Me levanto con rapidez de la cama enredando mis pies en el edredón y casi yendo a parar al suelo.
—Mamá, no es lo que parece.
Fabiola, mi madre, camina hacia mí con paso lento.
—¿No es lo que parece?—pregunta confusa—. ¿Que no es lo que parece Miranda?
Me encojo ante su aguda mirada.
¿Estamos en la misma sintonía?
—Nada nada.
Mira mi computador y luego a mí buscando las palabras para hacer su pregunta.
—¿Veías porno?
No me lo puedo creer.
—¡Mamá!—me escandalizo—¡Eww no!
—¿Entonces porque tanto misterio?
—Solo hablaba con Cristina ¿vale?
—¡¿Sobre tamaños de penes?!—enarca una ceja con una débil sonrisa.
—¡Mamá, estoy totalmente segura que no quiero seguir manteniendo está conversación contigo!
—El sexo es algo normal en la vida, que nunca te de vergüenza hablar sobre tu sexualidad...
—No quiero hablar sobre sexo contigo ya estoy muy mayorcita y se perfectamente lo que hago.
Suspira, se acerca y me toma por los hombros empujando a sentarme en la cama a su lado.
—Solo quiero tu bien, eres muy joven aún para entender muchas cosas, sino quieres hablar sobre sexo, tranquila no lo haremos, te escucho y entiendo, solo te pido que te protejas, eres muy joven para dañarte la vida con una infección de trasmisión sexual.
—Entiendo mamá gracias.
—Vale, venía a avisarte que la cena ya está lista—estira mi cachete se levanta y se va.
Sonrío y niego.
Que tú mamá y tú mejor amiga te den un sermón sobre sexo, supera lo normal.
A la mañana siguiente continúe con mi rutina. Luanda e Isabela me recogieron en el auto de la primera para irnos juntas para la universidad.
Ambas chicas son mis amigas desde que tengo uso de razón.
Luanda es una chica castaña, con un cuerpo con muchas curvas y tiernos ojos color miel, es bajita, mientras que Isabela es una chica afroamericana con un cuerpo de infarto, ojos verdes y piel tersa, toda una belleza.
Ambas van sentadas en la parte de adelante, mientras yo voy sola en la parte de atrás.
—¿Escucharon la nueva canción de Jisoo?—pregunta de momento exaltada Luanda desviando su vista de la autopista.