King's Landing, Westeros
El día del juicio contra Tyrion Lannister comenzó bastante ajetreado para Baelor. Al despertarse, notó que su hija no estaba en su cama cuando quiso despertarla para ir al desayunar. Eso conllevó a que su pequeño séquito comenzara a buscarla por todo el castillo, terminando por dar con el paradero de la niña en cuestión de minutos, pues estaba desayunando con la reina Margaery en uno de los jardines.
—Lord Baelor, me disculpo un millar de veces si lo he preocupado— dijo la Tyrell después de que él interrumpiera la conversación con una respectiva reverencia. Ella llevaba una vestimenta de luto, parecida a la del día anterior cuando le había dado el pésame tanto a ella como a la reina madre, Cersei —. Es sólo que me he topado con la pequeña Laena en los pasillos y no pude evitar encantarme con su dulzura, así que la invité a desayunar.
—¿Te has molestado, padre?— preguntó la niña no sin antes limpiarse los restos de almíbar que le quedaron en los dedos.
—Claro que no, mi cielo— acarició su cabeza con toda la dulzura que un hombre como él podía llegar a tener, cosa que hizo sonreír a la reina —. Pero no vuelvas a irte de la torre sin antes decirme a mí o a uno de mis guardias, ¿entendiste?— Laena asintió.
—¿Gusta acompañarnos, milord?— invitó Margaery con una sonrisa que le hizo imposible negarse.
—Sería un placer, Majestad— el mayor se sentó en la silla sobrante y una de las damas de compañía de la reina le sirvió lo que parecía té en una taza.
—Hacía tiempo no lo veía por la capital, me imagino que es por el venidero juicio— supuso mientras se llevaba la taza a los labios —. Me han informado que será uno de los jueces junto a mi padre y el príncipe Oberyn.
—Así es, mi reina, la Mano del Rey me ha solicitado para dicha tarea, ¿quién soy yo para negarme?— si la presencia de su hija no fuera un impedimento, le hubiera dicho que gracias a la carta de Tywin Lannister había sido capaz de volver a ser testigo de su belleza inigualable, como tantas veces se lo había dicho la última vez que la vio, el día que juró lealtad al rey.
—Me complace que haya aceptado— lo miró con la clase de sonrisa que sólo ella era capaz de dar, con una profundidad en sus ojos, de un verde misterioso, en la que se esconde el enigma de su alma, capaz de reflejar la dulzura de la primavera y la astucia de un zorro en la caza. Su mirada penetra en lo más profundo de los seres, desatando pasiones y envolviendo corazones en susurros de deseo. Le encantaba —. De lo contrario, no habría conocido a la dulce Laena— ahora miró de manera cómplice a la niña que soltó una risita al oírla.
—Padre, hablábamos de lo mucho que tú amas navegar— informó Laena dejando de lado un trozo de pastel de pera —. Le contaba a Su Majestad que lo haces desde pequeño, ¿verdad?
—Sí, era mucho más pequeño que tú cuando zarpé por primera vez. Fue liberador— admitió echándose hacia atrás en su asiento —. Cuando estás en el agua, la tranquilidad y la serenidad son palpables. Puedes dejar atrás el bullicio de la tierra firme y sumergirte en un ambiente pacífico. La sensación de estar rodeado de vastos horizontes de agua crea una perspectiva diferente, y te hace sentir pequeño ante la inmensidad del océano. El agua se convierte en tu compañera, llevándote en un viaje en el que te sientes en armonía con todo lo que te rodea.
—Muy bello, lord Baelor— comentó la reina —. Espero y algún día poder experimentar ese tipo de sensación. Para mí, ahora, los viajes en barco son considerablemente eternos y movidos.
—Eso es porque jamás ha abordado un barco con mi padre, Majestad— intervino inocentemente la niña de cabello castaño —. Es el mejor capitán de la Bahía de Blackwater.
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El Dragón Negro «Una Canción de Hielo y Fuego»
Fanfic"¿Y tú quién eres?" dijo el orgulloso lord. Así comenzaba la melancólica melodía de las Lluvias de Castamere, una canción conocida por muchos como el himno de la casa Lannister. Al oírla, era de suponer que algo malo pasaría. Eso ya no ocurría con c...