Baelor Celtigar
La capital, la gigantesca, olorosa y sobrepoblada capital. Baelor podía ver como King's Landing estaba apostada en las tres colinas; En la cima de la colina de Visenya se alzaba el Gran Septo de Baelor, con sus siete torres de cristal; Al otro lado de la ciudad, en la colina de Rhaenys, se divisaban los muros ennegrecidos del Pozo Dragón, cuya enorme cúpula estaba derrumbada y no era ya más que una ruina, tras las puertas de bronce que llevaban más de un siglo cerradas; Y finalmente, sobre la colina de Aegon, por encima de todo, se elevaba hasta los cielos la imponente Fortaleza Roja, formada por siete torres que brillaban con su piedra roja. Era majestuosa, sin embargo, parte de su encanto se había perdido cuando los estandartes que la decoraban se habían vuelto dorados y no negros.
El emblema de la casa Celtigar ondeaba bordado en las velas del barco que se acercaba cada vez más a los muelles de la ciudad. Hacía décadas que no se veía el cangrejo rojo en la Bahía de Blackwater, mucho menos desde la ascensión de Robert Baratheon al trono. Se decía en las tabernas que, en el torneo de Lannisport, antes de la guerra, un joven Baelor Celtigar estaba pensando en pedirle su favor a lady Lyanna Stark, pero de un momento para el otro, el lord se retiró del torneo después de la visita de Robert Baratheon a su tienda.
—Alza la bandera blanca— ordenó al capitán, mientras que miraba desolado las aguas por las que su barco pasaba. Había todo tipo de escombro, barcos partidos, cadáveres que no fueron retirados, rastros de fuego valyrio, blasones quemados. Baelor no tuvo más remedio que cerrar sus ojos con fuerza para no imaginar que uno de esos muertos podía ser su padre —. Terminemos esto.
A medida que se acercaba al puerto, podía ver como varios barcos de otras casas que apoyaron a Stannis ya habían amarrado en la capital. Era el último en llegar al parecer. Y cuando en carruaje fue llevado a la Red Keep, se le ordenó dejar sus armas bajo la custodia de la Guardia Real, cosa a la que él no estaba en lugar de reprochar. Posteriormente, fue llevado con rapidez ante la presencia del Trono de Hierro. Era tan imponente como lo recordaba, aunque los cráneos de dragón habían sido retirados de las columnas y el color predominante no era ni rojo ni negro, sino dorado.
—El rey se presentará de inmediato— le dijo el guardia, dejándolo frente al trono mientras él regresaba a su puesto de vigilancia en la puerta.
El salón estaba solitario, no lleno de cortesanos como siempre solía estar. Probablemente les habían denegado dicho derecho por todos los lores que debían presentar lealtad luego de la batalla de Blackwater. Inconscientemente, Baelor comenzó a mirar cada detalle del lugar, analizando su presente y recordando como había sido en el pasado, hasta que fuertes y seguros pasos se escucharon en dirección al trono.
—Lord Baelor— dijo una voz, sorprendiéndolo y haciéndolo girar rápidamente —. El lord restante.
—Lord Tywin— supo decir, aunque con varios años de diferencia a lo que vio la última vez. Vio al hombre alto, de poco pelo, tan imponente como el primer día que lo vio siendo un niño, ahora portando el broche de Mano del Rey —. Felicidades por su nuevo puesto, milord.
—Mis condolencias por su pérdida— añadió, caminando lentamente hasta apostarse frente al trono. Parecía ni haber oído el enhorabuena que había recibido, pero todo hombre inteligente sabía que pocas eran las cosas que Tywin Lannister no escuchaba —. Imagino que fue el funeral de su padre lo que lo retrasó. Sé que aún los Celtigar conservan esas costosas tradiciones valyrias.
—Me temo que sí, milord— juntó sus manos tras su espalda —. Uno creería que con el paso del tiempo algunas costumbres serían olvidadas, pero la afinidad valyria por el fuego es algo que no se puede negociar.
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El Dragón Negro «Una Canción de Hielo y Fuego»
Hayran Kurgu"¿Y tú quién eres?" dijo el orgulloso lord. Así comenzaba la melancólica melodía de las Lluvias de Castamere, una canción conocida por muchos como el himno de la casa Lannister. Al oírla, era de suponer que algo malo pasaría. Eso ya no ocurría con c...