La noche del mismo día en el que Daemon se enteró quiénes eran Griff y su hijo, en cuanto Corazónegro partió acompañado de cien hombres, todos los comandantes se reunieron alrededor de una fogata, bebiendo, charlando y algunos con mujeres desnudas sentadas en sus regazos. Por otro lado, Daemon no quitaba su vista de Griff el Joven, o bueno, Aegon, quien estaba sentado junto a Jon Connington como de costumbre. Hace apenas unas horas se había enterado que pretendía al trono de la misma manera que él lo hacía, pero eso no era lo que más lo enfurecía, sino el hecho de que jamás se dio cuenta de sus intenciones, ni desconfió de él en ningún segundo, pues le parecía un chico bastante inteligente y capaz, pero jamás de la talla de un noble, mucho menos de un príncipe heredero.
Aún no se lo había mencionado a nadie, es decir, ni a Rylon ni a Herrath, no por no confiar en ellos, sino porque no había encontrado un momento adecuado, en el que estén los tres solos para charlarlo. Herrath Hill era su amigo desde que se conocieron en la niñez, y en ese momento supo que el antepasado de su amigo había luchado junto a Daemon Blackfyre en la primer rebelión, pero luego huyó al exilio junto con Aegor Rivers. Mientras que Rylon Sand, era un bastardo proveniente de Starfall, quien a los cinco años fue rescatado del abandono en Braavos por la Compañía Dorada. Los tres siempre fueron destacados por siempre ganar los combates, y ellos eran los enviados a negociar con cualquier ciudad, siendo claramente liderados por Daemon, pues aunque a Rylon y a Herrath jamás lo admitirían, era el mejor para liderar, al igual que al combatir, y ni hablar cuando luchaba con la espada Blackfyre en mano.
No obstante, todos sus pensamientos desaparecieron cuando una joven de cabellera castaña, con su pecho al descubierto, se sentó en una de sus piernas con total libertad, pero al ver su belleza, Daemon no se negó a su compañía. Luego supo que fue Rylon quien la envió cuando este le guiñó el ojo a lo lejos.
—Dicen que es un príncipe— le susurró la joven en el oído —, ¿eso es verdad?
—¿Eso dicen de mí?— le preguntó con una sonrisa seductora en los labios —¿Qué más dicen de mí?
—Dicen que es un dragón, jamás he conocido a un dragón— delicadamente, ella comenzó a bajar su mano por la túnica carmesí del platinado —¿Qué los hace diferentes?— ahora con algo más de atrevimiento, dejó que su mano envolviera el entrepierna de Daemon, dándole un excitante apretón, el cual provocó que él contuviera la respiración.
—Bueno, puedo mostrártelo— instantáneamente, ambos le levantaron para ir a la tienda de Daemon sin hacer ninguna parada en el trayecto. Caminaron tanto que los gritos de los comandantes apenas se escuchaban, pues él siempre prefirió estar en los límites del campamento.
Se pasó la noche fornicando con aquella prostituta tyroshi, la cual se llamaba Siranah, o Phelinah, tal vez Henora, no lo recordaba bien, ni tampoco le había puesto demasiada importancia en recordarlo, aunque debía darle los créditos por tener tanto aguante, pues incluso él se cansó de montarla, mientras que ella parecía intacta. No se cansaba de llamarlo "dragón", algo que a Daemon lo avergonzó al principio, pues le parecía extraño que lo llamaran de esa manera.
La mañana siguiente, un niño entró de improvisto a la tienda del Blackfyre, encontrándolo a él y a la prostituta completamente desnudos, aunque teniendo en cuenta los dos años que pasaba como mensajero de la Compañía Dorada, eso era nada comparado a las cosas con las que se había encontrado en otras tiendas. Lentamente el niño se fue acercando a la figura masculina.
—Alteza— en el momento que pronunció esa palabra, el platinado se despertó sobresaltado, y lo miró a los ojos de manera amenazante, pero en cuanto vio que se trataba sólo de un niño, volvió a dejarse caer en su almohada —. Alteza— insistió.
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El Dragón Negro «Una Canción de Hielo y Fuego»
Hayran Kurgu"¿Y tú quién eres?" dijo el orgulloso lord. Así comenzaba la melancólica melodía de las Lluvias de Castamere, una canción conocida por muchos como el himno de la casa Lannister. Al oírla, era de suponer que algo malo pasaría. Eso ya no ocurría con c...