VII: ¿Justicia Divina?

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-DESCONOCIDO-

Mi cabeza...

Duele...

¿Por qué me duele?

Abro mis ojos lentamente, todo está muy oscuro. No sé dónde estoy y tampoco recuerdo cómo llegué aquí. Estoy sentado sobre una silla, eso puedo sentirlo, pero hay algo más que siento...

¿E-estoy atado, acaso?

No puedo mover mis manos ni mis pies, por mucho que lo intente, tal parece que me ataron, pero ¿quién lo hizo?

—¿H-hola? ¿Alguien me escucha?—pregunto con la voz temblorosa, siento mi garganta seca y estoy sudando.

Todo lo que se escucha es silencio, hasta que un sonido de madera rechinando logra colarse a mis oídos.

—¿Q-quién anda ahí?

No hay respuesta.

Una luz sobre mi cabeza se enciende y me hace cerrar los ojos de golpe, los abro lentamente, parpadeando para acostumbrarme. La luz no ilumina todo, si acaso a un diámetro de metro y medio, por lo que siguen habiendo muchas áreas oscuras.

—Malcom Stevens...—habla un voz femenina, que hace eco por todo el lugar.

—¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre?—mi voz tiembla.

—Oh, Malcom... Eso no es lo único que sé de ti.—su tono tiene aires siniestros.

Forcejeo mis manos tratando de desatarme, pero es inútil.

—42 años, nacido en Michigan, divorciado. Con nueve cargos por acoso y abuso de menores...—abro mis ojos a todo lo que dan al escucharla—Cinco niñas de entre seis y ocho años y cuatro niños de siete y ocho.

La escucho chasquear su lengua.

—Pero exonerado de cada uno por falta de pruebas. "¡Vaya eficiencia de la Corte!"

—Soy inocente, ¡nunca encontraron nada!—aseguro.

—No puedes ver el aire y no por eso quiere decir que no exista, Señor Stevens.—habla con un tono sofisticado y elegante.

Gruño.

—¡¿Qué es lo que quiere de mí?!—reclamo. Inmediatamente escucho finos pasos de tacones sobre el suelo de madera, se acerca a mí.

—¿Qué quiero de ti?—se sigue acercando—Verte sufrir...—dice al salir de las sombras, mostrándome su rostro.

Si no fuera por lo escalofriante de su voz y el hecho de que estoy atado, no dudaría en hacer mía a esta mujer, es hermosa. Puedo notar que es alta, con una excelente figura, pero lo más impresionante son sus brillantes ojos color jade.

—¿Sufrir? Claro que sufro, tú tan distante y yo tan caliente.—le digo con picardía, sonriendo de manera sínica.

—¡Eres un puerco!—espeta dándome una patada justo en la mandíbula. Escupo sangre y me quejo.

—¡Oh! Tú... ¡Maldita perra!—bramo escupiendo más sangre—¡Eres una psicópata! ¡Te mataré!

Ella suelta una risa sarcástica.

—¿Ah sí? ¡Ja! ¿Te parece que estás en posición de amenazarme?—me mira de pies a cabeza—Ubícate, idiota.

—Eres una maldita zorra... Tú...

—¡Oye!—una voz masculina resuena y también hace eco, siento cómo me toman del cabello con fuerza y tira de mi cabeza hacia atrás con rapidez, lo próximo que siento es otro golpe contundente en mi boca—Cuida tu boca o te parto la cara.

Ethan [Psycho #1] [EN EDICIÓN] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora