Todos se queda en silencio por mis palabras. Carlota se queda mirándome fijamente avergonzada.
Bajo la mirada apenada.
—Lo siento, es solo que todo esto me está agobiando, he visto mucho como las personas pierden la escencia por ser alguien que no son realmente y la verdad temo que a mí me suceda lo mismo.
—Esta sociedad puede ser muy dura no te mentiré, pero sin embargo mira a mi tía, ella a logrado conservar su calor de manera espectacular y no por eso a dejado de ser elegante y sofisticada. A esta sociedad hay que enseñarle una lección y te aseguro que la mejor manera de hacerlo es mediante las mejores armas que poseemos los lujos y una sonrisa.
—Carlota siento como te traté.
Sonríe.
—Tranquila puedo entender eso, comprendo tus nervios e inseguridades pero lo harás bien, confía en tí.
Sonrío.
—Cualquier otra se hubiese enfadado.
Sacude su mano con una leve sonrisa que se extiende por sus labios.
—Trabajo con hombres testarudos todo el tiempo es una habilidad adquirida.
Me río al sentir como el ambiente se relaja.
—¿Que te parece pasar por un café al salir de aquí?—propone y yo miro a las chicas.
—Bien aunque no tomaré café tengo deseos de tomarme una malteada de chocolate bien fría, chicas, ¿Vienen?—ellas niegan.
—Lo sentimos, quedamos de ir a arreglar los preparativos para tu despedida de soltera.
—Saben que no es necesario, no necesito de esas fiestas.
—No está a discusión Miranda—alza las cejas Luanda, mientras niega—. Esa fiesta queda en nuestras manos y tendrá todo lo que una despedida de soltera tiene, y si me refiero a pastel en forma de genital masculino, strippers y alcohol mucho pero mucho alcohol.
Mi madre se aclara la garganta.
—Creo que esté es el momento en el que nosotras nos marchamos ¿Verdad?—le dice a Selena, que asiente rápidamente tomando sus cosas.
Cuando veo sus intenciones de marcharse, grito levantando la mano.
—Espera mamá, ayúdame a quitarme el vestido.
—Oh cierto, si es verdad.
Entro en el probador escuchando a las chicas discutir sobre cosas que deben comprar para la fiesta.
—Este vestido si es pesado, rayos—me quejo comenzando a zafar los botones que se encuentran a mi alcance.
—Cariño, se me había olvidado contarte —mamá me ayuda zafando con suavidad los botones de la espalda, me echo el pelo hacia un costado para darle mejor acceso —Hace unos días llegó una invitación a la casa.
Arrugo la frente y trato de moverme para observarle el rostro a mi madre.
—Quedate quieta—me reprende—Es para la boda de Sofía, se va a casar en una semana.
¿Cómo?
Me quedo quieta.
—¿Que has dicho mamá?
—Al parecer tu prima se casa, ¿No es maravilloso?
Me zafó de su agarre.
—No, eso no es para nada maravilloso—me alejo molesta—¿ sabes que es lo que pasa? en estos momentos, solo puedo pensar que ella nunca pudo haber caído más bajo como ahora, es ridícula y al parecer siente tanta envidia de mí que no puede estar feliz al ver que yo lo estoy, ¿Por qué no se casó antes? A ver, a tenido cuatro años para hacerlo pero al parecer no le fueron suficientes y cuando vió que me iba a casar quiso hacerlo.