le daba un poquito de miedo, pero confiaba ciegamente en Romero. Le daba ese poder de tenerlo justo en la palma de su mano y Cristian nunca le había fallado, nunca lo había hecho sentir triste ni decepcionado.
— Gracias, Cris. — lo abraza con fuerza.
El cordobés sonríe teniendo al chico entre sus brazos. El momento no dura mucho más ya que Lisandro tiene que adentrarse en el lugar para su audición.
Cristian se despide deseándole lo mejor y camina hasta la casa de Enzo, que le ofreció sanguchitos de miga y un par de partidos de FIFA hasta Julián llegara.
Martinez se ve en un salón junto a gente de su edad, hay más de ochenta personas audicionando y eso lo pone más nervioso de lo que ya está. La audición no es larga en comparación a la que pensaba hacer en las vacaciones, no se arrepiente de haber hecho esta.
Sale del lugar emocionado y aún nervioso, tenía ese no sé qué en la cabeza y en el corazón que lo hacía dudar de él a veces. Dejando sus dudas a un lado decide escribirle a Cristian.