XXXIV: Reconciliación Complicada.

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—Hasta mañana, Leonard. Fue un gusto charlar contigo.—me despido de él al ser la hora de la salida.

Él toma un mechón de mi cabello y lo acomoda detrás de mi oreja, acariciando mi mejilla.

—Hasta mañana, bella dama.—toma mi mano y besa su dorso—Que pases una excelente tarde.

Sonrío con timidez.

—Tú igual.

Me guiña un ojo y cede el paso para que yo salga primero. Le agradezco y cruzo la puerta, camino rumbo al autobús y a lo lejos lo observo montarse en una limusina.

¿Qué?

¡Vaya! No me equivocaba con él...

Es el chico adinerado, nunca falta...

Subo al autobús y tomo asiento en uno de los primeros asientos.

Aunque para ser el típico niño rico, es bastante gentil...

Sonrío para mí misma.

Logró que me olvidara de mi dolor por un buen rato...

Gracias, Leonard...

...

Martes, 6:52 am.

—¡Buen día, linda! ¿Cómo te encuentras hoy?—saluda Leonard, acercándose a mí con su elegante andar.

Llega hasta mí y besa el dorso de mi mano.

—Buenos días, Leonard. Hoy estoy mejor, ¿tú cómo estás?—le respondo.

—De maravilla por tenerte frente a mí.—sonríe coqueto.

Otra vez me sonrojo y aparto la mirada.

—Eres muy lindo, pero no me halagues tanto.—pido nerviosa, él ladea su cabeza.

—¿Por qué? Te ves linda cuando te sonrojas.

Su comentario sólo me pone peor y acabo por cubrirme el rostro con mis manos.

—¡No, claro que no! ¡Parezco un tomate!—río—Ya no lo hagas, ¿sí?

Hago un espacio entre mis dedos para mirarlo, él baja la mirada sonriendo y asintiendo.

—De acuerdo, no prometo nada, pero lo voy a intentar.

Respiro profundo.

—Gracias.—le doy una ligera sonrisa, él me toma de la mano y me encamina hacia mi salón.

La verdad tengo muchas preguntas por hacerle, ayer hablamos de muchas cosas, pero casi no me contó nada sobre él.

Y empiezo por la primera.

—Oye, Leonard...—lo llamo mientras caminamos.

—¿Sí, linda?

—Tengo curiosidad, no pareces ser de aquí, tu inglés es algo distinto. ¿Eres extranjero?

Él asiente.

—Oh, sí. Vengo de Austria, soy estudiante de intercambio.—responde con seguridad.

—¡Cool! ¿Entonces eres Austriaco? ¡Vaya! Eso explica muchas cosas.

Él frunce el ceño.

—¿Cómo cuáles?

—Tu acento, tu sofisticación y elegancia...—enumero, mientras pienso en más cosas, él sólo me sonríe.

—¿Así que te parezco elegante?—nos detenemos frente a la puerta de mi salón.

Asiento, él me sonríe de nuevo y acaricia mi mejilla. Es muy risueño al parecer.

Ethan [Psycho #1] [EN EDICIÓN] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora