IV: Cálida Perfección.

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Kayla.

—Hola, Ethan.—saludo al estar frente a él, ya se ha adelantado, está sentado en su silla, esperando pacientemente al resto de la clase.

Él me mira con esa mirada de muerto que tiene, un par de segundos.

—Hola.—responde con simpleza.

—¿Cómo estás?—trato de hacer conversación.

Guarda silencio, ignorando por completo mi pregunta.

Hago un puchero, me aburre su actitud, aunque sólo ha pasado un día. Me dirijo a mi silla, hoy me sentaré en la de en medio.

—Dylan no viene hoy, al parecer algo le causó indigestión anoche y hoy no se siente bien.—le comento a Ethan, mas él parece no escucharme.

Estoy a punto de darme por vencida y dejar de intentar ser amable con él, cuando escucho su serena y juvenil voz.

—Bueno, espero se recupere pronto.

Volteo algo asombrada.

—S-sí... Espero lo mismo.—replico.

La comisura izquierda de su boca se curva ligeramente, mientras mantiene su mirada fija en el escritorio frente a nosotros.

Estando tan cerca, puedo verlo con más detalle, puedo notar que tiene ciertos rasgos asiáticos, como sus ojos negros color azabache ligeramente rasgados; tiene su mandíbula es fina pero bien definida, su nariz perfectamente perfilada, su piel clara luce muy suave y tersa, mas no me atrevo a comprobarlo. Sus labios tienen una totalidad carmesí que contrasta perfectamente con el pálido tono de su piel. Sus cejas son tan negras como su cabello, el cual luce al estilo de libro "Undercut".

Es un chico realmente atractivo a decir verdad.

—Buenos días, jóvenes estudiantes.—saluda nuestro profesor de historia, entrando al salón y sacándome del trance en que había entrado por la belleza de Ethan.

—Buenos días, Sr. Smith.—respondemos.

El profesor comienza rápido su clase, odia perder tiempo, su filosofía es: "La historia nunca muere y cada segundo perdido, es un segundo de historia vacía". Es un hombre muy entregado a su profesión.

Luego de dos horas de una aburrida e inútil clase de historia, que trataba de la Segunda Guerra Mundial, por fin salimos al receso y agradezco enormemente por eso.

Ethan se levanta de su asiento, mientras guardo mis cosas. Lo observo de reojo salir del salón, a paso relajado.

—¡Hey, Ethan! ¡Espérame!—exclamo, aproximándome a él.

Ethan se detiene y logro llegar a su lado. Le agradezco por esperarme, posando mi mano izquierda sobre su hombro derecho; inmediatamente siento su cuerpo tensarse ante el contacto, por lo que retiro mi agarre.

—¿Estás bien?—consulto curiosa.

Él sólo asiente con la cabeza y comienza a caminar.

—¿A dónde vas?—interrogo, siguiendo sus pasos.

—A donde sea, estamos en receso.—responde con seriedad.

—Te acompaño.

Él se encoge de hombros y continúa su recorrido, manteniendo al menos dos metros de distancia de mí; lo cual me parece algo exagerado de su parte, pero me queda claro que este chico es raro.

Una breve vibración en mi bolsillo me saca de mis pensamientos, es mi celular. Lo sacó del bolsillo de mi falda escolar y observo en la pantalla la notificación:

Ethan [Psycho #1] [EN EDICIÓN] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora