III: Familia Disfuncional.

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Ethan.

Abro la puerta y cruzo al otro lado, ingresando a la sala de estar.

—Ya llegué.—anuncio mi presencia.

—¡Hola, Ethan!—saluda James, mi hermano menor, con su aguda voz. Tiene tan sólo ocho años.

Miro a todo mi alrededor, sólo está él sentado en el sofá con el control del televisor en sus manos.

—¿Y los demás?—interrogo.

James señala hacia el sótano, sé lo que quiere decir y bufo.

—"¿Por qué no me sorprende?"—comento con sarcasmo y seriedad.

Camino con desgano hacia el fondo de la sala, subo las escaleras y me muevo por el largo y oscuro pasillo cerrado, que me lleva a mi recamara. Abro la puerta de mi habitación y entro, azotando la misma con fuerza al cerrarla, estoy harto de ellos, harto de mudarme a cada nada por su culpa.

Me acerco a mi cama y me tumbo en ella, estoy exhausto, socializar no es algo que se me dé bien, he tenido muchos problemas intentando convivir con la gente.

Cierro mis ojos y trato de descansar, pero un golpeteo en mi puerta interrumpe mi momento de relajación.

—Cariño, ¿estás ahí?—habla mi madre—¿Cómo te fue en la nueva escuela?

—Déjame dormir.—respondo con simpleza.

—¿Sucedió algo en la escuela? ¿Tuviste problemas con alguien?

Suspiro cansado, me levanto de la cama y camino hacia la puerta para abrirla.

—No.—respondo con seriedad, al estar frente a mi madre.

Ella me da una mirada compasiva, sus resplandecientes ojos verdes indagando mi rostro, en busca de algún indicio de que algo anda mal. La conozco bien.

—¿Estás seguro?—cuestiona—Te ves molesto.

Suspiro nuevamente.

—Sabes perfectamente que no es por la escuela.—espeto intentando acabar rápido con la conversación.

Su expresión decae.

—Cariño.

—¿Quién era esta vez?—realmente no me interesa saberlo, pero tampoco quiero escuchar sus patéticas excusas.

—Thomas Lewis, contrabandista.

Guardo silencio.

Sus ojos destilan tristeza, ella sabe lo mucho que odio esto.

—Ethan.

—No está bien.—refuto.

—A veces hay que hacer lo incorrecto por las razones correctas.

Niego ligeramente con la cabeza.

—"Claro."—utilizo el sarcasmo—Déjame solo, ¿quieres? Necesito descansar.

Ella suspira cabizbaja y se inclina para abrazarme, es una mujer alta. Sus brazos me rodean y besa mi cabeza, mas permanezco con mi cuerpo inerte sin corresponderle.

—Te quiero, hijo.

No digo nada.

—¿En qué momento creciste tanto? Ya ni siquiera me llamas mamá.—menciona con la voz temblorosa.

—Es porque no lo eres.—cubro mi boca inmediatamente. Las palabras salieron sin pensarlo.

Su mirada se cristaliza.

Ay, no.

—Lo siento, no pensé lo que dije.—me disculpo, tampoco quiero que se sienta mal.

—No te preocupes.—dice secando sus lágrimas—No dijiste ninguna mentira.

Ethan [Psycho #1] [EN EDICIÓN] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora