Un nuevo día estaba comenzando, Flavia despertó fastidiada, el dolor de cabeza no la dejaba, no debió beber la noche anterior.
Dante hablo a sus espaldas.
-¿A dónde vas mi amor?
-Necesito un analgésico, la cabeza está matandome.
-¿A qué hora regresaste anoche?
-No me acuerdo. ¿Hay problema con eso? -quedo parada a los pies de la cama.
-Para nada mi amor. -se acerco a ella y la tomo de la cintura. -Podrías haberme despertado. -respiro cerca de su cuello.
-No lo vi conveniente. Dante... Dante. -lo alejo suavemente. -Tengo que ducharme, debo acompañar a la Tere.
-Bien, mi amor. -la acaricio descaradamente levantando su pijama.
-¿En la noche si? -sonrió.
-Esperare ansioso a la noche. -la soltó y dejó que entrará a la ducha.
Últimamente Flavia lo complacía, desde que se había peleado con Javiera y habían regresado a escondidas, se sentía diferente, atrevida. No iba a dejar que volvieran a verla vulnerable, ni Javiera, ni Dante. Algo había cambiado en ella, podía complacer a ambos, tenía con que.
Se miro al espejo y sonrió. La noche anterior por poco y había tenido sexo fuera de su casa, si el celular de la inspectora no hubiera sonado, hubiera pasado de todo dentro del auto, rió porque era un auto de la brigada.
-¿En que momento Flavia? -rió mientras se metía a la ducha.
...
Javiera daba vueltas en su silla, después de la reconciliación con su señora Betancourt todo era una locura, Flavia estaba desatada y poco parecía importarle las cosas.
-¿Qué paso Flavia? ¿Qué cambio en ti? -mordió su labio.
Alguien golpeo en su pierta.
-¿Si? -se acomodo en la silla.
-Caceres ven a mi oficina, las Betancourt están por llegar.
-¿Las?
-Las, Flavia y Teresa. Muévete.
-Ya voy.
Se puso ansiosa, le encantaba ver a Flavia. A la sofisticada, tierna y elegante señora Betancourt ante los demás, pero una atrevida mujer cuando estaban solas.
Tomo su libreta y se encaminó a la oficina de su jefe.
-Permiso jefe. -Habló al ver al par de mujeres sentadas frente a él.
-Pasa Caceres.
-Buen día. -asintió al saludar al par.
-Inspectora. -respondió Teresa.
Sin embargo la pelirroja la miro con un semblante serio ¿estaba molesta? Pero si anoche estuvo bien, demasiado. Pensó.
-Bien señora Betancourt hablaremos de las dudas que tiene.
-Disculpe subcomisario. -Hablo Flavia.
Javiera miraba como sus labios se movían, como asomaba la punta de su lengua para humedecer sus labios.
-¿Estas oyendome Caceres? -Leiva golpeo su brazo.
-Si, claro.
Pudo observar como Flavia sonreía ante el regaño de su jefe.
-Mira ¿por qué no revisas las últimas fotos de la casa de la señora Betancour con ella? Que vea si quedo algún espacio por revisar.
-Ok. -asintió.