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Dos días y el sentimiento de inconformidad seguía latente. A pesar de que no había sido capaz de volver a Felix con esa mágica apariencia; mi corazón seguía insistiendo que aquello había sido real.

La situación comenzaba a volverse insostenible. Aún no podía recordar nada, así que lo llevé a urgencias en busca de resultados profesionales. Los médicos dijeron que su estado de salud estaba impecable y se sorprendieron más cuando no hubo señales negativas en los estudios. Entonces una nueva problemática se desató.

¿Está mintiéndome?

Con los resultados en mano, no pude evitar pensar la posibilidad de que en realidad Felix es un criminal en cubierta que estaba haciéndose pasar por un chico con amnesia.

"Yo nunca te haría daño, así que no me tengas miedo".

Sus palabras continuaban colándose en mi cabeza. Por más que le buscara sentido a todas las pistas, terminaba llegando a la misma conclusión de que, efectivamente, Lee Felix estaba ocultándome algo...

Viernes por la mañana. El día es hermoso y es mi descanso, adicional a ello, también es el día perfecto para desenmascarar al chico bonito que reside en mi hogar.

Me levanté como de costumbre, metiéndome a la ducha. Me vestí con ropas cómodas y me adelanté a la cocina para preparar el desayuno. La música sonaba bajita y el ambiente yacía calmado.

Extrañamente, la luz del sol no era lo suficientemente potente. La visibilidad era similar a la de un día lluvioso, dónde el cielo está completamente cubierto de nubes, sin embargo, el cielo fuera de mi casa estaba despejado.

Terminé la preparación del platillo y me fijé por el pasillo, notando el sosiego del mismo. Eran ya pasadas de las 10:00 am. Y Felix aún no despertaba. Me mordí la uña, debatiendo conmigo misma sobre la idea de ir a despertarlo, o bien, dejarlo hasta que él solito lo haga. No obstante, un sentimiento extraño me pidió ir personalmente hasta él.

Caminé con suavidad, intentando no hacer ruido con mis pasos. El cosquilleo en mi pecho era incómodo y nuevamente comenzaba a arrepentirme de mi decisión.

No seas cobarde.

Finalmente, llegué hasta mi puerta. Acerque el oído a la madera y tal como lo temía, no fui receptora de ningún mínimo sonido, lo cuál me preocupó. Dentro de mi cabeza surgieron dos posibilidades:

O me ha abandonado, o está muerto.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo con agresividad ante este último pensamiento. Sacudí mi cabeza, espantando aquello y sin más preámbulo me aventuré a abrir.

El cuarto -como el resto de la casa-, estaba sombrío. El silencio era profundo y la calidez habitual era casi nula. Sólo pude respirar con calma cuando distinguí el enorme bulto debajo de las sábanas de mi cama. Me acerqué al mismo con movimientos sumamente cuidadosos, hasta quedar a un costado suyo.

—Felix... Lixie... Ya despierta.

Traté de sonar lo más delicada posible. Pero nuevamente, no se inmutó. Más nerviosa que nunca, acerqué la mano despejando su rostro. Tenía los ojos cerrados con fuerza y sudaba a chorros, claras señales de una fiebre. Llevé el dorso de mi mano a su frente, buscando tentar su temperatura, pero me quedé estática al notarlo congelado.

¿No se supone debería estar ardiendo?

Confundida, me volví a la cocina, tomando un balde, unos guantes de hule y un trapo de seda. Llené el balde con agua caliente y regresé a la habitación, encontrándolo escondiéndose en las cobijas. Me senté a su lado, dejando las cosas sobre la mesa de noche. Me coloqué los guantes y comencé a humedecer la toalla. Básicamente, estaba usando las mismas técnicas, pero con el único cambio de la temperatura.

MR. SUNSHINE || LEE FELIX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora