El Blackfyre llegó a la tienda de mando, y se detuvo frente a una enorme mesa, en la cual estaba colocado el mapa entero de Essos, conseguido de los mejores piratas. Sus ojos atravesaron a toda velocidad desde la Ciudades Libres hasta Vaes Dothrak, en donde suponía que estaba la chica Targaryen y el khalasar. No podía cometer el error de no verla como una amenaza, y maldecía mentalmente por no tener ningún espía dentro de su khalasar, teniendo la necesidad de saber cada uno de sus movimientos y así mantenerla bajo control. Luego, notó que, de las Ciudades Libres, Myr es la que más cerca tenía.
—Majestad— saludó Roman Butterwell, entrando a la tienda seguido de otros cuatro comandantes. Él respondió con un gesto con la cabeza.
Al cabo de un rato, los nueve comandantes estaban con él, todos alrededor de la mesa del mapa.
— Supongo que saben que no podemos arriesgarnos a quedarnos aquí. El Targaryen sabe que tenemos a Connington.
—¿Qué haremos, majestad?— preguntó Herrath, cruzado de brazos en un extremo.
—Bueno, estuve pensando que los últimos aspirantes de mi casa apenas llegaron a suponer un problema para el Trono de Hierro— continuó —, salvo Daemon I Blackfyre, ¿por qué?— preguntó, pero no esperó a una respuesta, sino que se la dio él mismo —Porque ninguno tuvo el apoyo suficiente, tanto en Westeros como aquí en Essos. Sin embargo, nosotros jamás tendremos apoyo suficiente por parte de Westeros, por lo que nuestra única opción para volver a nuestras tierras es someter Essos. Comenzando por Myr— con sus dedos índice y medio juntos señaló la ciudad en el mapa.
—¿La saquearemos?— intuyó Rylon, acercándose a la conversación.
—No, sería demasiado sencillo tomar la ciudad a la fuerza, pero perderíamos lo que nos ofrece Myr; los mejores ballesteros de Essos, las ballestas, barcos. No hace falta derramar sangre para ganar una batalla como esa, porque con cosas como el miedo es más sencillo vencer sobre los hombres que tienen algo que perder, y Myr tiene mucho que perder.
—¿Luego qué?— preguntaron, mucho más atraídos hacia la propuesta de Daemon.
—Luego, Lys— llevó sus dedos hasta aquel archipiélago en el sureste del continente —. Será más sencillo, los lysenos son banqueros, comerciantes y prostitutas, no guerreros. Sabrán, al momento de que la Compañía Dorada toque sus puertas, que no podrán superar al supuesto saqueo que verán aproximarse— dejó ambas manos en el borde de la mesa, dejando caer su peso sobre ellas —. Debemos ganar las Tierras de la Discordia.
—¿Y si no funciona la diplomacia?
—Sangre y fuego— respondió con cierto brillo en los ojos, pero en ningún momento relajó su penetrante mirada violácea —. Si no quieren cooperar, dejaremos de lado la diplomacia y quemaremos las ciudades hasta los cimientos.
—Majestad— Harry Strickland se acercó a él, sin apartar la vista del mapa —, ¿qué dice si evitamos el conflicto con las ciudades importantes y vamos a Pentos? Tiene conocidos allí.
—No ganaremos las Tierras de la Discordia con Pentos, Harry— respondió con neutralidad —. Necesitamos barcos, y para los barcos necesitamos oro, y para el oro necesitamos saquear, pero lo haremos de una manera más sutil— explicó, alejándose de la mesa para darle la espalda.
—¿Cómo piensas tener el control cuando las tengas?— quiso saber Royland, cruzado de brazos — No te serán fieles así como así.
—Restauraré la Triarquía— todos lo miraron creyendo que estaba loco si pensaba que las ciudades iban a aceptar ese término —. Les daré una oferta a la que no podrá negarse. Es la única manera de mantener en orden las tres ciudades sin que yo esté.
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El Dragón Negro «Una Canción de Hielo y Fuego»
Fanfiction"¿Y tú quién eres?" dijo el orgulloso lord. Así comenzaba la melancólica melodía de las Lluvias de Castamere, una canción conocida por muchos como el himno de la casa Lannister. Al oírla, era de suponer que algo malo pasaría. Eso ya no ocurría con c...