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La mirada de Felix seguía plasmada en el cristal de mi colgante desde que comencé a manejar con dirección a la casa de la tía Young-sun. La yema de su dedo repasaba con gran cuidado y calma todo el contorno de la figura para luego bañarlo bajo los rayos del sol. Era como una clase de patrón que repitió por lo menos seis veces hasta que detuve el auto.

A nuestro costado se presentó una casa de finta hogareña. Era como las casas enormes y antiguas en todo el resto del vecindario. Sus muros desprendían el brillante color crema que siempre conocí desde pequeña. Las rosas y los pequeños arbustos seguían reluciendo sus hermosos colores vibrantes.

—Llegamos, Lix.

Quitó su atención del collar para mirarme. Mas algo no encajó con esa mirada, me quedé quieta, comenzando a estudiarlo. Definitivamente su rostro seguía siendo el mismo; atractivo y lindo. Todo estaba en su lugar, pero aún tenía ese sentimiento inconforme con él. Llevé mi índice hasta su rostro, piqué su mejilla, repasé el contorno de su nariz y deslicé mi yema por lo esponjo de sus labios.

—¿Tengo algo?

Un escalofrío me atravesó por toda la espalda al término de sus palabras. Le vi directo a los ojos y juro que logré ver una clase de destello dorado en sus iris. Mi corazón empezó con un frenético martilleo en mi pecho que me hizo angustiarme.

Entonces pude detectar aquello que no estaba "bien".

Felix había estado enfermo los últimos días, con fiebres altas que me hicieron despertar a la mitad de la noche. Debido a ello, su aspecto se volvió bastante descuidado. Sus ojeras eran prominentes, la delgadez de su rostro hacía destacar muy ligeramente sus pómulos y el tono de su piel llegaba a rozar lo amarillento. No obstante, ahora que lo tenía a pocos centímetros de distancia, él se veía completamente diferente, era el infartante pecoso que conocí; el alegre joven con amor a la vida.

Y eso me aterró.

Recordé aquella noche donde lo vi con ese aspecto mágico y diferente. La teoría que me planteé sobre su verdadera existencia, revivió. Tuve que morderme la lengua y no decir nada al respecto. No abriría la boca hasta que pueda estar bajo la protección de la tía Young-sun.

—Sólo... Eres lindo —aseguré.

Sus mejillas se alzaron y sus ojos se hicieron pequeños por la sonrisa enorme que dibujó para mí. Le devolví un gesto menos escandaloso y proseguí a salir del auto prestado de Seung.

Felix me siguió los pasos y en tan pocos segundos, logramos llegar a la puerta de aquella linda morada. Lix aspiró el aire con entusiasmo y disfrutó del nulo aroma con un gesto encantado. No tuve la oportunidad de decirle lo extraño que resultó esa acción suya, porque justo la puerta principal fue abierta.

—¡Mi niña!

—¡Tía Sun!

El perfume de olores atractivos y florales se impregnó en mi nariz tan pronto como la tía me abrazó. El calor de su apapacho me resultó familiar y por una centésima de segundo pensé en querer llorar por la melancolía surgida.

La tía Young-sun seguía siendo hermosa. Su piel mostraba pequeñísimos rastros de arrugas, era delgada y parecía más llena de energía que yo. Sus ojos castaños destacaban su claridad por el delicado maquillaje brillante en sus párpados. Ella seguía utilizando el mismo sutil estilo de maquillaje desde hace décadas atrás.

—¿Él es tu famoso novio? —indagó, analizando la presencia de Lix.

La tía le sonrió al pecoso y él le devolvió el gesto, sin siquiera inmutarse por la suposición recién declarada. Ella le dedicó una reverencia y seguidamente le tomó la mano. Su sonrisa se tambaleó ligeramente y noté cuando su piel erizó como si hubiera recibido un buen escalofrío.

MR. SUNSHINE || LEE FELIX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora