Capítulo Tres

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Moviendo los dedos suavemente, Zayn observó con aburrimiento como el cigarrillo resbalaba por sus dedos antes de hacer el camino de regreso a su lugar de origen cuando hacia el movimiento en retroceso. El sol comenzaba a desaparecer por el horizonte y la pereza de la noche se arrastraba por el jardín trasero, la sombra que producian los árboles que bordeaban la propiedad de sus padres se acercaba a la punta de sus botas, como un animal moribundo arrastrandose.

La figura de una pelota de futbol se acercó girando y, automaticamente, la golpeo con el dorso de sus dedos, enviandola directamente a los pequeños zapatitos de charol que corrian detrás de ella. Sus sobrinas eran como el agua y el aceite, mientras que Renata recorría el jardín entre tropiezos y risitas, Gabriella dormía placidamente en sus brazos, casi enterrada en su pecho y aferrando su ropa con su manito.

—¡Zayn, dile a las niñas que entren!

Gabby dio un bote sorprendido al escuchar la voz de su padre, sus enojados ojitos verdes miraron a Zayn, culpandolo por su siesta interrumpida—. ¡Titi!

—No me mires a mi, yo no fui —rió.

Ella no cambio su expresión enojada, parecía que no le interesaba quien había sido el culpable, si no, que le era más importante el volver a dormir comodamente como había estado haciendo un momento atrás. Sonriendo, Zayn sacudió suavemente la cabeza, antes de acomodarla verticalmente contra su pecho, dejando que escondiera su cabeza en su cuello mientras se ponía de pie.

—Renata, cariño, es hora de entrar. —llamó, ganandose una contrariada mirada de ojos café. —No quiedo, titi.

—Esta comenzando a hacer frío, debes entrar o enfermarás —intentó persuadirla—. Renata...

—El tol no se gue —ella señaló hacia el horizonte, donde poco a poco los rayos solares se perdían.

—Aún así, hace frío —repitió—. Vamos, jugaremos dentro.

Ella colocó un puchero en sus labios—. Pelo, titi...

—Te dejaré tomar gaseosa si vienes. —canturreó.

Sus pequeños ojitos se ampliaron con emoción y rápidamente tomó la pelota, moviendose hacia la puerta trasera de la casa. Zayn guardó el cigarrillo en su bolsillo y se giró para seguirla, deteniendose al ver a Liam de pie a un lado de la puerta, mirandolo con curiosidad y una pequeña sonrisa que curvaba sus labios en los bordes.

Aunque no lo demostró, ver al chico allí lo sorprendio bastante. Dado que se la había pasado ignorandolo desde que se cruzaron en la entrada y luego, durante la cena, su padre acaparó totalmente al castaño, arrastrandolo a una charla sin fin sobre cosas relacionadas a el oficio al que ambos se habían abocado, algo que realmente le importaba una mierda a Zayn, por lo que se había desconectado totalmente de la conversación, prefiriendo jugar con su telefono en su lugar.

A pesar de no haber escuchado mucho, había podido jurar que él castaño estaba tan emocionado con la charla como su padre. Lo cual, no explicaba que rayos hacía de pie fuera, mirandolo como si fuese un animalito digno de ser examinado.

Hablando de gente rara.

—¿Se puede saber que te he hecho para que estes así de enojado conmigo? —bueno, nadie podía decir que Liam tenía tendencia a irse por las ramas, el tipo había ido directo al punto con acertividad.

Acomodando mejor a su sobrina dentro de su chaqueta, le dedicó su mejor expresión neutra al castaño—. ¿Enojado? —repitió en modo pensativo—. No recuerdo estar enojado con... usted.

Eso logró que las cejas de Liam subieran, sorprendido—. ¿Usted?

—Bueno, mi madre insiste mucho en que debo ser cortés con mis mayores, pensé que entraba en el rango de edades que merece ese trato, ¿acaso me equivoque?

¿Ahora me ves? |Ziam|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora