Capítulo Catorce

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Una nariz fría y húmeda se apoyó contra la mejilla de Zayn, aliento caliente con olor a comida de perro sopló contra su rostro, logrando que el moreno hiciera una mueca en sueños. Aún en su inconsciencia, sabía sin lugar a dudas que el suave sonido lastimero era solo el principio de la tortura. Lady sabía de sobra cuan holgazan su dueño se volvía a veces, por lo que no se molestaba en ceremonias cuando se trataba de despertarlo para que pudiese alimentarla.

El ladrido ensordecedor que hizo eco dentro del oído del moreno, fue todo el aviso que le fue dado antes de que una gran pata impactara contra su pecho varias veces, despertandolo.

—Para con eso, Lady —pidió con voz gruesa y somnolienta, aún sin abrir los ojos—. Ya estoy levantandome, solo dame un momento.

Ella gruñó, volviendo a ladrar repetidas veces esta vez. Zayn rió, traduciendo esos irritantes sonidos en frases que sonaban como: "¡Levantate de una maldita vez, bastardo perezoso! ¡Dame de comer! ¡No te duermas de nuevo, animal, tengo hambre!"

Mierda, él seguro que pasaba demasiado tiempo con Lady como para llegar al grado de poder traducir sus ladridos a frases.

Imitando un gruñido del canido, se forzó fuera de la cama, sentandose en el borde de la misma antes de suspirar y pasarse las manos por el rostro en un intento de alejar los restos de sueño. El hocico empujando su espalda le dijo que ya había agotado toda la paciencia de su mascota, ella no estaba permitiendo más juegos tontos por esa mañana.

—Ya, ya, estoy levantandome, no me presiones. —le dio un pequeño empujón para que dejara de apresurarlo, riendo cuando la perra tonta se le lanzó encima, intentando lamer su rostro en venganza—. Para eso, Lady, es asqueroso —rió, intentando alejarse de la lengua humeda con espesa saliva perruna—. ¡Lady!

A base de empujones, ella logró tirarlo de la cama, directo a la alfombra en el suelo de un fuerte golpe. —¿Era necesario que hicieras eso? —se quejó, levantandose antes de arrastrar los pies por el pasillo, las uñas de Lady traqueteando sobre el suelo de madera tras sus pasos.

Ignorando mundialmente a la nueva adición en su sofá, entró a la cocina y recuperó la bolsa de comida para perros, poniendo un poco en el plato rojo en el suelo antes de rellenar su compañero con agua. El maullido irritante, acompañado de la sensación suave de pelaje pasando entre sus tobillos, le dijo que Viejo Fu también estaba preparado para comer.

—Debería arrojarte al basurero, podrías cazar un par de ratas y comertelas, ¿sabes? No es necesario que yo me vea en la obligación de alimentarte, ni siquiera soy tu dueño. —se quejó en un murmullo, aún cuando recuperaba la lata de comida para gato y la abria, dejando caer el plastón con trozos de carne y alguna sustancia babosa dentro del pequeño plato perteneciente al felino. Dejandolo en el suelo, observó al animal avalanzarse sobre el mismo y comenzar a comer—. Que asco, no sé como puedes comer eso, se ve asqueroso.

Con sus cabezas metidas dentro de sus respectivos desayunos, ninguno de los dos animales le dio siquiera una mirada. Bufando, dirigió su mirada a la ventana más próxima y suspiró al ver que el sol apenas comenzaba a aparecer en el horizonte. Tenía tiempo antes de tener que vestirse para ir a clases, por lo que volviendo a su habitación, se visitió con unos simples pantalones deportivos oscuros y una sudadera, sin molestarse en ponerse una camisa abajo.

Acercandose a su mesa de noche, abrió el cajón y miró dentro, frunciendo el ceño ante lo que vio. Las dos cajas de cigarrillos extras que tenía allí habían desaparecido, al igual que los cerillos y el encendedor de plata. Moviendo los lapices de colores y libretas que se apilaban dentro, buscó mejor en un vano intento de encontrarlos y no pensar lo peor. Cuando nada apareció por arte de magia, se puso de pie y salió de la habitación pisando fuerte.

¿Ahora me ves? |Ziam|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora