Capítulo Treinta y Dos

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—Arriba, dormilones, es hora de levantarse.

Inclinandose, Liam besó el cabello de Zayn antes de hacer lo mismo con Max, tomando a este último de debajo de los brazos para sacarlo del nido tibio en que el mayor lo tenía envuelto. No pudo evitar reir suavemente cuando el pequeño rubio se quejó ante el movimiento, pero ni siquiera hizo el intento de abrir los ojos para ver lo que ocurria, prefiriendo acurrucarse en sus brazos en su lugar.

Sentandose en el borde de la cama, acomodó al pequeño mejor y se balanceo a los lados con suavidad, observando con una sonrisa los rostro tranquilos de ambos—. Ustedes dos son igual de perezosos.

Recordaba bien a quién era que enviaban a despertar al pequeño Zayn cuando este se dormía tarde y por lo general, ni siquiera él se salvaba del adorno volador que el chico usaba para espantarlos. Con las visperas de Navidad y el accidente de Max, ambos se habían pasado de la hora de dormir, lo que explicaba porque parecían ignorar al mundo cuando estaban en su mundo de sueños.

Aunque, siendo sinceros, ellos ya eran perezosos de nacimiento, no tenía nada que ver con la hora.

Extendiendo una mano, la pasó a través del oscuro cabello de Zayn, jalando un poco los mechones en busca de alguna reacción del chico—. Vamos, pequeño, es hora de despertar, ¿acaso planeas dormir todo el día?

El moreno palmeo su mano lejos con brusquedad, girandose sobre si mismo y dandole la espalda para seguir durmiendo. Con un suspiro, Liam decidió hacer lo único que lograba que el chico se despertara realmente cuando era un niño, por lo que colocando una mano plana en la espalda del mismo, lo empujó fuera de la cama.

Y Zayn despertó.

Enojado y luciendo su mejor expresión de asesino en serie, pero despierto.

—Buenos días, hermoso. —saludó con voz cantarina, recibiendo un gruñido y una seña de dientes como respuesta, por lo que decidió concentrarse en su otro pequeño hermoso para evitar que su cuello fuese desgarrado—. Despierta, pequeño hombre —canturreó, besando la mejilla de Max con dulzura—. Vamos, amor, despierta, papá trajo tu desayuno, conseguí chocolate caliente para ti.

—¿Chocolate? —la vocesita adormilada preguntó con interés, refregando sus ojos con sus manitos y logrando que Liam sonriera.

—¿Tienes hambre? —un pequeño asentimiento. Inclinandose, recuperó el plato con wafles y fruta y lo dejó sobre la cama antes de tomar la taza de chocolate caliente de la bandeja de desayuno y tendersela a Max, observando con una sonrisa como el pequeño la recibia con entusiasmo. Al menos él era fácil de convencer, a Zayn ni siquiera el boleto dorado para la fabrica de chocolate lo habría obligado a despertar, Liam lo había intentado y no había funcionado—. Levantante del suelo y come tu desayuno antes de que se enfrie, Zayn.

—¿Por que no te vas un poquito a revolver deshechos organicos?

Liam lo miró con una ceja alzada—. ¿Eh?

—Estoy intentando ser creativo —hizo un gesto a Max mientras trepaba nuevamente a la cama, tomandose un momento para dedicarle otra mala mirada—. Si quieres, cubrele los oidos y te lo traduzco.

—No, creo que no va a hacer falta, gracias.

La mirada de Zayn bajó hacia Max—. ¿Le diste azucar?

—No le vi lo malo —se encogió de hombros—. Si es tan perezoso como tu, y lo es, va a necesitar la energia.

—Si, y luego te arrepentiras cuando caiga por el cansancio.

—También robaba chocolate para ti cuando eramos pequeños y no recuerdo que te quejaras tanto —le recordó.

—Era pequeño y tu eras mi esclavo perfecto.

¿Ahora me ves? |Ziam|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora