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Me sentía extraña. Ni siquiera podía mirar a Felix sin pensar que estaba drogado.

¿Hijo del sol? ¡Patrañas!

Si bien, yo crecí rodeada de historias fantásticas –gracias a mi abuela–, esto sobrepasaba por mucho, todos esos niveles de credulidad. Podía creer en un Dios y en un Diablo, podía creer en los encantamientos, en las energías, en las maldiciones, en el limbo, en la reencarnación, incluso podía creer en la existencia de los hombre lobo y los vampiros. Pero definitivamente, no había cabida alguna en mi cabeza para la historia de Felix, simplemente era completamente absurdo y completamente fuera de la realidad.

Suspiré una vez más, sintiendo como el viento nocturno tropezaba con mi rostro. Las luces de la calle eran tremendamente brillantes, impidiendo mirar arriba, probablemente así lo veía yo por la sensibilidad de mis ojos muertos. Estaba agotada y mi condición física me volvía alguien irritable. Podía sentir en el pecho las súplicas de Felix para volver a casa, pero realmente no quería verlo. Era el colmo que quisiera verme la cara de esta manera, cuando le di la oportunidad de sincerarse conmigo.

—¿_____?

Me detuve. Ladeé la cabeza, curiosa por la presencia de mi novio. Llevaba una bolsa plástica en una mano y un osito de peluche en la otra. Sus labios se curvaron y se acercó a mí. Le sonreí cuando lo tuve enfrente, luego le ví encogiéndose hasta alcanzar besar mis labios.

—¿No deberías estar en casa?

—Lo mismo pregunto —contraataqué.

Dejó un nuevo beso, dejando el peluche en mis manos.

—Justo iba a visitarte, he estado muy ocupado en el laboratorio... Lo siento.

—Está bien, no te preocupes —le sonreí.

Sentí un escalofrío cuando los dedos de Yeonjun se pasearon por mi oreja, recogiendo de paso un par de cabellos sueltos. Su mirada castaña era pasiva. Su rostro yacía sereno, demasiado calmado para mis nervios.

—Vamos a casa, no puedes estar paseando de noche estando enferma.

—Espera —le dije antes de que me jalara—. No quiero ir a mi casa, tuve un problema con esa vecina mía y lo que menos quiero es verla —mentí.

—¿Volvió a faltarte el respeto?

Recordé las palabras ácidas que me dedicó en el elevador hace unos días. Con aquello presente, terminé por asentir. Entonces Jun no dijo nada y simplemente me abrazó por los hombros, comenzando a caminar hacia el estacionamiento de la cuadra.

Traté de ignorar las palabras y las sensaciones que Felix desprendía en mi cuerpo. Tenía que buscar la manera de bloquearlo de mi cabeza, encontrar mi privacidad y poder estar tranquila por un momento.

Giré la mirada. El perfil de Yeonjun era lindo. Sus labios de patito resaltando tiernamente de entre su serio gesto neutral. No me quedé con las ganas y tomé el lóbulo de su oreja con mis dedos, dejando unas suaves caricias que le hicieron tirar las comisuras de sus labios.

—Jun.

—Dime, amor.

—¿Qué piensas de la unión de dos almas?

Su ceño se frunció, detuvo el auto cuando la luz del semáforo se tornó roja y luego me miró.

—Eso es completamente imposible, no hay manera lógica de que pueda suceder, amor, deja de leer novelas románticas, sólo te hacen desprenderte de la realidad.

—¿Pero qué me dices de las almas gemelas?

—Eso es sólo un romanticismo de la sociedad, dos personas pueden actuar de la misma manera si conviven por mucho tiempo, yo adopté tu gusto por el café y tú ahora no puedes estar tranquila si no tarareas una estúpida canción cualquiera en el día.

MR. SUNSHINE || LEE FELIX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora