𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐂𝐢𝐧𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐒𝐢𝐞𝐭𝐞

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Obelia, cuna de magos que habían llegado de todas partes del mundo, ya fuera por una vida mejor, o porque estaban huyendo de algo o alguien, era conocida por ser uno de los imperios más vastos hasta la actualidad, uno donde magos son recibidos con calma, aceptados en la torre negra y se les permitía vivir libremente. Hace siglos atrás, el imperio, cuando comenzaba a ser un refugio para todos aquellos usuarios de magia podrían llegar, la descendencia de la diosa Heka llegó. Mujeres de grandes habilidades, unas trabajaron para ayudar al imperio alzarse a lo que era en esos días, otras pocas se casaron, y la minoría migraron a otros lugares, explorando nuevas tierras, pero a diferencia de la regente principal, ninguno ayudó a la fundación o expansión de un imperio o reino.

Ahora en esos momentos, las pláticas que rodeaban los pequeños locales de comida, los mercados o incluso, las fiestas de té de las damas de alta sociedad, era la aparición de la princesa Penélope Robane.

El ducado Robane no escatimo en gastos cuando hicieron la presentación de la joven princesa, por primera vez en años, el palacio Agatha volvía abrir sus puertas y recibía a las personas con entusiasmo. Muchos habían quedado cautivados con la joven dama, quien era muy parecida a su padre e incluso así, a su abuelo.

Muchos de los nobles quedaron cautivados por ella, su elegante forma de hablar, de sentarse, la manera en como trataba a todos, era un sueño, era como si hubiera sido educada para ser tan precisa en sus movimientos, que nadie podía encontrarle un desperfecto.

Durante el baile en el palacio Agatha, muchos notaron la familiaridad con la que su regente, su príncipe y el duque de Alpheus se movían alrededor de ella, comprendía el porqué Félix Robane podría hacerlo fácilmente, pero nadie comprendía exactamente cómo era que se había ganado al emperador, al menos, hasta que una dama, que había estado en varias fiestas de té donde la difunta duquesa habría estado; aclaró el tema.

—¡Ya lo recuerdo!— exclamó la mujer, llamando la atención de algunos —Claudette, su segundo nombre es Claudette, en honor a nuestro emperador

De ahí, muchos comprendieron cómo era que la joven dama tenía el cariño del emperador, al final de cuentas, eran conscientes del cariño que los hermanos Alger tenían por el ducado Robane y el ducado Alpheus.

Fue cuestión de al menos dos eventos sociales y algunas fiestas de té, para que Penélope Robane fuera colocada como una de las joyas más hermosas del imperio, volviéndose; junto a las princesas imperiales, una perfecta triada, dónde las tres niñas eran quienes estarían en la cima de la «cadena alimenticia» de la nobleza, por lo que con calma, todos ellos, podían seguir a la dama de cabellos magenta sin problema, sin cuestionar su capacidad de liderazgo, su sangre o incluso, su manera de ser.

Habían pasado seis meses en Obelia y ciertamente, Penélope se siente como si hubiera crecido ahí, como si nunca hubiera abandonado el imperio que la vio nacer, en la plaza principal del imperio, donde los pequeños puestos estaban en todos lados vendiendo diferentes productos, una joven dama caminaba con las ropas más ligeras que llevaba, era la princesa Penélope.

Aunque llevaba ropas simples, como la de un plebeyo, para los presentes, ella lucía hermosa, y no era la única, la princesa Jeannette, quien la acompañaba con el joven duque Ijekiel, y los que ellos sabían, era el caballero de la joven dama y su doncella.

—¡Princesas!— exclamó de pronto, era Emily, quien se acercaba a donde estaban ellos —¡Por favor, no corran!

Los lugareños miraron con una sonrisa como las dos princesas se sonreían y después observaban con compasión a su príncipe Ijekiel.

—Lo sentimos— dijeron a coro, mientras Penélope acomodaba el pequeño paliacate en la cabeza de la princesa más joven.— ¿A dónde iremos ahora?

𝐓𝐨𝐦𝐚 𝐌𝐢 𝐌𝐚𝐧𝐨 «𝐏𝐞𝐧𝐞𝐥𝐨𝐩𝐞 𝐄𝐜𝐤𝐡𝐚𝐫𝐭»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora