Capítulo Trece

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Escondiendo una sonrisa detrás de su vaso de refresco, Liam observó a Zayn apuñalar la ensalada que le había servido, cada vez que el tenedor bajaba, un par de cubos de verdura moría bajo sus puntas. Sin esforzarse, podía saber con facilidad que el mocoso estaba imaginando su cabeza sobre la porcelana en lugar de la ensalada. Zayn siempre había sido malditamente fácil de fastidiar, claro, nunca antes se había enojado con Liam en particular, pero eso no quería decir que este no supiera como llevarlo a ese estado animico. Era solo que prefería al dulce bebé Zaynie, que a la pequeña mierda en la que se convertía cuando algo lograba ofenderlo.

Ahora, no recordaba que esa mirada rabiosa fuera tan bonita, con esas cejas fruncidas y el tinte asesino brillando en sus ojos. Totalmente encantador.

—Deja de jugar con la comida. —aleccionó con suavidad, solo para ver como esa chispa brillaba con más fuerza en sus orbes.

—Vete de mi casa. —cortó un trozo de la carne que no había comido y lo tomó en su mano, extendiendola sin mirar a la izquierda. Lady, quién había estado mirando entre ellos desde la puerta de la cocina, se acercó y tomó el trozo de comida con cuidado de la palma de su dueño, lamiendo la zona como un agradecimiento antes de quedarse sentada a su lado, manteniendo una posición tan estoica que sorprendió a Liam.

—No le des de comer al perro mientras estas comiendo tu, la mal acostumbras.

—Lady siempre ha comido conmigo, ella no tiene ninguna mala costumbre —se inclinó y besó la cabeza de la perra, logrando que esta lo mirara con adoración antes de volver a su posición anterior—. Ella es una buena chica.

Liam miró al animal por un largo momento antes preguntar:— ¿Como haces que haga eso?

—¿Hacer qué?

—Quedarse sentada ahí, sin hacer nada. El último perro que tuve tenía que encerrarlo en otra habitación mientras cenaba para evitar que robara mi comida. Ella tiene una mesa llena de comida en frente, pero ni siquiera hace el intento de tomarla.

Se encogió de hombros—. Sabe que tu comida apesta.

—¿Por qué siempre tienes que decir algo desagradable cuando intento tener una conversación normal contigo?

—Te metiste a mi casa sin mi permiso, te autoinvitaste a quedarte, ¿y también quieres que te trate bien? ¿Que te crees que es esto? ¿Un hotel?

—Zayn...

Lady interrumpió su frase con un fuerte ladrido, como si le pidiera que cerrara la boca.

—Buena, chica —Zayn volvió a besar su cabeza antes de darle otro trozo de carne—. Defiende a papi de este abusivo.

Ella volvió a ladrar, encantada con la atención y logrando que Liam les frunciera el ceño a ambos.

Volviendo a su comida, Liam se mantuvo en silencio por varios minutos antes de ver como Lady colocaba su pata sobre el brazo de Zayn, llamando su atención y mirando a la comida, pero sin tocar nada hasta que su dueño le cedió un poco.

—Bien, ya, dimelo —pidió—. ¿Acaso la entrenaste? ¿La llevaste a algún tipo de escuela para que aprendiera esos trucos?

—¿Te crees que gastaría un dineral para que otra persona le enseñe algo tan básico? —bufó—. Por supuesto que no, si fuese a gastar dinero, les pediría que le enseñen a escucharme cuando le grito que deje de destruir mi casa, nadie le ha ensañado nada.

—¿Entonces como...?

—Una vez se robó unas galletas que me habían obsequiado, eran de hierba —rodó los ojos—. Ella se dio un viaje ella solita, estuvo ida por horas antes de finalmente reponerse. Creo que aprendió la lección, jamás volvió a robar nada. Esa es la explicación, ¿contento?

—Por supuesto que no, ¿por qué alguien te regalaría galletas con droga dentro? 

—Bueno, duh, si no pruebo el producto, ¿como voy a saber es bueno o no? 

—¿De que rayos estas...?

—¿Acaso estos años siendo policia no te han enseñado nada? —elevó una ceja, burlón—. Debes probar el producto antes de comprarlo, podrías consumir cualquier porquería si no es alguien de confianza que te permita cerciorarte que es de buena calidad.

Empujando lejos las ganas de asesinar al chico, Liam tomó un profundo respiro—. Estas haciendo esto para fastidiarme y que me vaya, ¿verdad?

—No sé de que hablas.

—No te funcionará, Zayn, no me iré. Hice una promesa y voy a quedarme a cumplirla.

Soltando un gruñido, el moreno arrojó los cubiertos en sus manos en el plato antes de ponerse de pie—. Bien, haz lo que quieras —masculló, alejandose por el pasillo, con Lady tras sus pasos, y golpeando la puerta de su habitación al cerrarla.

Liam suspiró—. Que terco eres, pequeño.

Con el apetito perdido, se puso de pie y comenzó a limpiar la mesa. A él no se le daba mucho eso de limpiar realmente, por ello prefería tener todo siempre muy bien ordenado para evitar tener que estar aseando sus desastres.

Una vez que tuvo todo limpio, buscó en la despensa el paquete de galletas con chispas que había conseguido en el supermercado antes de ir a la casa del moreno. Mirando el paquete, rodó los ojos ante la ironía antes de tomar un recipiente y volcar algunas dentro, guardando el resto. Si había algo que recordaba bien de Zayn, era que jamás se había podido resistir a las galletitas con chispas de chocolate como esas.

Con la excusa perfecta de llevarle las mismas, se acercó a la habitación con lentitud, dandose cuenta que la puerta estaba entreabierta, seguramente gracias al gran azote que había recibido. Dando un paso dentro, observó alrededor, percatandose de Lady acostada en la alfombra al lado de la cama y de la silueta acurrucada en el centro de la misma.

—¿Zayn? —llamó con suavidad, sin recibir ninguna respuesta.

Lady estaba mirandolo de cerca, pero no emitió ningún sonido cuando el mayor se acercó a la cama. Dejando las galletas sobre la mesa de noche, se sentó en el borde del colchón y giró al moreno con suavidad, sonriendo al verlo dormido.

—Que perezoso eres. —se quejó, pasando sus nudillos por la rasposa mejilla. La corta sombra de barba pinchó su piel, pero no lo detuvo de seguir con el suave toque.

Zayn había crecido tanto. Ya no era el niño pequeño que había sido cuando Liam marchó a Estados Unidos, podía entenderlo, lo comprendía. Pero era dificil aceptar que el pequeño niño que corría detrás de él y parecía adorar cada palabra que salía de su boca, ya no existía. No era fácil procesar el hecho de que este hombre mal humorado era su Zaynie.

Su Zaynie.

El niño que había estado enamorado de él y al cual le había roto el corazón de una forma cruel.

Al final, era él quién debía hacerse cargo de lo sucedido. Su pequeño había desaparecido por su culpa, debía tratar con ello y comenzar a tratar a Zayn como el adulto que era. Pero es que parecía tan malditamente dificil de hacer.

Mirando el rostro dormido de largas pestañas, cejas arrugadas y labios entreabiertos, sonrió. Este no era un bebé, era un hombre... un hombre malditamente atractivo. 

¿Ahora me ves? |Ziam|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora