La batalla terminó. La guerra terminó. Desde la cima de la pirámide podía ver como las fuerzas que antes eran enemigas ahora se retiraban de regreso a sus ciudades. Meereen estaba siendo reconstruida y todo volvía a estar en paz. Pero eso no era lo que Daemon veía, sino que tenía sus ojos fijos en las tres criaturas que surcaban los cielos con total libertad.
Los dothrakis habían llegado la noche anterior, al igual que Ser Jorah y Daario. De hecho, mientras él estaba allí arriba, Dany se estaba despidiendo de su viejo oso, el cual había contraído psoriasis. Era inevitable pensar en su padre, en como lo había perdido por esa maldita enfermedad. No tenía mucha fe en que el andal se recupere, pero no podía decirle eso a su apenada esposa.
El viejo Jon fue a visitarlo ese mediodía en la terraza. Lucía cansado a juzgar por su aspecto. Sin duda ya no era el mismo caballero que Daemon conoció en su niñez.
—Es hora, majestad— le dijo cuando se sentó —. No deberíamos esperar más. Hay que zarpar hacia Westeros. El enano y Varys opinan lo mismo que yo.
—Jon, apenas tenemos barcos para llevar a la corte. No podemos irnos ya— él se mantuvo de pie, bufando por volver a tener esta discusión —. Entiendo tu impaciencia, yo también quiero ir, pero debemos esperar un tiempo más hasta tener los suficientes barcos.
—No lo entiendes— el mayor se puso de pie y se acercó —. Temo que sea demasiado tarde. Los Lannister están destruyendo el reino entre tantas guerras. Cuando lleguemos no habrá más que muerte, y es eso lo que debes evitar, Daemon. Eres...
—El príncipe que fue prometido, lo sé, me lo has dicho lo suficiente— se quejó, dándole la espalda para volver a poner sus ojos en Meereen —. Mírame, apenas fui capaz de sostener una ciudad y pretendes que esa profecía trate sobre mí.
—No pretendo que trate sobre ti. Trata sobre ti— Daemon intentó ignorarlo —. No se supone que nazcas sabiendo gobernar, es por eso que estás aquí. Todo esto te dejó más experiencia, la cual te será de ayuda en Westeros. Daemon, ¿piensas que los reinos no esperan que todo esto termine? Pero no terminará si tú no lo pones fin. Tú eres su fe.
No habló, no quiso hacerlo, pero tampoco podría pues un mensajero interrumpió la conversación comentándole la presencia de Theon y Asha Greyjoy en la sala del trono.
—Luego hablaremos de esto— fue todo lo que le dijo a su mano antes de irse.
Al llegar, se posicionó a un lado del trono en el que Daenerys estaba sentada. Frente suyo había dos hermanos, un hombre y una mujer, pero sin duda ella parecía estar más confiada y menos avergonzada que él.
—Ahora sí, podemos continuar— indicó la reina al ver a su esposo junto a ella —. Por favor, sin mencionar bromas sobre enanos. Han traído cien barcos de la Flota de Hierro con hombres para navegarlos. A cambio, espero que quieras que apoye tu reclamo al trono de sal.
—No el mío— negó el joven kraken, y cabizbajo señaló a su hermana —. El suyo.
—¿Qué hay de malo contigo?— preguntó Daemon con una sonrisa.
—No soy apto para gobernar.
—¿Cuántas reinas han tenido las Islas de Hierro?
—Tantas como Westeros— respondió Asha divertida.
—Nuestro tío Euron volvió a casa después de una larga ausencia— explicaba Theon —. Asesinó a nuestro padre y le quitó el Trono de Sal a Asha. Nos habría asesinado si nos hubiéramos quedado.
—Cien barcos con tripulantes, eso más las flotas de los maestros sería apenas suficiente para llevarnos a Westeros— calculó Daemon —. Pero tengo entendido que la Flota de Hierro tiene más naves, ¿cierto?
ESTÁS LEYENDO
El Dragón Negro «Una Canción de Hielo y Fuego»
Fanfiction"¿Y tú quién eres?" dijo el orgulloso lord. Así comenzaba la melancólica melodía de las Lluvias de Castamere, una canción conocida por muchos como el himno de la casa Lannister. Al oírla, era de suponer que algo malo pasaría. Eso ya no ocurría con c...