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Eran alrededor de las tres de la mañana cuando un estruendoso ruido me despertó. La sensibilidad de mi sueño fue suficiente para ponerme paranoica y hacerme levantar. Salí de la habitación de Minnie y me enfrenté a la puerta de la mía.

—¿Lixie, estás despierto?

La respuesta fue nula y los nervios comenzaron a formarse como nudo en la garganta. Avancé un poco más hasta llegar a la sala de estar. Me mordí el labio y tomé el control remoto como arma. Mis pasos eran lentos y silenciosos, lo suficiente como para dejarme escuchar los crecientes murmullos al otro lado de la puerta del cuarto de almacén. Reforcé mi agarre al aparato y abrí la puerta cuando un nuevo sonido se escuchó.

¿Pero qué mierda?

Me quedé estática sin siquiera ser capaz de pensar más. Frente a mí se encontraba Felix, sentado sobre una clase de estrella con runas dibujada en el suelo. Su piel brillaba emanando un cálido ambiente. Su cabello lucía largo, haciendo contraste entre lo dorado y lo plateado.

Al ver mi intervención, Felix alzó la mirada, haciendo contacto visual conmigo. Sus ojos brillaron como un par de diamantes, sintiéndose poderoso e increíblemente hipnotizante. Pronto sentí que mis piernas flaqueaban y un intenso cosquilleo se apoderó de todo mi cuerpo, incapacitándome.

Una clase de terror se extendió por todo mi ser, inicialmente con temblores en mis extremidades. El control remoto dejó de ser un arma mortal y ahora sólo podía confiar en un divino milagro para no terminar loca, o en el peor de los casos; muerta.

Mi boca se congeló apenas quise tomar aire. Los pensamientos en mi cabeza se volvieron incoherentes y de un momento a otro, todo se volvió negro.

 Los pensamientos en mi cabeza se volvieron incoherentes y de un momento a otro, todo se volvió negro

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Abrí los ojos, levantándome de manera explosiva. Los recuerdos borrosos aún andan por mi cabeza y mi corazón palpitante me hace saber que realmente algo sucedió.

Sentí mi rostro húmedo y mi pecho alborotado. La habitación estaba iluminada y el ambiente estaba demasiado tranquilo para mi gusto.

Me levanté hasta el baño, mirándome al espejo, únicamente para confirmar que no me faltaba alguna parte de mi cuerpo. Cuando pude estar tranquila, di inicio a mi caminata hacia la cocina. Mis pies temblaban y el resto de mi anatomía parecía estar hecha de gelatina. Una sensación bastante desagradable.

Fue a mitad del pasillo cuando mi piel se puso chinita y la risa de Felix me acarició los oídos. Recordé su aspecto pasado y aproveché la cercanía con el cuartito para tomar la escoba.

Reanudé mis pasos, haciéndose los ruidos más claros conforme más me acercaba. Mis dedos se engancharon con fuerza en el palo y finalmente crucé el pasillo, llegando a la cocina.

—¡Alto!

El silencio golpeó el piso repentinamente.

Dos pares de ojos me veían con extrañeza. Los sentimientos que pasaron por mi cabeza fueron abrumadores, llevándome a un vértigo asegurado. Mantuve el palo de la escoba alta, sin dejar de mirar al pecoso en ningún momento.

MR. SUNSHINE || LEE FELIX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora