Capítulo Cuarenta y Cuatro

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Rodeando su taza de café con sus dedos, Zayn se tomó un momento para absorber la calidez de la porcelana antes de beber un trago, observando a su castaño huesped sobre el borde de la misma. Ambos estaban sentados en la mesa de la cocina, enfrentados y en total silencio. Tenía la impresión de que Liam no iba a comenzar a hablar y él, personalmente, no tenía idea de como abordar el tema de la impulsiva y totalmente sorpresiva petición del mayor.

Los sonidos de los dibujos animados, en la otra habitación, hacian de música de fondo para ellos mientras su hijo dormitaba en el sofá, envuelto apretadamente en una manta cálida. Zayn estaba controlando sus impulsos por el bienestar de su hijo, porque interiormente, estaba enloqueciendo un poco con el rumbo que había tomado todo.

Liam le devolvió la mirada, pero sus labios seguían tan sellados como habían estado desde que había soltado aquellas palabras. Realmente, Zayn no entendía que demonios estaba sucediendo, el tipo ni siquiera se había quedado a esperar una respuesta, sino que se volteo y salió de la habitación.

Aturdido, lo había seguido para verlo prepararse una taza de café y sentarse frente a la mesa. Sin saber como reaccionar, había optado por dejar que Liam ordenara el lío en su cabeza en paz. Luego de obligar a Max a levantarse, prepararle su desayuno y sentarlo frente al televisor, aun medio dormido, se preparó su propia taza de cafeina y se sentó frente al chico.

Eso había sido media hora atrás y él ya estaba comenzando a frustrarse.

—Bien, a la mierda esto —masculló, cuando llegó a su limite, golpeando un poco la taza en su mano sobre la mesa—. Haré galletas.

—¿Uh?

—Prepararé galletas, ¿quieres? —repitió.

Si, él sabía como preparar unas jodidas galletas, ¿si? No era algo que aceptara jamás, pero cuando era más joven, cuando tenía unos once o doce años, le pidió a su madre enseñarle a cocinar. Él quería ser el esposo perfecto para su Oso, había aprendido muchas cosas para lograrlo, pero ahora no usaba siquiera la mitad de esas habilidades.

Le dejaba un mal sabor de boca hacer alguna de esas cosas.

Pero recordaba bien que hornear era una de las pocas cosas que calmaba sus nervios, al igual que el dibujar, él solo rezaba poder recordar como se hacian las cosas de la forma correcta.

Como Liam solo se limitó a mirarlo extrañado, lo ignoró y se dirigió a la alacena, agradeciendo que el castaño hiciera las compras por él. Por lo general, ponía de excusa el decir que no sabía cocinar y cuando venía alguien de su familia, que sabía que eso era mentira, les recordaba que era una mierda haciendo compras y no había nada ni ligeramente comestible en su casa.

Ahora, tenía todo lo necesario para preparar las galletas.

Estaba mezclando la manteca y el azúcar cuando la voz baja de Liam lo interrumpió—. ¿Sabes hornear?

—Si.

—¿Por qué yo no sabía eso de ti? —preguntó curioso.

Revolvió con un poco más de fuerza—. No me ponías mucha atención, supongo.

—Creo que no lo hice, no en verdad. —aceptó—. ¿Desde cuando sabes hacer galletas?

—No lo sé, no lo recuerdo exactamente, pero sé hacer más que solo galletas. Mi madre me enseñó todo lo que pudo mientras mantuve mi atención en ello, hay pocas cosas horneadas que no sé preparar.

—Wow, me hubiese gustado saberlo antes, me habría encantado probar tus talentos en la cocina.

—Lo hiciste —rió.

¿Ahora me ves? |Ziam|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora