En otra Vida// Neteyam. (REESCRIBIENDO)

Capítulo 38: Rastro de sangre.

  

                                                                                                          Neteyam

Después de un rato buscándole, me encontré con Tsireya. Esta me dijo que Lo'ak se había ido hace unos minutos con su hermano a pescar. Eso me extrañó bastante, por que ambos se llevaban fatal y siempre que se encontraban peleaban sin sentido. Tampoco le culpaba, yo también le odiaba.

Como con Lo'ak no podía hablar ahora, decidí buscar a Ley'ha. Tenía que aclarar las cosas con ella, y preguntarle por qué a pesar de habérselo preguntado, ella había mentido acerca de nuestra relación.
Me dirigí a su mauri, para ver si estaba allí y cuando llegué algo me extrañó bastante. El lugar estaba vacío, y eso no era normal ya que casi siempre solían estar los jefes del clan, o alguno de sus hermanos. Aun así decidí entrar para comprobar que de verdad no había nadie.
Fui hasta la habitación de Ley'ha, y no encontré nada. Su cuarto olía exactamente igual a ella. Era un olor dulce del cual jamás podría hartarme. Su diario, el que ya antes había ojeado, se encontraba encima de la amaca. Sentía bastante curiosidad por continuar viéndolo, ya que tal vez podría haber escrito o dibujado algo de anoche. Aunque traté de contenerme para respetar su privacidad, finalmente lo cogí.
Rápidamente lo abrí, y traté encontrar la página por la que me había quedado. Noté que habían nuevos dibujos, y estos cada vez eran más realistas.

- Si que es talentosa en todo....- pensé. Fue inevitable sonreír ligeramente al pensar en ella. Realmente la amaba, y por eso quería saber lo que realmente ella pensaba de mí.

Nada más comenzar a ver las siguientes páginas, pude ver un montón de dibujos de mi familia y yo. En uno salían Kiri y ella sentadas en el borde de la parte exterior de su casa, mientras reían felizmente. Parecía una de esas fotografías que una vez nos hizo mi padre, pero en blanco y negro. Al pasar a la siguiente página, vi uno de Tuk. Al rededor de ella habían corazones pequeñitos, y una frase que decía "¡Es tan adorable!" Junto con su nombre, en letras muy bonitas.
La siguiente hoja me dejó impactado, salía yo. Había dibujado el día de los preparativos del Habunga, con todos los detalles del lugar y las decoraciones. Yo salía en medio de la página, con manchas de pintura en la cara, mientras sonreía alegremente. Como título, ponía "Neteyam, gran guerrero Omaticaya". En una esquina, había un diminuto corazón y un signo de interrogación. No sabía su significado, tal vez fue ahí cuando comencé a gustarle. O tal vez, solo lo había puesto por que me consideraba un buen amigo. Esto último le rezaba a Eywa para que no lo fuera.
Estaba seguro de una cosa. Ley'ha sentía algo por mí, si no, no nos hubiéramos vinculado.

Pasé la siguiente página con ansia, pero ya no habían más dibujos que ver. Cerré el cuaderno lentamente, y lo coloqué en la amaca para que nadie sospechase. Luego, salí con sigilo de su habitación, y justo cuando lo hice, me percaté de algo.

Las armas de sus padres habían sido recogidas, por lo que la pared en las que solían estar apoyadas ahora estaba vacía.

- Que extraño....- pensé. - Tal vez las hayan cogido para entrenar, pero que la thasit aún estando embarazada también entrene.... Eso no es normal. - dije para mis adentros.
De todas formas, no le tomé mucha importancia y salí del mauri. Tenía que encontrar a Ley'ha como fuera y más ahora, que sentía como si estuviera lejos.
Llamé al ilu y nada más llegar subí a él, e hice el vínculo. Sabía un lugar en el que podría estar, un sitio especial para ella.

Después de unos minutos, comencé a ver la Cala de los Ancestros a lo lejos. Habían unos cuantos ilus nadando por al rededor y algunos metkayina en el lugar. Junto a ellos estaban los líderes del clan, armados y con unos rostros preocupados. Decidí acercarme a ellos, ya que seguramente Ley'ha estaría allí controlando.
Salí rápidamente del agua y fui con los demás na'vis. Me fijé en que todos estaban rodeando un rastro de líquido rojizo, que se perdía en el borde de la playa.
La thsahit se agachó hasta el rastro. Con uno de sus dedos lo tocó y luego lo llevó a su lengua. Sus ojos se abrieron de golpe, y giró la cabeza hacia su marido, el Oloeyktan.