Ethan [Psycho #1] [EN EDICIÓN]

XXXVI: Pesadillas Macabras.

Jueves, 03:03 am.
Ethan.

Sangre...

Llanto...

—¡No! ¡¿Qué haces, monstruo?! ¡Déjala en paz!

Se burla de mí...

¡Maldito!

Gritos...

La está matando...

Frunzo el ceño, no entiendo qué estoy viendo, no sé cómo llegué aquí.

—¡No le hagas eso! ¡¿Quién eres?! ¡Muéstrate, desgraciado!

Más risas...

—¡Auxilio!—su última palabra...

No respira, la mató...

No, no...

—¡No!—grito despertando de golpe, me enderezo sobre la cama, mi respiración descontrolada. Estoy sudando.

Cálmate, Ethan, fue una pesadilla...

Me doy consuelo internamente, mientras inhalo y exhalo lentamente para no hiperventilarme.

Sí...

Nada de eso fue real...

Suspiro cerrando mis ojos, pero las imágenes de ese sueño regresan al instante. Doy un respingo hacia atrás y por consecuente me golpeo la cabeza contra el respaldar de la cama, suelto un quejido de dolor y masajeo el área afectada.

Siento que recuerdo a la mujer de mi sueño, pero no estoy seguro, sé que no la he visto recientemente, ¿pero entonces dónde y cuándo fue? ¿Y por qué aparece en mis sueños?

Suspiro de nuevo, volteando a ver ligeramente mi almohada y al hacerlo noto algo extraño en ella.

¿Y esas manchas?

Pequeñas manchas oscuras que apenas alcanzo a distinguir por la oscuridad de mi habitación. Paso mis dedos suavemente sobre ellas y se esparcen un poco, quedando manchada mi mano, froto mi pulgar contra los dedos ensangrentados para sentir la textura, es líquida. Hago una mueca de confusión hasta que siento un líquido caliente bajar por mi labio superior.

—¿Qué?—susurro tocando la zona con mi otra mano para limpiarme y al separar los dedos de mi cara me doy cuenta de que es sangre.

Estoy sangrando por la nariz...

No creo que eso sea bueno...

Un toque suave en la puerta me sobresalta.

—Ethan, cariño, ¿puedo pasar?—es Karina.

Veo en mi celular que son las tres de la madrugada.

Maldición...

La desperté...

—¿Ethan?—abre la puerta y se asoma, la miro sin expresión alguna—¿Estás bien? Escuché gritos.

Me aclaro la garganta.

—Sí, estoy bien. No fue nada, vuelve a dormir.

Ella se acerca a mí y se sienta al borde de la cama, justo a mi lado y temo que note mi sangrado.

—¿Estás seguro de que te sientes bien?—cuestiona.

—Sí, mamá, sólo...—dudo unos instantes—Fue una pesadilla, nada importante.

—¿Tuviste una pesadilla? ¿Qué soñaste, amor? ¿Era sobre tus padres?

Niego desesperadamente con la cabeza.