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Felix me quitó los pantalones y desató mi cabello. Me sostuvo con fuerza y me ayudó a meterme a la ducha, sentándome en el banquito que previamente había colocado ahí. La agua tibia –mayormente caliente–, me golpeó el cuerpo, haciéndome sentir un poco menos entumida.

—Lixie, yo puedo hacerlo.

—No, comienza ser agobiante sentir todo esto, así que a partir de ahora tú no te separas de mí —declaró.

Cerró las llaves de la regadera y comenzó a frotar la esponja con suavidad, luego me colocó el champú. Los papeles se invertieron y me pareció tierno el nivel de concentración plasmado en su rostro.

Felix fue lindo, fue amable y bastante gentil. Usualmente –en mi popularidad negativa de la niñez–, la gente se alejaba de mí y trataban como una bacteria contagiosa a mi condición. Mujeres cabeza hueca alejaban a sus hijos de mi lado, mencionando que ellos terminarían igual de locos que yo. Pero ahora, tener a Lix, cuidándome de esta manera y diciéndome esas cosas era simplemente maravilloso.

La tela de la toalla se deslizó delicadamente por todo mi cuerpo, entre golpecitos cariñosos, Felix acercó mi ropa y me dio la espalda dejándome cambiar la ropa interior.

—¡¿Dónde están!?

La voz de Seung de escuchó lejana, coloqué la blusa de la pijama y le indiqué a Felix que ya podíamos salir. Él me tomó la mano y ambos caminamos hasta el comedor, donde un apurado Minnie sacaba plantas y veladoras, depositando las mismas en la mesa del comedor. Nos miró y arrugó las cejas cuando vio el cabello húmedo de Felix y mi reciente baño, dejando su labor de lado.

—¿Qué hacían?

—La ayudé a bañarse, esa cosa volvió a aparecer.

—Song Ji-Yoon, Lix... Ese es su nombre —aclaré.

—Bien, como sea—Resopló, Seungmin—. Confiaré en que no te sobrepasaste con ella, Felix. Ahora, quita tus manos de mi pequeña y ayúdame con esto.

Felix me soltó, haciéndome sentar en la silla, rodeó la mesa y se colocó al lado del castaño, comenzando a seguir las indicaciones de una hoja. Los vi juntar algunas ramas y especias en un tazón pequeño, entre ellas romero y salvia. A juzgar por los ingredientes y las velas blancas, pude reconocer aquello como un menjurje especial para espantar a los espíritus, o mejor dicho, para orillarlos a ir a la luz.

Los vi con interés. La dedicación de Seungmin y la concentración de Felix eran un suceso grato de presenciar. Eso hasta que la vela blanca se apagó. Seungmin volvió a encender la vela y la misma se apagó antes de siquiera empezar a recitar la oración.

—Ji-Yoon acepta la luz —dijo Seungmin con la mirada en la vela.

—No.

Seungmin se tensó ante la respuesta clara. Me recorrió un escalofrío intenso en el cuerpo que me hizo casi caer de la silla. La intensidad de una vibra pesada me pegó, haciéndome marear. Entonces la presencia de esa mujer volvió acercarse a mí.

—Dile que lo amo.

Esa maldita frase volvió a sonar con intensidad, retumbando en mi cerebro. Los ojos aterradores de la fantasma me miraron fijamente, desprendiendo desesperación e impotencia. Me hizo recordar las imágenes de su muerte y el sufrimiento que tuvo que soportar, para finalmente, hacerme ver la imagen de su bebé. Aquel pobre niño que ya no iba volver a ver a su madre y que muy probablemente le iba a afectar en el futuro. Un nudo se formó en mi garganta, la nariz me picó y los ojos se me aguaron. Pensar en la infelicidad de ese niño me atormentó y entendí que por una vez en mi vida, no debía ser egoísta.

MR. SUNSHINE || LEE FELIX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora