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Era de noche. Caminaba sola por las calles pavimentadas, muy cerca del río Han. Me faltaban alrededor de quince minutos para llegar a casa y poder descansar. Había estado sintiendo una presión en el pecho que me incitaba a correr y llegar pronto a casa. Más que nada por el hecho de que estaba extrañando a alguien. Era una necesidad increíble por verlo y besarle la cabecita, para decirle una y otra vez que lo amo.

-Disculpa.

Se me hizo la piel de gallina ante el llamado. Me detuve y me giré tan sólo un poco. Era joven, adulto, tenía una sonrisa en los labios, mostrándose demasiado amable, sin embargo, no me daba buena espina.

-¿Qué se le ofrece? -pregunté reanudando mi caminata con lentitud.

-No le quitaré mucho tiempo, sólo me gustaría saber la hora.

Bajé la mirada a mi muñeca, revisando la hora de mi teléfono. El smartwatch encendió, mostrándome una foto de mi bebé en el fondo. Una serie de imágenes se vinieron a mi mente, haciéndome recordar el nacimiento y todo el tiempo que había estado viviendo con mi hijo hasta el día presente. Entonces las ganas de arroparlo se hicieron mucho más enormes, pero antes de siquiera decir la hora, mi cabello fue sostenido con fuerza. El tirón fue brusco, haciéndome caer sobre mi trasero y luego fui arrastrada, sin la posibilidad de soltarme. El hombre de antes se colocó encima mío enterrando sus rodillas sobre mis brazos, inmovilizándome. Sus ojos brillaron con odio y una sonrisa escalofriante se dibujó en su rostro. La impotencia y la desesperación se apoderaron de mí, haciéndome gritar hasta que la garganta se me desgarró. Me dio unos diez puñetazos en la cara, me escupió, luego colocó todo su peso en mis brazos, sintiendo como los huesos de sus rodillas me rompían los míos, el olor y el sabor asqueroso de mi propia sangre se infiltró por mi labios, dejándome saber que tenía la nariz rota. Pronto, su mano se escondió detrás de su espalda y luego mostró un cuchillo de cocina brillante. La risa macabra del tipo me agudizó los oídos haciéndome perder en un mar de agobio. Quise seguir peleando, quería ver a mí bebé, quería seguir viviendo. Mas todas aquellas esperanzas terminaron cuando el cuchillo se incrustó justo en el costado de mi cuello, ahogándome y silenciando mis gritos. El dolor se volvió insoportable, agonizante, lo vi mover los labios, pero ya cualquier sonido llegaba distorsionado. La espada terminó por recorrer todo el ancho de mi cuello y todos mis sentidos dejaron de funcionar con enorme lentitud. Mis ojos empezaron a ver borroso, lo único que ahora estaba fresco era la maldita cara de ese infeliz...

Me levanté de golpe. Sentí el vacío en mi pecho y las náuseas en mi estómago, obligándome a correr hasta el baño para comenzar a devolver. Todas aquellas imágenes pasaban frente a mis ojos como una película sin final. El cuerpo me dolía; el cuello, los brazos, el rostro.

Estaba bramando. Las lágrimas salían a montones y la emesis sólo estaba empeorando mi estado. A pesar de estar viva, me sentía muerta, con el cuerpo entumido y los pensamientos desechos. Una sombra se acercó a mi lado derecho y un escalofrío me recorrió toda la espalda, erizándome la piel.

-Dile que lo amo... Dile que lo amo... Dile que lo amo...

El susurro se arrastró en mi oído, adentrándose en mi cabeza y clavándose en mi cerebro como un clavo filoso. Tuve que aferrarme a la orilla del retrete para no terminar cayendo al suelo. Cerré los ojos con fuerza y respiré profundo evadiendo la voz de aquella mujer.

-¡_____!

Unas manos me sostuvieron el cabello y otra mano me acercó una toalla húmeda para limpiarme la boca. Seguidamente mi cuerpo fue volteado, dejando ver un par de rostros sorprendidos. Ambos con las cejas arrugadas, siendo Seungmin el que comenzó a tronar los dedos, buscando despertar mi consciencia. Sus llamados poco a poco se veían claros, igual que sus rostros y todo el rededor de la habitación.

MR. SUNSHINE || LEE FELIX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora