|| E P Í L O G O ||

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Todo estaba tan frío y solitario.

Mis manos brillaban y no dejaban de temblar. La enfermedad ya había avanzado mucho, dejándome incluso incapaz de pensar con claridad.

El viento golpeaba las ventanas de la triste habitación de hospital. Las luces bajas y el ruido estático de los aparatos comenzaban a ser fastidiosos. Tenía sueño, pero no podía dormirme sin dejar de sentir dolor en el cuerpo.

El tiempo volaba. Ayer mi piel era suave y hoy estaba arrugada, llena de lunares. La gente se fue yendo, uno por uno, partieron, dejándome completamente sola en el mundo. Al final, Jisung tuvo razón y hoy finalmente parecía que mi linaje iba a terminar hasta aquí.

Ya no había una tía Sun, de la cual guiarme y crecer. Ya no habían unos padres con los cuales refugiarme cuando me sintiera perdida. Mi mejor amigo se adelantó en el camino y ahora tampoco estaba para regañarme por no beber mis medicamentos. Mis compañeros; Minho, Hyunjin y el jefe Bang tampoco estaban para darme ánimos. Mi primer amor ahora estaba disfrutando de sus bisnietos en algún otro país lejos de aquí. Mis niños del orfanato no sabían de mi estado de salud y para ellos yo estaba de vacaciones en Brasil. No tenía un hijo de quien despedirme, ni un esposo al que declararle mi amor eterno.

La vida se me había ido y ahora sólo estaba esperando a que terminara. No había dejado descendencia de mi sangre en la tierra, pero al menos estaba segura de que algunos cuantos iban a recordarme.

Ese era mi último deseo como comandante en jefe.

La puerta de mi habitación se abrió. Mi pecho se alborotó y la cabeza me pesó. Giré muy a duras penas y mis ojos vibraron cuando vi aquel rostro tan joven y hermoso. El chico se acomodó a mi lado y me tomó la mano, desvaneciendo por un momento todo aquel sufrimiento que me estaba atormentando.

Su sonrisa era enorme. Seguía siendo guapo y tierno, aún me costaba entender que era mayor que él. Que yo lucía como un cadáver viviente, mientras él seguía con la cara de niño. Sus mechas largas y plateadas caían por sus hombros. Sus pecas brillaban intensamente y sus ojos sólo mostraban tranquilidad. Venía vestido de rojo, con un enorme Sobrero del mismo tono que solamente hacia relucir su piel blanquecina. Los tatuajes en su piel también comenzaban a brillar.

Éramos solamente él y yo.

Ahora ya no estaba sola y aquel dolor estremecedor dejó de sentirse. Se levantó del la silla y me acarició la mejilla sin dejar de sonreírme, luego, sin aviso alguno me besó. Un pico, una caricia tan fugaz, pero tan acojedor que me hizo suspirar de alivio.

—¿Estás lista, mi amor?

Si voz seguía tan gruesa y profunda como lo podía recordar, antes de los episodios de amnesia. Le sonreí tanto como pude y vocalicé torpemente. Felix me tomó la mano y cerró los ojos. Un sueño embriagante me envolvió y poco a poco me vi seducida por el descanso. Comencé a parpadear y mis ojos pronto se vieron pesados hasta que por fin pude dormirme.

El sentimiento siguiente fue extraño. Me sentí como si alguien me jalara, el cansancio, la tristeza, la soledad y el vacío se desvanecieron por completo. Mi mano fue soltada y los dedos ajenos me recorrieron las mejillas con suavidad.

—Abre los ojos.

Hice lo que me pidió. Ahí estaba yo, recostada en la camilla, atrapada en el sueño eterno. Me veía tan tranquila y feliz, como hace años lo había querido. La enfermedad ya no estaba molestándome y después de tantos días, volvía a reconocer la paz.

El pitido del aparato que me atrapaba comenzó a sonar y pronto los médicos entraron apresurados, pero, afortunadamente ya no pudieron hacer nada por mí.

Mi mano fue nuevamente atrapada y sus dedos se entrelazaron con los míos. Le miré, sintiendo mi sonrisa enorme. Miré una última vez mi viejo cuerpo físico y luego asentí con dirección a Felix.

—Por fin te tengo —mencionó.

—Por fin nos tenemos —corregí.

Él volvió a sonreír, mostrándome los dientes, asintió una vez más y sin esperar a más, ambos salíamos de aquel lugar que se había vuelto un infierno, para ahora pasar a vivir en mi paraíso, al lado del ser que amo y amaré por el resto de la eternidad...

♥️

Hola, ahora sí aquí termina la historia. Muchas gracias por leer y acompañarme en esta, espero que les haya gustado y nada. A ser felices.

¡Besos, los amooo!

¡Besos, los amooo!

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MR. SUNSHINE || LEE FELIX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora