LVII: Memorias de Cristal.

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Azoto la puerta al ingresar gruñendo a la sala de la casa.

—¡Maldito idiota! ¡Es todo su culpa!—me quito la mochila y la arrojo al suelo, lejos de mí.

—Ethan, recoge esa mochila.—me ordena Karina entrando detrás de mí. Escucho la puerta cerrarse, pero no presto atención a nada, inmerso en mi enojo.

Camino al otro extremo de la sala y llego a las escaleras.

—Ethan, detente ahí, te di una orden.—insiste y al ver que no obedezco, me grita—¡Ethan! ¡Te dije que te detengas, obedece!

Me detengo y me doy la vuelta soltado un gruñido frustrado.

—¡¿Qué?!—le grito, ella me señala con su dedo.

—No vuelvas a gritarme así, jovencito, soy tu madre y me debes respeto.—me advierte—Tú sabes perfectamente de lo que vamos a hablar, pero primero ven aquí y recoges esa mochila—la señala, hablando con la mandíbula tensa, está realmente furiosa.

Bufo como un toro y camino a zancadas largas hacia el estúpido bulto tirado en el suelo, lo recojo y lo cargo de nuevo en mi espalda.

—Ve a dejarlo a tu habitación y regresas.—me da otra orden y obedezco a fuerzas.

Subo las escaleras, entro a mi habitación y aviento la mochila en mi cama, para regresar donde Karina. Bajo las escaleras y me detengo delante de ella, que me espera de pie frente a las mismas, con sus manos puestas sobre sus anchas caderas.

—Creí que te había quedado claro que esto no podía volver a pasar, que no debía volver a suceder.—comenta—¡Suspendido! ¡Por tres días, Ethan! Es la segunda vez, ¿sabes qué va a pasar si esto se repite una tercera vez?

Bajo la mirada y asiento.

—Entonces, ¿por qué lo hiciste?—cuestiona.

—¡Él empezó, mamá! ¡Le dije varias veces que me dejara en paz, que se callara y sólo seguía y seguía!—me quejo furioso—¡Me ha estado molestando sin motivo desde que llegué a ese lugar! ¡Estoy harto de él!

Gruño y me siento en las escaleras, cruzándome de brazos.

Debiste hacerlo pedazos...

Escucho de nuevo a la voz y me quedo estático. Veo a Karina masajear sus sienes con sus dedos y suspirar.

—Ethan...—me llama—Sin importar cuánto intente él o cualquier otra persona provocarte, tú no debes ceder. La única razón por la que te suspendieron tres días es porque esta vez ese niño no acabó en el hospital.

Bufo.

—¡¿Y qué querías que hiciera?! ¡¿Que lo dejara seguir burlándose de mí?!—refuto alzando nuevamente la voz—¡Se la pasa molestando y humillando a todos siempre, alguien tiene que ponerlo en su lugar!

—¡Pero ese alguien no eres tú, Ethan!—me grita de regreso—Lucho por convencer a Roger todos los días de que dejarte ir a la escuela y convivir con otras personas es buena idea, pero tú sólo lo haces más difícil.

Me pongo de pie.

—¡¿Y de quién es la culpa?! ¡¿Quiénes me mantuvieron aislado de todo y todos durante los últimos diez años?!—reclamo—Que es casi toda mi vida considerando mi edad.

—No teníamos opción.—refuta.

—¿Por qué, mamá? ¿Por qué no tenían opción? ¡Me tiene harto tanto misterio! ¿Por qué el aislamiento, los secretos, las frases a medias? ¿Por qué me ocultan el estúpido sobre?—me quejo—¡¿Qué hay de malo conmigo?!

Ethan [Psycho #1] [EN EDICIÓN] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora