—¿Dónde está?— preguntó Daemon a sus hombres en cuanto llegó al campamento del bosque a las afueras de Qohor.
Aún no se había quitado su armadura, pero sí había limpiado su rostro. Su cuerpo le pesaba, ya no tenía las fuerzas suficientes como para que su armadura le parezca ligera, pero no podía detenerse. Quedaba mucho por delante.
—En la tienda de Connington— respondieron los soldados señalando la dirección.
Emprendió una rápida caminata hacia donde le había indicado. Mientras pasaba, veía su campamento, los hombres recuperándose de la batalla, las mujeres haciendo todo lo necesario para satisfacerlos, los herreros reparando las armaduras, los cocineros dejando la comida en la mesa fuera de su tienda para que cualquier soldado pudiera servirse, y los estandartes de la casa Blackfyre decorando cada esquina por la que pasaba. Todo el cual pasaba frente a él le hacía una reverencia, y él se las devolvía asintiendo la cabeza.
—Trae al príncipe Oberyn— ordenó al guardia de la tienda en donde se suponía que estaban los dos prisioneros.
—Sí, Majestad— asintió el hombre, mientras que el otro habría el paso para que Daemon pudiera pasar.
Allí dentro, se encontró con Jon sentado en el suelo, con su rostro escondido tras sus manos, y Aegon, o Griff, amarrado frente a él. El ambiente estaba tenso, por lo que Daemon supuso que la verdad ya había sido dicha.
—¡Eres un maldito!— gritó Aegon en cuanto vio al platinado entrar —¡Creí que estaba muerto!
—Exacto, te hice creer que estaba muerto— respondió paciente el Blackfyre, caminando hasta un extremo de la tienda —. Necesitaba sacarme de encima la idea de que atacaras mi campamento para liberarlo.
—Maldito mentiroso— murmuró, mirándolo con rabia.
—Creo que no estás en el lugar indicado para llamarme mentiroso— dijo Daemon, sentándose en una caja de madera —¿O, acaso, olvidas lo que me dijiste para evitar que te asesinara?
En ese instante, Oberyn apareció por la entrada de la tienda, vistiendo su clásica túnica amarilla con el sol bordado en un lado. Su frenética y oscura mirada se detuvo en el platinado atado, como si intentara buscar cualquier tipo de rasgo familiar que le hiciera saber que él en verdad era su sobrino.
—Aegon, o Griff, ya no sé cómo llamarte, él es el Príncipe Oberyn Martell, hermano de Elia, tío de los verdaderos y difuntos príncipes Aegon y Rhaenys.
—¿Quién eres?— preguntó Oberyn al muchacho, poniéndose en cuclillas frente a él.
—No lo sé— respondió apenado el prisionero, como si en aquella filosa mirada de víbora pudiera ver el dolor por el cual había pasado el dornish —. Sólo sé que no soy Aegon.
—¿Cómo lo sabes?— quiso saber Jon, desde el otro extremo de la tienda, aún teniendo esperanzas.
—Me lo dijo Illyrio en Pentos cuando tenía siete— los otros tres presentes lo invitaron a seguir hablando —. Me habló de como hizo creer a Jon que yo era el hijo de Rhaegar, dijo que mi madre era una lysena, llamada Serra, y por eso mi cabello es blanco. Y desde ese momento él me ayudó en secreto. Nos enviábamos cartas en palomas mensajeras o con sus esclavos.
—Pero tú me fuiste dado en Westeros— agregó el caballero.
—Dijo que tenía amigos allí, muy buenos amigos, y fueron esos amigos quienes supuestamente me cambiaron por Aegon y luego me dieron a ti.
—¿Fueron esos amigos los que destrozaron la cabeza de mis sobrinos contra la pared?— preguntó mordazmente Oberyn —¿Fueron quienes violaron una y otra vez a mi hermana encima de la misma cama en la que estaban los cadáveres de sus hijos?— cada vez se acercaba más al contrario, a tal punto de que Daemon se vio obligado a dar un paso hacia delante para que el moreno sepa que no permitiría que haga nada estúpido — Dame un nombre ¿Baelish? ¿Varys? ¿Clegane? ¿Lannister?
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El Dragón Negro «Una Canción de Hielo y Fuego»
Fanfic"¿Y tú quién eres?" dijo el orgulloso lord. Así comenzaba la melancólica melodía de las Lluvias de Castamere, una canción conocida por muchos como el himno de la casa Lannister. Al oírla, era de suponer que algo malo pasaría. Eso ya no ocurría con c...