Ale
—Así que, tiene una enfermedad terminal —solto Tyler. Estábamos sentados en las sillas de esperas, afuera de la habitación de Sebas.
— No es terminal —suelto.— Sebas no es una enfermedad. No lo es ni lo será. Jamás.
— No quise...—asentí. el suspiro pesadamente.— ¿Por qué no lo mencionaste? Acaso no lo sabías.
Claro que lo sabía. Desde el primer momento en lo que lo ví me lo hicieron saber para que no lo adopte a el.
Aunque nunca lo ví en aquel proceso —por problemas legales— según tenía en cuenta tenían que avisarle que una señora loca lo queria adoptar.
— No les dije nada porque me hubiera imaginado un ¿Estás segura? ¿Podrás con el cargo de su enfermedad? ¿No es muy grande? ¿Es enserio? —informe— no quiero sus preguntas tontas. No quiero que implanten dudas en mi, las cuales no existen. Sebas no es una enfermedad es un niño. Un dulce niño que sueña con una familia que lo acepte sin perjuicios ni lastima. Y aunque sea solo yo su familia haré lo posible para que se siente feliz y amado.
— Yo nunca te planetaria dudas. —aseguro— Solo quiero que confíes en mí, pase lo que pase siempre te apoyaré. Y te equivocas en algo Ale.
Fruncí el ceño.
— ¿En qué me podría equivocar?
— En que solo te tiene a ti. Sebas también me tiene a mi. También soy parte de su familia. —le sonreí.
— No te queria ocultar nada, solo hice lo que creí correcto.
— Esta bien —beso mi frente— ¿Algo más que decir?
— Creo que no.
Nos quedamos en silencio, cada uno en su propio mundo. Y mi mundo es Sebastián.
Quiero que esté bien, que no sufra, quiero que su dolor termine y si eso es posible no dudaré en hacerlo posible. No me importa el precio.
Y el no solo me a hecho mi sueño real, el de ser madre, también me ha dado el privilegio de poder decir que no soy tan mala. «eres la mejor mamá del mundo » es lo que siempre me dice. Ha pesar que no tuve a mi madre por mucho tiempo me cuesta saber que a pesar de todo mi abuela me enseñó ser buena persona. Ella siempre me decía «un corazón noble, es uno menos que recuperar» la extraño tanto. A pesar que mis padres se querían más a ellos que a mí, en los últimos días me dejaron en claro que yo era su prioridad, ellos quisieron cambiar, pero el destino les dijo que ya era tarde.
No los odio, a mi edad de veintiséis años he aprendido que guardar rencor a esas personas que nos han hecho tanto daño no vale la pena. El perdon es el camino a la paz propia de nuestro ser.
Por eso no le guardo rencor a mis padres, a aquellos niños del Cole que me hicieron bullying, aquel primer novio que terminó conmigo por otra, ni a Eda y peor a Diego. Tampoco es que los amos con todo el corazón — que quede claro— Pero siempre habrá el día en que me siente con Eda a platicar de lo sucedido con cabeza fría, y si es posible puede que volvamos hacer amigas. O que nos llevemos bien.
El perdon llegó con Sebastián, cuando el cruzo aquel portal y llegó a mi cuando estuve en la dirección se fue todo el vacío que sentía. El es la razón, el es mi presente y futuro. Seré yo quien le entregué el birrete cuando se esté graduando del colegio, seré yo quien le guíe en el proceso de Universidad, seré yo quien estara llorando de felicidad cuando consiga su título. Y seré yo quien lo vea en el altar cuando algún día se case.

ESTÁS LEYENDO
La Adopción Correcta
Teen FictionEn un mundo donde los secretos se entrelazan, una madre hace un sacrificio desgarrador al abandonar a su hijo en un orfanato. Cuando el niño crece su posibilidad de ser adoptado es muy baja pero misteriosamente aparece Amelia en su vida. Pero lo qu...