Cuando llegó al calabozo en el que estaría, estaba todo tan oscuro que tuvo que esperar algunos minutos para que sus ojos se acostumbren. Cuando pudo ver, se dejó guiar por un extraño ruido proveniente de las paredes, hasta que al levantar la vista vio a lo que sería un prisionero, colgado por cadenas y amordazado sin la capacidad de moverse.
Una de las tantas víctimas de Cersei que terminó muerta y olvidada en las profundidades del castillo. Sin embargo, se equivocó en algo. Un suspiro le indicó que aún tenía vida, aunque no por mucho si juzgaba por su apariencia.
Lentamente se acercó para entender lo que sea que quisiera decir, llegando a oír una vaga y cortada petición por agua. Daemon que, poco había logrado ver del lugar, tomó entre sus manos las gotas de agua que caían de una gotera, y cuando almacenó la suficiente la vertió sobre la boca del prisionero, logrando ver sus ojos. Eran grises, pero no azulados, sino más de un tono rosado. Su cabello, aunque sucio y mugroso, ostentaba tonos claros, demasiado para ser rubio.
—¿Quieres más? —preguntó, aún extrañado por su apariencia.
—Daemon —dijo el hombre, casi desesperado. Parecía que su garganta por fin estaba lo suficientemente húmeda para poder hablar, pero le costaba —. B-Ba... Baelor.
Aunque le resultó difícil llegar a esa conclusión, casi se desvanece cuando entendió a qué se refería el prisionero. No estaba frente a cualquier víctima de Cersei, sino que era Baelor Celtigar, su tío. Aprovechó ese instante de realización para mirarlo completamente, su estado, su salud. Pero cuando bajó la vista, decidió no volver a hacerlo. Llegó a ver que no tenía pantalones y que sus piernas estaban cubiertas de sangre seca. En la parte superior tenía un jubón destrozado que dejaba ver su torso surcado y sangriento.
—¿Baelor? —Daemon se acercó a él, y apenado por su estado apoyó su frente contra la de su tío, quien comenzó a llorar desconsoladamente.
El pobre hombre lo había perdido todo. Sus padres, su hermana, su esposa, su hija, a la mujer que amaba y toda su hombría. Había sido torturado, violado y olvidado en ese calabozo. Pero su fe siempre estuvo viva. No su fe en los dioses, no en aquellos que hacía tanto lo habían olvidado, sino su fe en el joven que finalmente yacía frente a él. Por eso lloraba. Por eso se había derrumbado, porque todo aquello por lo que sobrevivió, todo por lo que soportó que profanaran cada centímetro de su alma, ahora se erguía frente a él.
—Las campanas, Daemon. Debes hacer sonar las campanas.
—¿Qué? ¿Qué campanas?
—Las de la torre —respondió apresurado —. Toca cuatro veces la puerta, con un segundo de espera entre golpe. Sube hasta la torre más alta, y toca las campanas. Entonces el cielo caerá sobre nosotros.
—¿De qué hablas?
—El plan de Olenna. Si algo salía mal, si nos capturaban a uno de nosotros o a ti, la señal es hacer sonar las campanas de la ciudad. Se abrirán las puertas de King's Landing. Mis espías causarán estragos. Todos deben estar preparándose. Es ahora, Daemon. Ahora. Porque un segundo más y el fuego se extinguirá. No debes extinguirte. ¡Toca la puerta!
Sin comprender realmente lo que ocurría, Daemon se acercó a la puerta e hizo lo que se le indicó. Tocó cuatro veces, con un segundo entre cada golpe. Nada pasó. Se giró para ver a su tío y este, con una sonrisa, le dijo:
—Eres el destino de los reinos. Todo pasa por y para ti, Daemon Blackfyre. No lo arruines.
Entonces las luces de antorchas se asomaron por debajo de la puerta del calabozo. Y al abrirse, el mismo guardia que lo había metido allí, ahora lo sacaba. Sin embargo, cerró la puerta detrás suyo, dejando a Baelor allí dentro. Sin decir ninguna la palabra le indicó que ese era el lugar de su tío, y que no iba a sacarlo de ninguna manera.
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El Dragón Negro «Una Canción de Hielo y Fuego»
Fanfiction"¿Y tú quién eres?" dijo el orgulloso lord. Así comenzaba la melancólica melodía de las Lluvias de Castamere, una canción conocida por muchos como el himno de la casa Lannister. Al oírla, era de suponer que algo malo pasaría. Eso ya no ocurría con c...