—No se pero tengo también la sensación de que la vroka está relacionada con todo esto.
Carlota se alarma colocando su brazo sobre el asiento, mira hacia atrás y luego a mí.
—Miranda escúchame, es cierto pero no es el momento ni el lugar para contartelo.
Niego sintiéndome engañada.
—¡Estoy cansada de que todos me oculten cosas!—suelto un grito de frustración —No entiendes como se siente eso, pero a mí me afecta.
—Mierda—maldice y asiente—Si todo esto tiene que ver con la mafia, es probable que en estos momentos nos estén siguiendo para matarnos.
—Pero, ¿pero por qué?
—¿Dónde escuchaste hablar de ellos?
Cierro los ojos con temor.
—El día en que me secuestraron, el chico que me salvó me confesó que había ido con la orden de matarme pero que se arrepintió y solo queria que le diera el mensaje al diablo de que se alejase de sus territorios, como lo ví ridículo yo, yo...
—Nunca se lo contaste a Xion —conjetura, y pasa su mano por su rostro mientras piensa seguramente en que hacer—¿Has oído hablar de los Bianchi?
Asiento.
Toda han oído hablar de ellos.
—Esta noticia te va afectar bastante pero es necesario que lo sepas, los Walker en realidad nose apellidan así—trago fuertemente.
No por favor.
No ellos.
No puede ser posible.
—En realidad todos ellos son Bianchi, y no solo eso—muerde su labio—también son los líderes de la organización mafiosa.
—¿Qué?
Suelto el volante sintiendo una lágrima resbalar por mi mejilla.
Siento como mi pecho se rompe lentamente en pequeñas partículas.
Es mentira.
Toda mi realidad es una mentira.
—Entonces si es así como me lo cuentas, Xion él...
Asiente mierandome con lástima.
—Si el es el líder del clan de los Bianchi—cierro los ojos y muerdo fuerte mis labios sintiendo el sabor metálico invadir mi sistema.
—El líder de esa organización, no se llama así—expulso el aire sintiendo que en cualquier momento me voy a desmayar por la presión —El se llama...
—Lorenzo Bianchi, alias El diablo—mantengo mis ojos bien abiertos al conocer el trasfondo en sus palabras.
—Me mintió, no solo en eso, sino también es su nombre ese maldito desgraciado me engañó. Ni siquiera fue capaz de decirme cuál era su nombre realmente.
—Miranda reacciona no es tiempo para eso estamos al punto de morir—comenta sacando de su cartera un arma y cargándola.
—¡¿Que haces?!—chillo al verla sacar la cabeza por la ventana y empezar a disparar.
—Calla y solo maneja recto los Bianchi ya deben de estar al llegar.
Al sentir un estruendo impactar con la parte trasera del auto me sobresalto pegando un brinco sobre mi lugar
—¡Pero que carajos!
Sonidos de disparos impactando con el coche los próximos cinco minutos eso es todo lo que se escucha.
Expulsó el aire de mis pulmones mientras trato de pensar, se que Carlota tiene razón y no es el momento para eso, pero me duele demasiado saber que he vivido una mentira los últimos seis meses, estaba a punto de casarme con un hombre del que me acabo de enterar que no conocía ni tan siquiera el nombre.
Todo es falso.
Su nombre, su identidad, nuestro amor, todo es absolutamente falso.
Duele demasiado.
El cabello se adhiere a mi frente por el frío sudor que me recorre. Los dos autos que nos persiguen parecen muy decididos a no darse por vencidos.
Y yo solo quiero encerrarme en un lugar para ponerme a llorar.
Otro disparo.
—¡¿Que está pasando?!—chillo al ver que pierdo el control del auto, trato de mantenerlo en la carretera pero se me es imposible y nos salimos de la autopista, justo al frente de un maizal.
—Nos pincharon las llantas, corre salgamos de aquí antes de que nos alcancen.
Me empuja mientras comienza a desabrochar su cinturón rápidamente, hago lo propio mientras salgo y cierro la puerta dando un vistazo a mis espaldas, notando que esos hombres ya detuvieron sus coches y comienzan a bajarse con armas en mano.
—¡Corre!—Carlota me toma de la mano con rapidez y me arrastra tras ella, adentrándonos a gran velocidad dentro de las hectáreas, corriendo sin tener un lugar fijo.
Mis piernas arden por el esfuerzo pero sin embargo no me detengo, a nuestras espaldas se sienten las pisadas de las personas que nos persiguen, cada vez más cerca.
Nos van a atrapar, acepto derrotada al ver cómo mis fuerzas y las de Carlota van disminuyendo poco a poco.
—No pares, vamos continúa.
—No puedo, ya no puedo más —suelto un sollozo agotada, resignada con todo—Sigue tú por favor.
Safo mi mano de su agarre y la empujo.
—Salvate.
—No te puedo dejar sola, estás loca.
Me dejó caer derrotada al suelo y ella me acompaña.
—No seas boba huye de aquí.
—Ya dije que no me iré no insistas
—Eres tonta sabes.
Blanquea los ojos.
—Es probable—me envuelve en un cálido abrazo y susurra cerca de mi oído —Lo siento.
Me separo de ella mientras trato de aguantar mis lágrimas apretando fuertemente mis labios.
—No es tu culpa.
Nos sobresaltamos cuando nos encontramos rodeadas de un momento a otro por más de diez tipos armados apuntando a nuestras cabezas.
Levanto rápidamente las manos en señal de rendición.
—Nos entregamos—Carlota me mira ampliando exageradamente los ojos—¿Que?—Protesto. Y es que yo sé que cuando estoy nerviosa comento tonterías pero no era tampoco como para que vinieran esos burros a darme semejante tortazo que me dejó completamente inconsciente.
¿Que bien, verdad?
Oh vaya mierda.