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Podía sentir palpable la tensión dentro del diminuto espacio del auto. Minnie manejaba y yo estaba de copiloto, mientras los hermanos mágicos iban en la parte trasera. Dos de ellos mordiéndose las uñas. Resultó que, por una extraña razón, Jeongin y Jisung se colocaron miedosos cuando Felix les dijo que mi madre era bruja de magia negra. Los pobres se pusieron tan pálidos y nerviosos que poco me faltó para llamar a la ambulancia, previendo un posible ataque cardíaco.

El sol se asomaba por enfrente de nosotros, comenzando a bañar a la ciudad con su ya opaca, pero caliente luz. Miré el reloj de la radio, eran las seis treinta de la mañana, pero yo sentía que habían pasado como veinte años dentro del vehículo. 
Estaba intranquila, ansiosa, pero pude entender que estos sentimientos no eran otra cosa, más que obra de Felix. Podía escuchar claramente sus suspiros desde mi lugar, la manera en la que golpeaba a su rodilla con el índice. Intenté respirar hondo, sin embargo, todo el cúmulo de energías y sentimientos que le sumaban mis cuatro acompañantes comenzaba a marearme de manera agobiante.

—Minnie, detén el auto.

Tan pronto lo hizo, abrí la puerta y comencé a devolver. El estómago me revoloteaba y la cabeza me punzaba con cada arcada. Me sentí tan mal por llenar el césped del parque con bilis mías, definitivamente no iba a ser agradable limpiar esto y me habría gustado mucho disculparme con el desgraciado que lo haría.

—¿Estás bien?

Minnie bajó del auto y se me acercó con un paño en la mano. Me lo dio y dejó palmaditas en mi espalda, facilitando más la tarea de la emesis. Pronto el aire puro ingresó a mi nariz, alejándome de las sensaciones intensas de ahí dentro. Por supuesto, me sentía cansada, pero ya a este punto era normal, entre tanto estrés y miedo por parte de todo el mundo que me rodeaba.

—Gracias —mencioné, limpiándome la boca.

Me giré cuando ya no lucía tan desgraciada y me acerqué a la ventana trasera donde los tres hermanos me miraban con atención y preocupación. No podía culparlos por tener miedo, incluso ahora yo también temía de mi propia madre, así que sería una estupidez hacerlos ver como unos debiluchos.

—Un favor —mencioné, acercándome de manera prudente, mientras me tapaba la boca—. Tranquilicen sus nervios porque realmente me están mareando más que una montaña rusa.

—Lo sentimos, _____ —mencionó Jeongin con sus ojitos brillantes y enormes en una carita tierna que me revolcó el corazón.

—Está bien, lindo —le sonreí—. Tan sólo sean más cuidadosos, falta poco para llegar a casa.

Los tres asintieron y Minnie y yo volvimos al auto. Retomó el viaje y, aunque no fue el gran cambio, al menos ahora sí podía respirar con más normalidad.

Tal cual lo aseguré, fueron sólo unos pocos minutos para cuando la casa de mis padres se mostró frente a nosotros. Vi el auto de mi padre y las cortinas de la sala amarradas. Seungmin se estacionó frente a la fachada y el auto se quedó en completo silencio.

—Mi madre es un poco dura y fría, pero les aseguro que nunca les faltará al respeto.

—Gracias, _____ —mencionó Jisung.

Di un último respiro y salí del auto, sintiendo como todos los chicos salían junto a mí. Las puertas del vehículo se cerraron y nuestros pasos sonaron en unísono. Minnie atrapó mi mano y le dejó un suave apretón que me dio los ánimos suficientes.

Mis tacones se silenciaron cuando estuve frente a la entrada principal. Di un respiro aún más profundo y llamé a la puerta, desatando más el miedo de los hermanos detrás mío. Un par de segundos después, la puerta se abrió y la mirada curiosa de mi padre se asomó.

MR. SUNSHINE || LEE FELIX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora